El revés del tenis a la exclusión social
Ginés Muñoz.
Barcelona, 5 abr .- La busco, sin éxito, en las oficinas que la Federación Catalana de Tenis (FCT) tiene en el Centro Municipal de Tenis Vall d'Hebron. Alguien advierte mi rostro de extrañeza por no encontrarla en su mesa y me sugiere que me acerque hasta las pistas de GreenSet de la instalación olímpica: "Seguramente estará allí".
Efectivamente. Marina Bronchales se encuentra, vestida de corto, entrenando a Quico Tur, número 1 del ránking español en silla de ruedas durante nueve años, 17 títulos internacionales y Paralímpico en cuatro ocasiones (Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016).
"Yo necesito estar en pista", me responde con una sonrisa la responsable de Tenis Inclusivo de la FCT, cuando le explico que he ido a buscarla a la sede federativa pero me he encontrado su silla vacía.
Bronchales fue tenista hasta los dieciséis años, cuando lo dejó para dedicarse a la formación. Y recordármelo es su manera de decirme que, para implicarse de verdad en un proyecto como éste, hay que pisar la cancha y no quedarse encerrada en un despacho.
Su departamento aglutina hasta siete programas de inclusión distintos: tenis en silla de ruedas, tenis para personas con discapacidad visual, con riesgos de exclusión social, con discapacidad intelectual y con necesidades educativas especiales en edad escolar, tenis y salud mental y tenis en los centros penitenciarios.
"Somos la única Territorial que tiene un departamento dedicado exclusivamente al tenis inclusivo", subraya orgullosa. Y es que Bronchales lleva casi media vida -ahora tiene 38 años- dirigiendo la joya de la Catalana, el proyecto de "tenis para todos" del que se benefician cerca de 500 jugadores y que hace que esta federación sea diferente al resto.
Tur es la gran estrella, el referente, la punta del iceberg del tenis inclusivo español, aunque Marina Bronchales recuerda que la escuela de la FCT ha tenido a otros cuatro tenistas Paralímpicos "y eso es un éxito total".
Ahora, además, tienen una doble campeona de España, Marta Berduque, en la categoría B3 de 'blind tennis', el anglicismo con el que se conoce el tenis para personas con discapacidad visual.
Berduque se encuentra en la pista paralela a la de Tur, entrenando con la bola de espuma rellena de balines que emite el cascabeleo que le permite orientarse antes de ejecutar cada golpe.
A pocos metros, Quico hace una pausa en su preparación para contarme su historia. A los 20 años, sufrió un accidente de tráfico que le dejo parapléjico. Ahora tiene 42.
A las instalaciones de la Vall d'Hebron, donde se entrena tres veces por semana -a veces cuatro- llegó en 1999, fruto de un programa de rehabilitación a través del deporte en el que participa el Institut Guttmann.
Hace un año que pasó por última vez por el quirófano por culpa de las llagas que le causa estar tantas horas sentado en la silla de ruedas y ultima su puesta a punto para volver a la alta competición.
"Pensaba que esta operación sería la definitiva para retirarme como jugador, pero salí del hospital con tantas ganas que mi apuesta es clasificarme para los Juegos de Tokio 2020. Después, sé que acabaré trabajando aquí, entrenando a los chavales. Se lo debo a la federación, me ha ayudado muchísimo", afirma.
José Luis Montoya, más conocido como 'Peke', empezó a jugar en la misma época que Quico Tur, aunque era ocho años menor que él. "El tenis en silla de ruedas se me daba bien. Era como Ronaldinho, muy fantasioso, me gustaban muchos las filigranas, pero me faltaba seriedad. En la escuela, Quico ya empezaba entonces a ser un referente, pero al final yo cogí una camino distinto al suyo y tiré por la docencia", recuerda.
Bronchales considera a Peke "una pieza clave" del departamento: "Es una persona con una discapacidad que empezó como jugador con nosotros y ahora forma parte de nuestro equipo técnico. Representa la figura real de la inclusión, encarna el éxito de este proyecto".
A Peke le detectaron un tumor medular cuando todavía era una bebé. "Toda la vida he ido en silla de ruedas, no conozco otra realidad", explica con naturalidad.
Hace seis años, le ofrecieron sustituir la baja por maternidad de Marina y descubrió que enseñar se le daba realmente bien. Y es que nadie conecta como Peke con los chicos y chicas que vienen a entrenarse a la instalación olímpica.
"Que yo me encuentre en sus mismas condiciones me da un valor añadido en el tú a tú, en el trato directo con ellos. Si yo les digo que a esa bola se puede llegar y me ven llegar a mí, entonces saben que esa bola es posible", razona.
A su espalda, Alba y Marta, las dos jugadoras de 'blind tennis' que ahora mismo tiene la FCT, están trabajando en la pista. Y aunque Peke sigue charlando animosamente conmigo, de vez en cuando se gira hacia ellas para no perderse detalle de su evolución.
Alba acaba de empezar a jugar, pero Marta ha ganado los dos últimos campeonatos de España. "No falla ningún lunes, haga viento o frío, es todo espíritu, todo competitividad", me apunta orgulloso.
A Marta Berduque, que está a punto de cumplir 47 años, le diagnosticaron, hace cinco, miopía magna agresiva. "Con el ojo izquierdo no veo prácticamente nada y del derecho me queda una visión residual", precisa.
Empezó en la ONCE corriendo 3.000 metros, pero tuvo que cambiar el atletismo por el tenis por una lesión en el tendón de Aquiles. "A tenis ya había jugado de jovencita y me reenganché. Y creo que el haber jugado cuando veía bien me da una ventaja", afirma Berduque, quien me invita a cubrir el torneo internacional que se disputará en Benidorm el próximo mes de junio.
"Al Internacional de Irlanda del año pasado no pude ir por lesión y en este quiero llevarme una copilla", me confiesa con un sonrisa pícara.
Para Marina Bronchales, "trabajar con este grupo de jugadores es un aprendizaje constante". También con el equipo técnico: "Ahora somos siete. Tenemos una base muy sólida, todos son muy buenos, pero lógicamente nos faltan recursos económicos".
De tener un preparador físico, un fisioterapeuta o incluso un 'coach' o un psicólogo, ya ni hablamos. "Primero hay que cubrir las necesidades más básicas", señala. Por ejemplo, faltan más sillas de ruedas adaptadas y cada bola oficial de 'blind tennis' cuesta 20 euros, porque las traen de Japón.
Para afrontar todos estos contratiempos, la FCF cuenta con diversas entidades colaboradoras en función de cada proyecto, como Sound Tennis, la Unión de Federaciones Deportivas de Cataluña (UFEC), la Generalitat o el Ayuntamiento de Barcelona. Sin embargo, el departamento de tenis inclusivo no se nutre del voluntariado.
Marina Bronchales me justifica este decisión. "Creemos que las personas que se dedican a este proyecto tienen que cobrar un sueldo y que los jugadores deben pagar una cuota, aunque sea simbólica, para dar valor al trabajo que hacemos", sentencia.