Crítica de la 3ª temporada de "Transparent"
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LA BÚSQUEDA CONSTANTE
Si una serie tiene una voz autoral bien definida, si su equipo técnico y artístico trabajan sin presiones innecesarias y si dicha voz tiene la libertad y el apoyo de los ejecutivos para fluir sin autocensura, la serie resultante será capaz de conjugar un ambiente de existir en un estado de gracia, que luego se transmite en pantalla. Esto no quiere decir que dicha serie sea perfecta, pero sí que ofrece lo mejor que tiene en cada episodio, que sus elementos fluyen armónicamente y que las decisiones son las acertadas para cada situación. Jill Soloway y su magna creación Transparent viven según estas curiosas circunstancias, y esta tercera tanda confirma el dominio del tono y la maestría para jugar con drama y comedia que las anteriores entregas iban ofreciendo, aunque con sus altibajos.
La historia continúa para la familia Pfefferman, con la adhesión oficial a los créditos de la musa de la creadora, Kathryn Hahn, actriz superdotada para cualquier género y con gran dominio de la gradación de su comicidad, y que aquí es la rabina Raquel, cuyo viaje de autodescubrimiento es importante para los guionistas, pero quizás menos para los espectadores. Porque el tema de la temporada es la espiritualidad, la paz interior, y cómo la consiguen estos desastrosos –dicho como un cumplido– personajes, a cada cual más egocéntrico e inmaduro que el anterior pero que como grupo están para el otro a la hora de la verdad. Pero lo que quiere decirnos Soloway con este reflejo es más que nada una crítica a la sociedad actual, donde nuestra insatisfacción es crónica. Parte de la gracia de la serie, para el que le funcione, es comprobar cómo los personajes llenan su vida con lo que les presenta en el camino y lo desechan desde que lo consiguen a tiempo completo. Ya sean relaciones, ocupaciones o estados de ánimo, nunca están felices con lo que tienen.
Incluso el mejor personaje de la historia, la nueva matriarca Maura, es ya observada sin su acostumbrado velo de protección. Porque puede ser transgénero, pero eso no impide que esté tan desnortada como el resto de su familia. Y merece la pena insistir, como se ha dicho y se seguirá diciendo, en la brillantez del trabajo de Jeffrey Tambor encarnándola, que le sigue dando multitud de premios y más que merecidas alabanzas. El reparto de la serie en sí es espléndido y se nota el clima de naturalidad que rige la política de dirección de intérpretes de Transparent, pero lo que conjura Tambor en cada mirada y cada gesto es pura magia. Y dicha naturalidad, que proporciona casi siempre los mejores momentos de la comedia dramática, también juega a veces en su contra, porque se nota que en las escenas hay espacio para la improvisación en acciones y diálogos, y se cae en lo meramente contemplativo y lo falso –no hay nada más falso que la fallida búsqueda de la naturalidad–, para detrimento general de la (notable) calidad de la serie.
Lo que no falla es el uso de los flashbacks en Transparent como el camino más directo a la excelencia. Ya fuera el grandioso Best New Girl (1.8) o toda la subtrama en Berlín de la segunda temporada, cuyo culmen llegó en Man on the Land (2.9), cuando la acción retrocede en el tiempo en esta serie los resultados son siempre alta calidad. En este caso tenemos el impecable If I were a bell (3.8), que relata momentos clave en la infancia de Mort y Shelly y nos ayuda a entender no sólo cómo acabaron juntos, sino las decisiones que tomaron en gran parte de su vida. El resto de episodios se limitan a seguir a la familia y sus devenires, haciendo que la acción la muevan los personajes. Algunos podrían llamar a esto arritmia narrativa, pero para el arriba firmante es una operación fascinante, que habla de una historia basada puramente en las emociones, sin grandes tramas ni vuelcos de guion necesarios.
Es cierto que su política de salto entre las múltiples subtramas hace que algunas queden más deslucidas que otras, como el viaje interior de la deprimida Raquel o el declive de la relación entre Maura y Vicki, pero lo afortunado de otras de sus historias –ese viaje por carretera entre Josh y Shea, la búsqueda de Elizah– compensa en parte, y convierte la temporada en un Todo un poco descompensando pero finalmente ganador. Es imposible no emocionarse con la escena en la que el doctor le cuenta a Maura que no va a poder operarse, o con los gritos de su abuelo ante su “perversión”. Y de la misma forma que nos dan pena Sarah, Josh o Shelly ante las decepciones que les acontecen. O nos agobiamos como Ali ante la extraña mezcla de ferocidad discursiva y dependencia de Leslie, su flamante nueva novia.
Porque Soloway logra con creces (sirviéndose para ello de un equipo de directores compuesto de cinco mujeres y un hombre transgénero y una sala de guionistas de similares proporciones, amén del fichaje de la joven actriz transgénero Sophia Gianni para ser Maura en el ya mentado If I were a bell) su objetivo de revelar que la experiencia transgénero es universal, y que aunque no estemos en la piel de Maura y puede que nunca lo estemos, lo que le sucede es plenamente entendible. Con una cuarta temporada concedida desde hace meses, Transparent tiene el complicado reto de mantener su actual estado de gracia y no perderse ante los atajos ni sucumbir a la fórmula indie, lo que le pasaba en sus comienzos. Sólo queda ahora esperar.
- Cadena: Amazon
- Duración: 10 capítulos.
- País y año: Estados Unidos, 2016.
- Creadora: Jill Soloway.
- Directores: Jill Soloway, Silas Howard, Stacie Passon, Shira Piven, Andrea Arnold, So Yong Kim, Marta Cunningham.
- Guionistas: Jill Soloway, Faith Soloway, Micah Fitzerman-Blue, Noah Harpster, Bridget Bedard, Ethan Kuperberg, Ali Liebegott, Our Lady J, Jessie Klein, Stephanie Kornick.
- Reparto: Jeffrey Tambor, Gaby Hoffmann, Amy Landecker, Jay Duplass, Judith Light, Kathryn Hann, Rob Huebel, Alexandra Billings, Zachary Arthur, Cherry Jones, Trace Lysette, Julia Butters, Anjelica Huston, Richard Masur, Kobi Libii.
- Fotografía: Jim Frohna.
- Música: Dustin O´Halloran.