Crítica: Foxcatcher
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Foxcatcher y la ruina del sueño americano. Bennett Miller y su obsesión, a lo largo de sus tres películas, por intentar vislumbrar el camino para llegar al éxito y las pautas para lograrlo. Quizás sea la más terrorífica de las tres cintas de Miller (Capote y Moneyball ya sirvieron como ejemplo para sentar las bases de su cine) y la presencia de tres protagonistas de altura augura una experiencia cinematográfica sin paliativos.
Channing Tatum, Steve Carell y Mark Ruffalo componen tres personajes con una ideología diametralmente opuesta aunque inquietante en su carácter común. Todos ellos buscan con ahínco un éxito que les permita ser reconocidos de cara a la sociedad. Foxcatcher, aparte de tratar de desenmascarar el éxito por el éxito, también destripa al mecenazgo hipócrita, a esos adinerados magnates que apenas tenían conocimiento alguno de lo que estaban llevando a cabo pero siempre quisieron verse en sus más deseadas tesituras.
Aquí es cuando aparece la figura de Steve Carell. Su personaje, tétrico en su concepción, lleva a recordar el caso DuPont, en el que Dan Futterman se inspiró para la elaboración del libreto. La caracterización e interpretación de un actor que parecía encasillado termina por cerrar cuanta boca crítica se acerque a contemplar a un actor en plena exposición de talento. Foxcatcher inspira. De alguna forma, también consigue aterrorizar. Cierta sensación de suspense inunda el metraje. Quien desconozca el caso real, que se abstenga de investigar. Hay veces que es mejor dejarse llevar.