Crítica: Selma
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Este año, la polémica en los Oscars llegó de la mano de todo el equipo de la película Selma, que conmemora el 50º aniversario de los acontecimientos que tuvieron lugar en la marcha desde Selma a Montgomery, en el estado de Alabama, y que terminó con la ratificación del derecho al voto de los ciudadanos norteamericanos negros en un documento firmado por el entonces presidente Lyndon B. Johnson. En la ceremonia de este año, ninguno de los miembros del reparto estuvo nominado, ni tan siquiera (y pese a ser favorito en alguna que otra quiniela) su protagonista, David Oyelowo.
Selma tiene más interés en su fondo que en su forma, casi como sucede siempre que se trata este tipo de temáticas que pretenden servir de documento hagiográfico de un personaje histórico. En este caso, un Martin Luther King que en 1965 logró hacer realidad uno de los últimos escollos de la población negra en Estados Unidos: el derecho a ejercer la democracia.
Producida (e incluso en algún momento, interpretada) por Oprah Winfrey, la película invita a la más pura investigación sobre la marcha que se trazó en el estado de Alabama tras una serie de desgraciados acontecimientos que precipitaron los hechos narrados por Ava DuVernay. La película carece de una cierta crítica y resulta excesivamente condescendiente, no con Martin Luther King (demostrados quedan sus hechos en la Historia) sino con toda la situación política del momento. Al menos, y eso sí que es todo un favor, es bastante mejor que El mayordomo.