¿Qué diferencia a Los Increíbles de su secuela?
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Estrenada hace poco más de una semana con unos resultados de taquilla estupendos, Los Increíbles 2 (Brad Bird) busca su sitio dentro del canon de Pixar como una secuela superior o innecesaria, de los que la empresa tiene varios ejemplos. Curiosamente, lo que Bird ha escrito y dirigido es una continuación que se las apaña para caer en los tics de la secuelitis (una trama repetida, el uso y abuso de lo que funciona en la primera parte) y a la vez tener enjundia como nueva historia, que de hecho continúa literalmente la acción donde la dejó la primera.
A pesar de su acción trepidante y maravillosa, su efectivo sentido del humor, su bienvenida ambición y ese personaje irresistible que es Jack-Jack, Los Increíbles 2 no puede sino palidecer ante el recuerdo de su extraordinaria predecesora, estrenada en 2004 y ganadora del Oscar. Y la gran diferencia entre ambas, una que lastra Los Increíbles 2, es que siente la necesidad de remarcar su mensaje con una frustrante obviedad: la reivindicación de Ellas.
Dejando al lado debates sobre si tal reivindicación está más o menos lograda, ya que hay motivos para defender ambas posturas, Bird ha escrito una historia que, con una loable voluntad de celebrar la complicada labor de la madre de familia que trabaja, siente la necesidad de dejar machaconamente claro su mensaje, para que llegue bien a la platea infantil/juvenil. Y eso la diferencia de Los Increíbles (2004), que lanzaba sus mensajes sobre la importancia de la familia y la necesidad de comunicarse en una pareja sin caer en tales obviedades.
¿El público ha cambiado? Es cierto que estos 14 años están llenos de novedades en la recepción de lo audiovisual, y en la capacidad de la audiencia de consumir contenidos, pero asusta pensar que el mandato de Pixar ha sido el de evidenciar "la lección" porque el público es más tonto que hace una década.