¿Está decayendo la temporada de 22 capítulos?
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En tres semanas comienza la nueva temporada televisiva en Estados Unidos, y llama la atención un fenómeno cada vez más frecuente, especialmente en la denominada midseason (el periodo de tiempo que va desde enero/marzo hasta mayo/junio), de las temporadas cortas, de 13 o 15 episodios. Y es que hace apenas cinco años, la norma era que la programación de ficción de las cadenas en abierto se compusiera de series emitidas habitualmente entre septiembre y mayo/junio, temporadas que tienen una media de 22 capítulos y que se ven interrumpidas varias veces al año. A mediados de diciembre empezará el parón de invierno, que puede durar hasta enero o finales de febrero. Si una serie regresa en enero, se puede dar otro parón tras emitir seis capítulos y volver con el resto de la temporada tras un mes y medio de descanso. Si la serie vuelve a finales de febrero, suele emitirse el resto de la temporada de un tirón o con pequeños parones de una o dos semanas. Son diferentes maneras de mantener una serie en antena hasta mayo/junio, y que van a variar en función de los resultados de audiencia que la serie haya hecho en sus primeros meses de emisión.
Pero la crisis económica del sector acabó provocando que las órdenes de episodios se redujeran, de manera que los 22 capítulos se quedan en 17 en algunos casos o no pasan de la orden inicial de 13, creando así series que trabajan de forma similar al cable en este aspecto. Porque, y con algunas excepciones, las series suelen recibir una orden inicial de 13 entregas, que se convierten en 22 (18 en algunos casos) si la serie funciona como se espera. Con el paso del tiempo muchas de las series se han quedado con ese formato más corto, y viven así su existencia. ¿A qué se debe esto? En gran parte al mundo del cable, cuya programación se compone de series que se emiten por épocas, habitualmente asociadas a las estaciones del año. Las temporadas suelen tener una media de 12 capítulos que se emiten de un tirón en la mayor parte de los casos. Hay que apuntar, sin embargo, que en los últimos años, y como manera de enganchar a la audiencia durante más tiempo, algunas cadenas de basic cable deciden emitir temporadas en dos partes, ya sea un largo parón de Navidad (The walking dead) o varios meses de diferencia (la quinta temporada de Breaking bad o varias series de Freeform, Disney Channel y MTV).
Por eso las cadenas en abierto también optan desde hace unos años por cambiar su anterior estrategia, donde solían dedicar el verano a las reposiciones, a emitir algún producto en el que no tenían mucha confianza, sabiendo que las audiencias no iban a ser grandes en esa época, o también a emitir co-producciones con Canadá, por dar un salto hacia delante y crear unas series veraniegas. Las pioneras fueron CBS y ABC. La elección de CBS fue inteligente: adaptar el libro de Stephen King y así poner en pie La cúpula (2013-2015), que tuvo tres temporadas. ABC eligió un culebrón y hacer un remake de serie británica, y así nació Infieles (2013-). La estrategia ha probado ser un éxito, con una temporada más corta (un menor gasto, que también importa) y el impulso a otras como ella. Extant (2014-2015), Aquarius (2015-), BrainDead (2016-) o las “reconvertidas”, las apuestas de audiencias discretas que se trasladan a esta época para ver si mejoran en audiencia, como Imborrable (2011-2016), Hannibal (2013-2015) o Bella y Bestia (2012-2016).
VENTAJAS DE LA TEMPORADA CORTA
Lo que no se puede contrarrestar es la mayor libertad temática del mundo del cable, donde hay mayores riesgos argumentales y menos o ninguna censura. Concretamente el premium cable es el lugar donde se va a trabajar con menos cortapisas, porque se puede recurrir a una narrativa de tramas generales, a desarrollar en toda una temporada; mostrar todo tipo de contenido sexual y violento y utilizar lenguaje sin censuras. Esto se debe a que no hay que complacer a anunciantes cuyos productos se publiciten en medio de una serie. Porque la influencia de la publicidad y la necesidad de atraer audiencias millonarias hace que las series en abierto tengan una narrativa episódica de tramas generales, que avanzan despacio porque conviven con historias autoconclusivas. Se cae también cada vez en contenidos serializados en abierto, pero pocas propuestas se atreven a no ser episódicas, y las que lo intentan –Desaparecida (2006), Secuestrado (2006-2007), The Nine (2006-2007), Crisis (2014), El secreto de Adam (2016)– no funcionan mucho, lo cual evidencia que los espectadores de proyectos en abierto no suelen estar interesados en una historia que requiera un seguimiento atento de los acontecimientos de cada capítulo. Excepto 24 (2001-2010), cuya marca dura ya 15 años, o Perdidos (2004-2010), que sabía enganchar a su audiencia.
Con temporadas más cortas se puede atraer también mayor talento actoral, ya que muchos actores y actrices han declarado a lo largo de los años que no firmaban para hacer televisión porque era un compromiso muy grande, de entre ocho y diez meses al año y un mínimo de siete temporadas firmadas de golpe. John Malkovich fue tentado para sustituir a William Petersen tras la salida del icónico Grissom de CSI: Las Vegas (2000-2015), pero tamaño compromiso le asustó. Finalmente le sustituyó Laurence Fishburne, que dejó las serie tras dos temporadas y media y desde entonces ha televisión o bien de temporadas cortas o bien en calidad de estrella invitada recurrente. Algo similar pasó con Glenn Close, que vio con interés la cantidad de papeles interesantes para mujeres en la pequeña pantalla, pero se fue directamente al cable, primero con un contrato de un año en The Shield (2002-2008) y luego protagonizando Daños y perjuicios (2007-2012), con un total de 59 entregas. Y así mil ejemplos más. Basta escuchar este extracto de una mesa redonda de actrices en drama del pasado mes de julio, donde casi todas las invitadas (Kirsten Dunst, Sarah Paulson, Jennifer Lopez, Regina King, Constance Zimmer) hacen temporadas de entre 10 y 13 capítulos, y sólo Kerry Washington y Julianna Margulies (de Scandal y The good wife respectivamente) hacen 22 al año.
La tanda de 22 nunca se va a marchitar del todo porque existen series-franquicia destinadas a vivir así, tanto en drama como en comedia, pero la calidad se concrentra en temporadas más corta, y eso es innegable. Atrás quedan los días de Joss Whedon y Aaron Sorkin, capaces de hacer esas temporadas sin caer en el relleno. Incluso los mejores creadores y guionistas de la actualidad admiten que es inevitable tener episodios más fuertes y otros más débiles. La nueva generación de espectadores no quiere relleno, y esto acabará por convertirse en la norma.