Crítica del especial de Navidad de Sense8
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Han pasado ya ocho días desde que Netflix estrenó el especial de Navidad de Sense8 (2015-), que esencialmente podría verse como el primer episodio de la segunda temporada de la serie, que recordemos se estrena el 5 de mayo. Fueron 124 minutos que se pasaron en un suspiro y que para los seguidores de la ambiciosa serie fueron la destilación perfecta de lo que más nos gusta de Sense8: emoción, acción, sexo, humor. Aun así no se puede decir que fuera un episodio perfecto, porque no sólo sigue arrastrando sino que ha enfatizado uno de los grandes problemas de la serie (que los personajes se comuniquen en inglés en sus países de origen no angloparlantes), y hay alguna que otra carambola en el guion que Lana Wachowski & J. Michael Straczynski, con la primera dirigiendo además el capítulo.
En esencia, este capítulo ahonda más en las relaciones de los personajes pero evita avanzar las tramas en general, con la excepción si acaso de Lito, cuya vida da un espectacular giro cuando se expone públicamente que se acuesta con hombres, o Wolfgang, que experimenta las consecuencias de sus actos. Es curioso cómo se las ingenian los guionistas para lograr eso cuando tienen dos horas de metraje que llenar, pero lo hacen. El ritmo es por tanto algo más pausado de lo habitual, pero eso no resta ni un ápice de entretenimiento al especial de Navidad de Sense8, que desde que comienza y hasta que termina existe en su habitual equilibrio de profundidad y espectacularidad -más logrado lo segundo que lo primero-.
En esta ocasión se ha potenciado más, entendemos también que como signo de la evolución en la conexión de los sensate, esos momentos tan alucinantes en que los personajes se reúnen unos con otros, en esta ocasión con varios montajes musical al ritmo de Feeling Good, Hallelujah o Huff + Puff. La química entre los intérpretes es palpable, aunque la chistosa nueva adquisición, Toby Onwumere, no tiene el suficiente tiempo para dejar marca. Ese es otro de los problemas del especial y de Sense8 en general, que hay personajes que reciben algo más de atención que otros.
Pero si el capítulo funciona es porque la humanidad de los personajes está muy conseguida, sus trágicas historias tan bien esbozadas, que cuesta mucho no implicarse en sus dramas. Parte el alma ver a Sun en esa celda oscura y fría, angustia la visita de Whispers al padre de Will, o comprobar que la vida de Lito pueda desmoronarse por atreverse a ser quién es. Como parte de ese equilibrio, también emocionan momentos como la compresión de la madre de Lito, el profundo amor que comparten Nomi y Amaneeta o el descubrimiento de la nueva Van Damme. Si unimos a eso las brillantes reflexiones sobre el amor y el arte de Hernando o el poder del sexo que defiende Sun, el resultado final se acerca a la excelencia.
Sabremos más de la misteriosa Angelica y su relación con Jonas, o que hay una manera de bloquear la conexión sensate que puede ser la clave para salvar a Will. Aunque también se nos pide cómo espectadores que creamos que Nomi puede esconderse con esa facilidad, o que Whispers no habría capturado ya a Will. Esos parches de guion molestan, y si bien es cierto que en contraposición hay momentos mágicos y asombrosos, impide que Sense8 sea la grandísima serie que podría ser. El especial de Navidad se despide además con un potente cliffhanger que da comienzo a cinco meses de espera. Pero al menos tenemos la seguridad de que si el resto de episodios de la segunda temporada se parecen a este aperitivo, la espera valdrá la pena.