Del silencio de Guaita a las lágrimas de Fornals: el duro trago de jugar con la mente puesta en los tuyos
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La imagen de Vicente Moreno, Pablo Fornals o Guaita junto a las voces de muchos jugadores y entrenadores dejan claro que el fútbol debe parar cuando la sociedad tiene su pensamiento puesto en una tragedia como la de la DANA
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En las últimas horas el fútbol está viviendo un debate en el que muy pocas voces discrepan de lo que a todas luces parecería la decisión más lógica. Parar. Dijo este lunes Carlo Ancelotti que el fútbol es una fiesta. Con cientos de muertos provocados por la DANA en Valencia y con la incertidumbre cruel del número de desaparecidos, no tocaba fiesta. Algunos se preguntan por qué el fútbol y no otros ámbitos del mundo del ocio. La respuesta no es difícil. Porque ningún espectáculo llega tan lejos y porque ningún espectáculo une más a las regiones y a sus gentes que aquel que lleva impreso en las camisetas y las bufandas los nombres de las provincias, de las ciudades y de los pueblos.
Lo que hace apenas cuatro días era solo una opinión, la de parar el fútbol, mayoritaria, de pura lógica, pero una opinión a fin de cuentas, hoy parece una certeza incontestable. Contaba Juanma Castaño en El Partidazo de Cope de anoche, lunes 4 de noviembre, que el programa de radio había intentado hablar con Vicente Guaita después del Celta de Vigo - Getafe. El club gallego rehusó poner al jugador ante un micrófono argumentando que no estaba para hablar. Ese silencio o las lágrimas de Pablo Fornals o la imagen de Vicente Moreno sacando barro después de haber dirigido al Osasuna son la prueba inequívoca de que la jornada tenía que haberse detenido.
Parar el fútbol por la DANA, ¿hasta cuándo?
¿Y hasta cuándo? Esta pregunta es probablemente la más complicada de resolver, pero desde luego, si hay un lugar donde encontrar la respuesta está en la voz de los protagonistas. Jugadores y entrenadores que se están viendo obligados a ofrecer un espectáculo festivo en mitad de la tragedia. En especial, aquellos que tienen familiares y allegados en las zonas afectadas. La oportunidad la tiene ahora el fútbol ante una nueva jornada de LaLiga. Escuchar a equipos como Valencia o Levante se antoja imperativo. Y desde cualquier estamento del fútbol debería llegarles el mensaje inequívoco de que pidan lo que necesiten, que se les dará.
El fútbol como espectáculo sanador... ¿para quién?
Algunas voces, no muchas, que discrepan sobre la necesidad de parar el fútbol argumentan que el espectáculo sana. Que la fiesta del gol y la solidaridad de las gradas debe servir de catalizador del dolor provocado por la DANA. No. No cuando aún se está buscando cuerpos bajo el lodo. Ese argumento me ha recordado a una escena de la película Watchmen, cuando Rorschach relata con un chiste la contradicción entre la figura del showman (aquí, los jugadores) y la tragedia:
Un hombre acude al médico porque está deprimido. Le cuenta que su vida se ha convertido en una experiencia cruel e insoportable. Que se encuentra solo en el mundo y que el futuro se la aparece como algo vago e incierto. El médico le contesta: “Hombre, la solución es fácil, resulta que el gran payaso Pagliacci está estos días en la ciudad, vaya a verlo esta noche y seguro que se animará”. Entonces, el hombre se echa a llorar y replica: “Pero, doctor, yo soy Pagliacci”.
¿Qué clase de espectáculo va a dar un futbolista que tiene puesta la mente en sus familiares que lo han perdido todo, en sus vecinos que no tienen apenas qué comer o en un amigo que aún busca entre las ruinas a algún desaparecido?