La burbuja

No me gusta como pinta esto del fútbol. No me gustaba ya hace tiempo. Y el camino que lleva es cada vez peor. Puro negocio. Cada vez más show y menos pasión. Siempre hay excepciones, por supuesto. Y menos mal. Pero el problema es que este ‘nuevo’ fútbol que vivimos lleva incorporados varios males de base que a la amplia mayoría le genera cada vez más desafección. Más pasotismo. Más me da igual. Entre los que pierden su ADN patrio por petrodólares o similares y el imparable aislamiento de los que se empeñan en ver a los medios de comunicación como el enemigo y donde los aficionados acaban saliendo malparados y cayendo prácticamente en el olvido. A eso súmale lo de no ir al campo. Y el amarillismo en el que muchos han convertido un deporte en el que al final se trata de jugar mejor, correr más y meter más goles que el contrario. Y ahora parece que se hable de otras muchas cosas e interese de todo menos eso. Siempre hay excepciones, repito. Que precisamente muchos de los que puedan leer esto, seguidores del Levante UD de pura cepa, no se darán por aludidos… O sí. 

Todo esto, al final, ha provocado en los últimos tiempos una bipolarización de los dos grandes al mando y el resto mendigando por las migajas. Y, sobre todo, una burbuja irreal que ha degenerado mucho esto del balompié. Soy de la teoría de que hasta que no se pinche, mal asunto. Porque ella sola es la que se encarga de abarcar y proteger todo lo que lo rodea. Hablando claro, son indecentes los dineros que maneja el fútbol. Se habla en millones de euros casi como en el Monopoly. Traspasos, cláusulas, contratos, sueldos. Todo supermegamaxidesfasado. ¿No creen? Que sí, que si lo mueve por algo será. Que si la oferta y la demanda, también. Que lo mismo se puede decir del mundo del corazón, de los realitys o de otras disciplinas. De acuerdo. Pero es la pescadilla que se muerde la cola y, o se acaba pinchando solita o acaba explotando pero a lo grande. Y no voy hablar ya de la hipocresía mundial que creo que todo esto conlleva. Porque no he venido aquí a cambiar el mundo (ojalá) y porque, como hacíamos en los botellones, necesitaríamos horas y horas para, total, no solucionar nada.

A lo que voy: trasladado a un ejemplo concreto, lo estamos viendo en este Levante. Esa burbuja de la que hablamos es la que te hace tener jugadores con contratos millonarios y vidas solucionadas

A lo que voy: trasladado a un ejemplo concreto, lo estamos viendo en este Levante. Esa burbuja de la que hablamos es la que te hace tener jugadores con contratos millonarios y vidas solucionadas. Unos sueldos que ni ellos mismos habrían sido capaces de sumar cuando iban a clase. Y todo con cero meritocracia. Da igual. Hagas lo que hagas. Da igual que juegues 38 partidos de titular, que 19 segundas partes, ¡o que los veas desde casa! Si hoy en día muchos prefieren hasta no ir convocados: ¡Fin de semana libre! Da igual si marcas cuatro hattricks seguidos o te pasas el año sin chutar a puerta. Da igual si quedas séptimo o decimoséptimo o vigesimoséptimo. Y lo peor, da igual lo que hagas con los aficionados.

¡Que da igual! Que a final de mes los ceros se siguen multiplicando en sus cuentas corrientes. Y ellos siguen aislados en su mundo irreal (o no tan irreal pero si alejado de la realidad), con los clubes como principales cómplices. Endiosando a los más jóvenes que en apenas dos días pasan a tener todo tipo de lujos y están más pendientes del coche, el instagram y el postureo que de comerse el mundo, y regalando jubilaciones anticipadas a jugadores pasados de vueltas que piensan más en el retiro dorado que en terminar dignamente su carrera. ¿Y por qué? ¡Porque da igual! 

¿Solución? Pero a mí, solo se me ocurre una para el Levante. Algo tan sencillo como que los salarios vayan en función de objetivos

¿Solución? Se admiten sugerencias. Pero a mí, solo se me ocurre una. Y me da que no sé si la llegaré a ver algún día. No creo que sea yo el único que piensa así y si no se ha dado aún, por algo será. Aunque no sería tan difícil, supongo. Será que no interesa, como otras muchas cosas. Algo tan sencillo como que los salarios vayan en función de objetivos. Un sueldo base, si quieres algo más que muchos de los que se levantan a las seis de la mañana o los que llegan a casa a las once de la noche, y completar en función del rendimiento. Por jugar tantos partidos o tantos minutos. Por meter tantos goles. Por partido ganado. Por punto conseguido. Por puesto en la tabla. Por cumplir tal objetivo. Por pases buenos o kilómetros recorridos… ¿Para qué queremos el Big Data si no? Digo yo. Sería mucho más lógico, ¿no? Y más equitativo. Y más productivo. Generar competencia y competitividad. La base de cualquier empresa o negocio que ansíe prosperidad y futuro. Pues no. Aquí al contrario. Que si juego, bien y si no, también. Que si gano, guay. Y si pierdo, me da igual. Y así todo. Claro que esto no es una fábrica de tornillos…

 Pues esto, señoras y señores, granotas y granotos, es lo que estamos viviendo a día de hoy en este Levante. Da la sensación de que los jugadores ni sienten ni padecen. Que llevan un mes de vacaciones, provocando las iras su afición. Y así lo están demostrando desde que decidieron que ya habían hecho todo lo que tenían que hacer. Ellos a otra cosa y el granota de verdad, el que sufre, porque su Levante es algo más que ganar o perder o que once tíos detrás de un balón, a los pies de los caballos. A esperar a ver si hoy les apetece correr un poquito a los señores o mejor nos marcamos otro ridículo. Que total, para lo que queda en el convento… pues eso.

 En Elche, al menos, por fin, estalló Paco López. Mucho antes tenía que haber sido. Y por ganas suyas no creo que fuera. Llega tarde. Y suave. Pero algo es algo. Y luego fue Quico a poner orden, al rescate, con su discurso intangible y retransmitido. Ojalá surta efecto. Ojalá. No sé muy bien cómo se lo habrán explicado al vestuario, porque lo del ‘mínimo exigible’, cuidado, por lo que es exigible es dignidad…

Víctor López

Periodista