El Deportivo lucha contra sus propios fantasmas: tres meses sin ganar lejos de Riazor
El Deportivo encara el último mes de competición envuelto en una espiral de inconformismo que merma la moral de la plantilla. Incapaz de ganar fuera de Riazor y, por tanto, de enlazar una racha ganadora, los de Borja Jiménez afrontan un tramo final de temporada en la que el objetivo debe ser mantener la segunda plaza y llegar en máxima forma a la fase de ascenso.
Abril roza su ocaso. En Orzán se arropan los primeros bañistas apurando un verano que todavía asoma en el horizonte. Riazor huele a salitre. Los ecos de las olas tartamudean con exigencia. Es un final de temporada más para el público de A Coruña. Una ciudad que hace tiempo que no sabe lo que es llegar en apogeo a los meses finales de competición. A diferencia del júbilo que empieza inundar las arenas vecinas, el aficionado deportivista ya no sabe qué sentir cuando su equipo salta al campo. El Deportivo navega en una competición de la que fue líder y cuyo objetivo debía ser el ascenso directo, pero las aguas han sido turbulentos y han obligado a cambiar la ruta.
El cuadro herculino es segundo clasificado, depende de sí mismo para todo, pero el cielo todavía sigue negro. Los hinchas, que nunca han dejado de lado a su equipo, temen que se repitan desenlaces anteriores. La ilusión se ha desvanecido y al aficionado deportivista, lo que le invade, es el temor de la desilusión. Como un turista que llega a la playa esperando sol y se encuentra la tormenta. El Deportivo se ha convertido en sinónimo de duda. Han pasado 89 días desde la última vez que la Ciudad de Cristal celebró una racha de victorias.
La irregularidad fuera de casa hace mella en un Deportivo que lucha contra sus propios fantasmas
La realidad del Deportivo no es sencilla. Para el vestuario, moralmente no es fácil mirar al espejo y solo ver errores. La batalla contra uno mismo se ha entorpecido por dos motivos. Los blanquiazules han empeorado sus números de la primera vuelta y, en la carrera, compiten con un caballo fantasma al que es imposible alcanzar. El Racing será campeón por mérito propio y no por demérito coruñés. Los números no engañan. Juntando ambas ligas, el Racing también sería campeón en el Grupo II, en el que el Dépor estaría a dos puntos del liderato. Santander y la primera vuelta han puesto el listón demasiado alto.
A los pupilos de Borja Jiménez les ha penalizado jugar fuera de casa. Este fin de semana, de nuevo, tropezaron en la visita a Talavera de la Reina. Otro partido donde "hay que hacer más". Otro encuentro que acaba en decepción. El aficionado coruñés se ha puesto la exigencia de ganar cada fin de semana, y no es para menos. No hace falta recordar quién es el Deportivo. No hace falta recordar que en las playas de Riazor se han bañado algunos de los grandes jugadores de épocas pasadas. Cada rival lo deja claro compitiendo como si fuese su último día. Pero, como no valen las excusas, los números son claros. El Dépor, aquel predestinado al ascenso, no gana fuera de casa desde hace 12 semanas. No encadena dos victorias consecutivas desde hace 89 días. No sabe lo que es tener tranquilidad desde que venció en Zamora.
Las victorias dan certezas y la certeza otorga seguridad. El Deportivo afronta el tramo final de temporada con las dudas propias del inconformismo. La incertidumbre de aquel que aspiraba a todo pero sabe que el éxito es frágil. Lo que suena en Riazor no es inconformismo. No es soberbia. Es miedo, miedo a una nueva decepción. A Valencia, Real Sociedad o Mallorca. Miedo a volver a caer. La derrota humaniza, que dijo Arsenio, aunque Riazor ya es demasiado humano.