Leví, Xan y Roque, el celtismo que ha dado la vuelta al mundo
Corría el minuto 85 cuando Gil Manzano, tras una tensa espera para consultar el VAR, señalaba el punto de penalti. Balaídos rugía como un león hambriento, famélico de victorias, de épica y hazañas. Aspas cogía el balón, la pelota sólo era para él, para nadie más. El canterano la puso con mimo a once metros de Asenjo. El moañés golpeó el esférico, engañó al meta del Villarreal y Balaídos estallaba de júbilo y felicidad. En ese momento un padre y un hijo le robaron el protagonismo a Aspas, eran Leví y Roque, acompañados de su hermano Xan, que se abrazó a otro aficionado al que ni siquiera conocía, el momento así lo exigía, especialmente por el guión vivido en los 85 minutos previos.
Su imagen de nerviosismo y felicidad saltó a las pantallas del estadio de Balaídos, su celebración, la de un padre y un hijo unidos por los mismos colores, no tardó en convertirse, junto las lágrimas de Iago, en una de las imágenes más icónicas y repetidas del partido disputado por el Celta este sábado en Vigo.
Las redes sociales hicieron el resto, esos dos segundos de nerviosismo, de tensa espera ante el lanzamiento de Aspas y de éxtasis pleno por el gol, se propagaban en cientos de cuentas de Twitter sumando miles y miles de reproducciones.
Dos segundos de celtismo en estado puro, de ese celtismo que los padres hacen mamar a sus hijos desde la cuna, ese sentimiento que es capaz de valorar, desde bien pequeños que estas gestas, estas hazañas, estos pequeños milagros valen mucho más que un título.
Leví y Roque encarnaban, en esos dos segundos, lo que muchos padres e hijos estaban haciendo, en ese mismo momento, en las gradas de Balaídos. El destino, muchas veces caprichoso, captó ese momento, vio a un niño nervioso en los brazos de su padre y decidió que de ahí, de ese abrazo, saldría una gran historia, la del amor y devoción a un equipo de fútbol modesto y humilde, pero lleno de esas pequeñas gestas que un padre cuenta a su hijo, las hazañas que un día protagonizaron Gudelj, Patxi Salinas, Otero, Vicente, Cáceres, Berizzo, Mostovoi, Mazinho o más recientemente Mallo, Aspas, Natxo Insa o Nolito.
La imagen de padre e hijo, Leví y Roque, se hizo viral en cuestión de minutos. Ambos encarnaban el amor al celeste del Celta transmitido generación tras generación
"Roque estaba en mi colo, se sentó encima mía, pegó un salto a darme un abrazo y Xan con un vecino que estaba ahí al lado", recordaba Leví este lunes en Bembrive, lugar de residencia de estos tres socios del Celta. El padre reconoce que no fueron conscientes de la que se les caía encima hasta que al finalizar el partido empezó a recibir decenas de mensajes en su teléfono móvil.
Dixo un ilustrado o outro día que os seareiros dos equipos pequenos "desfrutáramos" das visitas do Madrid e do Barcelona porque poderían ser as derradeiras.
Agora dicídello a ese neno..
pic.twitter.com/HuQLXUgcvL— Gustavo Agulla (@GusAgulla) 31 de marzo de 2019
Roqué, que este sábado lucía la camiseta de Sergio Álvarez, reconoció que estaba muy nervioso ante el penalti, pero que cuando Aspas marcó el gol sintió "mucha alegría", su hermano Xan lo resumía a la perfección, "llegó Aspas y ganamos".
Los dos pequeños celtistas, de 8 y 10 años, no esconden que cuando el Celta iba perdiendo 0-2 el partido estaba ya sentenciado: "Yo pensaba que íbamos a perder, pero al final... ¡ganamos!", confesó Roque, la estrella este lunes de su colegio, "todos me dijeron que salí por la tele".
"Todo el año fue complicado, como padre, para llevarlos a los partidos, porque en estos últimos, cuando se perdía, que Iago no estaba y que las cosas se complicaban... trabajar con ellos de que hay que ir a animar al equipo no siempre es fácil", explicaba Leví llegando en algún partido a sobornar a sus hijos con chuches y pipas para que no faltasen a Balaídos, "algunas veces" le replicaban Roque y Xan.
"Le insistía mucho el porqué Iago seguía en el Celta para que ellos le diesen valor a la importancia del equipo, de estar unidos, de ser un equipo, haciendo mucho hincapié en el sentimiento por unos colores", continuó relatando Leví.
Los dos pequeños recordaban lo mal que lo pasaron hasta que el árbitro pitó el final de encuentro: "Estábamos muy nerviosos, sobre todo los últimos cuatro minutos diciendo.. ay, cómo metan..." en un partido donde les tentaron con no ir a Balaídos para seguir celebrando A Reconquista en el Casco Vello de Vigo.
"Dijimos que no, que este era un partido muy importante para los celtistas", aseguró Roque mientras que su hermano Xan no dudó en vaticinar una nueva victoria este miércoles en Huesca, "ganaremos 3-2 o 3-1".
El padre, Leví, recordó cómo empezó esta historia de amor con el Celta: "Empezó cuando nació Roque hace ocho años, por el tema de los celos. Entonces nos íbamos el mayor y yo para evitar los celos del pequeñajo, lo dejábamos en casa y nos íbamos Xan y yo. En cuanto Roque tuvo tres años ya nos íbamos los tres y hasta ahora que llevamos cinco años seguidos yendo los tres a darlo todo".
"Hasta hace no mucho, en el espejo del baño colocaban cromos de los jugadores del Celta para peinarse como ellos, pero igualar a la gomina de Nolito era imposible"
Leví se lamentaba que muchas veces, aunque los niños quieren ir al partido, no siempre pueden, "lo complicado son los horarios, es difícil prohibirles ir cuando es de noche", como ha sucedido este año con muchos partidos disputados los lunes, un horario que no es compatible con un niño que a la mañana siguiente se tiene que levantar para ir al cole.
Un mensaje para Aspas
El héroe del celtismo, el salvador de una tarde que se aventuraba aciaga, el ídolo de Xan y Roque, como de cientos de pequeños celtistas, es Iago Aspas. Los dos pequeños tenían algo que decirle al delantero: "Que nunca se vaya, que siga jugando como lo hace y siga defendiendo a la afición", pedían estos pequeños celtistas que junto a su padre encarnaron, en esos dos segundos mágicos e imborrables, el sentimiento que generación tras generación alimenta al Celta.