Las estrellas echan un pulso a la FINA

En un año de transición camino de los Juegos Olímpicos de Tokio el foco de la natación mundial se centró en la revuelta contra la Federación Internacional liderada por las grandes estrellas acuáticas, que exigen un mayor protagonismo en la gestión de su deporte.

La demanda interpuesta por tres nadadores, entre ellos, la múltiple medallista olímpica y mundial, la húngara Katinka Hosszu, contra la Federación Internacional (FINA) por prácticas monopolísticas en un juzgado de Estados Unidos podría marcar un antes y un después en la natación.

Lejos han quedado los tiempos en los que la natación era un deporte de adolescentes que ponían punto final a su carrera a la conclusión de sus estudios universitarios, hoy en día la grandes figuras prolongan su trayectoria en muchos casos hasta bien entrada la treintena y reclaman un nuevo modelo.

Un nuevo paradigma que las estrellas creen haber encontrado en iniciativas como la auspiciada por la Liga Internacional de Natación (ISL), decidida a organizar un circuito profesional al margen de la Federación Internacional.

Proyecto con el que la FINA pareció acabar al forzar la cancelación de la prueba auspiciada por la ISL que debía disputarse a finales de diciembre en Turín y en la que tenían previsto participar algunas de las más rutilantes estrellas del momento, tras declarar "no aprobada" la reunión y amenazar con sanciones a los nadadores participantes.

La suspensión de la prueba desató una revuelta sin precedentes entre los nadadores, que mostraron públicamente su desacuerdo con el gobierno de la Federación Internacional y que concluyó con la demanda presentada en un juzgado de California a comienzos del mes de diciembre.

Una rebelión en toda la regla que la FINA ha tratado de aplacar con el lanzamiento de una nueva competición internacional millonaria, las "FINA Champions Swim Series", que arrancaría en 2019 y en la que junto a los premios en metálico, los nadadores recibirán un fijo por participar y la cobertura de todos sus gastos.

Propuesta que, por el momento, no ha acallado las exigencias de cambio de los más beligerantes, como el británico Adam Peaty, el vigente campeón olímpico y mundial de los 100 braza, que aseguró que la natación sigue anclada en la década de los setenta, o la húngara Katinka Hosszu.

"Mi deseo ha sido siempre llevar a la natación a un punto en el que los nadadores sean socios del organismo que la gobierna y no simples marionetas. La ISL nos toma en serio, no como la FINA", señaló la magiar.

Una batalla que, por trascendental que se antoje para el futuro de la natación, no ha podido eclipsar la irrupción de nuevas estrellas como el ruso Kliment Kolesnikov o los húngaros Kristof Milak y Ajna Kesely.

Aunque el trono de la natación mundial siguió en posesión de los estadounidenses Caeleb Dressel y Katie Ledecky, que incluso en un curso de perfil bajo no faltó a su cita con los libros de récords y estableció una nueva plusmarca universal -15:20.48- en los 1.500 libre.

Ledecky, que a sus 21 años dio este curso el salto al profesionalismo, fue una de las grandes triunfadores de los Pan Pacific disputados en Tokio, en los que la estadounidense se alzó con tres oros -400, 800 y 1.500- y un bronce en los 200 libre, donde fue superada por la canadiense Taylor Ruck y la japonesa Rikako Ikee.

Competición en la que Dressel, el rey de los Mundiales disputados en 2017 en Budapest, no logró brillar como atestigua el único oro -100 mariposa- que logró en el capítulo individual, tras verse relegado a la segunda plaza en las finales de los 50 y 100 libre.

Un resultado del que el estadounidense se resarció en los Mundiales de Hangzhou, su debut en la piscina corta, en los que Dressel sumó nueve metales -seis oros y tres platas-, entre los que destacó el triunfo que logró sobre el ruso Vladimir Morozov en los 100 libre.

A nivel español, los problemas físicos que impidieron a Mireia Belmonte participar tanto en los Europeos de piscina larga de Glasgow como en los Mundiales de corta de Hangzhou centraron todo el protagonismo en Jessica Vall.

Y la nadadora del Sant Andreu no defraudó tras lograr la medalla de plata en los 200 braza en unos Europeos de Glasgow, en los que Joan Lluis Pons subió por primera vez al podio en una gran competición internacional al colgarse el oro en los 400 estilos.

Metales que la delegación española no pudo repetir en los Mundiales de piscina corta de Hangzhou, en los que tuvo que conformarse con tres plazas de finalista, gracias al quinto puesto de Jessica Vall -200 braza-, el séptimo de Catalina Corró -400 estilos- y el octavo de Marina García -200 braza-.

Mucho más fructífero fue el 2018 para las selecciones españolas masculinas y femeninas de waterpolo, que sumaron hasta seis medallas tanto en Europeos como en Mundiales en las categorías absoluta, júnior y juvenil.

A la plata lograda por la selección absoluta masculina en los Europeos de Barcelona, se añadió el bronce logrado por los júnior en el Campeonato de Europa y la plata conquistada por España en el Mundial juvenil.

Un éxito que se repitió en la categoría femenina, donde el waterpolo español logró un bronce en Campeonato de Europa absoluto y dos oros en los Europeos júnior y el Mundial juvenil, que garantizan un brillante futuro.