Álvaro Rubio multiplicado por 300
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No entró en el mejor momento, pero por algo apostó por él Miguel Ángel Portugal. El Numancia acababa de empatar por medio de Pedraza y el Real Valladolid no podía acabar el partido de vacío. El técnico burgalés ya había avisado que lo más posible es que comenzase el encuentro desde el banquillo. Y así fue. Sustituyó a Borja, un cambio que perfectamente podría haberse dado hace 10 años, cuando llego en 2006 y ambos jugadores brillaron en la temporada del meteórico ascenso con Mendilibar.
Rubio lo ha vivido casi todo en el Pucela. Con la camiseta blanquivioleta ha estado cerca de posiciones europeas y, no hace mucho, al filo de los puestos que conducen a Segunda División B. Ha aportado equilibrio dentro y fuera del terreno de juego. No pegó la espantada en ninguno de los dos descensos que sufrió el Real Valladolid, tampoco buscó objetivos ambiciosos tras hacer temporadas espectaculares. Ofertas nunca le han faltado. Ha visto como compañeros hacían las maletas y después volvían. O cómo los que jugaban con él ahora forman parte del cuerpo técnico. Él, impasible. Es un hombre de club que desde hace tiempo tiene un nombre propio en la historia del Pucela. La edad no le frena y la afición le adora.