Bordalás, el atacante zurdo que tenía una foto de Cruyff en su whatsapp
José Bordalás estuvo a punto de dejarse el fútbol dos veces. La primera por una lesión, la segunda por una decepción siendo ya entrenador.
José Bordalás, nuevo entrenador del Valencia CF, afrontará su nuevo reto en el banquillo con el objetivo de devolver al equipo de Mestalla el carácter competitivo y la personalidad tras un par de temporadas repletas de circunstancias negativas.
La llegada del alicantino, que suele rodearse de su propia guardia pretoriana, a la que defiende con vehemencia a cambio de compromiso y fidelidad, supone una terapia de choque para el vestuario. Con independencia de la categoría en la que militen sus equipos, el técnico siempre ha exigido el máximo compromiso y ha sacado todo el rendimiento posible a sus jugadores.
A Bordalás le gusta el buen fútbol, pero mucho más ganar. Con el paso de los años, ha ido moderando su carácter volcánico y ha ampliado su catálogo futbolístico, pasando de la vocación ofensiva de sus inicios a construir equipos mucho más equilibrados y fuertes defensivamente.
Prometedor jugador de finales de los 80, una lesión en la rodilla frustró su carrera y aceleró su paso a los banquillos. El Bordalás futbolista era un atacante fino, zurdo y de calidad. Su primer equipo fue el filial del Alicante, al que convirtió en una máquina goleadora en las categorías regionales. Dio el salto al primer equipo, en Tercera, para pasar al Benidorm, en Segunda B, club en el que había jugado y con el que siempre tuvo una excelente relación.
Cruyfista confeso -llegó a tener una foto del holandés en su perfil de whatsapp y reconoce que "siempre me fijé en él"-, Bordalás vivió su primera experiencia amarga en Elda, en club con graves problemas económicos. Desilusionado, el alicantino estuvo cerca de dejar los banquillos. Un amigo le ofreció entrenar, casi por hobby, un equipo amateur, el Atlético Muchavista, en Alicante. Bordalás aceptó por compromiso y lo hizo campeón con récord de puntos y ascenso a meses del final del campeonato. “Era una locura. Se lo tomaba en serio. Nos exigía como si fuéramos profesionales”, recuerdan aún los componentes de aquel equipo.
El gran Alicante que patroneó Antonio Solana lo recuperó para su banquillo. El técnico, con un fútbol atractivo, estuvo a punto de ascender dos veces con el Alicante, al que hizo, por primera y única vez en su historia, campeón de Segunda B. El Lorca de Unai Emery se cruzó en su camino y le apeó de un ascenso que parecía cantado.
El Lorca de Unai Emery se cruzó en su camino y le apeó de un ascenso que parecía cantado.
Lo intentó sin fortuna en el Hércules, el club en el que se formó como jugador, al que salvó de un descenso, siendo destituido, la temporada siguiente, a las pocas jornadas de comenzar el campeonato. Esa espina, la de no haber podido triunfar en el Rico Pérez, en el gran club de su ciudad, aún le acompaña.
Tras hacer campeón al Alcoyano de Segunda B y quedarse de nuevo a las puertas del ascenso, Bordalás firmó por un Elche abocado al descenso, pero logró meterlo en su primer año en la pelea por el ascenso. En el segundo, el equipo ilicitano, acostumbrado a penar por Segunda, se convirtió en protagonista de la competición y se quedó a un gol de Primera, en una polémica eliminatoria ante el Granada.
Se marcha de Alicante para triunfar
Tras mantener varios meses líder al Elche CF, Bordalás fue destituido en su tercera temporada. Su salida del Martínez Valero supone un punto de inflexión, ya que por fin se decidió a probar suerte lejos de Alicante, tierra a la que está arraigado y a la que vuelve siempre que puede.
Por entonces, y a base de decepciones en el momento decisivo, Bordalás ya había actualizado su ideario de juego, que parte de la premisa de tener intensidad y saber adaptarse a las posibilidades de sus jugadores. Se negocia el estilo y el sistema, pero no el compromiso.
Alcorcón, al que acerca al ascenso, y sobre todo Deportivo Alavés y Getafe CF, a los que devuelve a LaLiga Santander con dos ascensos consecutivos, marcaron el inicio de su viaje a la élite. En su debut en Primera, con el equipo madrileño, demostró que la categoría no le venía grande. Y que ese espíritu competitivo, agresivo y exigente vale tanto para los campos de tierra como para competir en Europa.