Messi es de Oro
De nuevo Lionel Messi, esta vez en el minuto 85, surgió al rescate del FC Barcelona, doblegó al Atlético de Madrid y devolvió al conjunto azulgrana al liderato en el estadio Wanda Metropolitano, escenario de un duelo competido que resolvió el de siempre con la indispensable colaboración antes de Ter Stegen.
De las paradas del guardameta alemán en el primer tiempo al gol definitivo, otro más, del atacante argentino, el factor que desbordó un combate intenso, que pudo ganar cualquiera, pero que ganó Messi, con una pared con Luis Suárez y un certero zurdazo, de manual, que fue inalcanzable para Jan Oblak cuando el choque apuntaba al 0-0.
Treinta goles le ha marcado ya el '10' azulgrana al Atlético, que se aleja de la Liga en el partido en el que había reconstruido una versión más que reconocible, consciente de que no había margen para el conformismo. Con ambición y determinación, su puesta en escena fue muchísimo más que esperar al Barcelona o asistir a su posesión.
Le presionó la salida de la pelota, se la arrebató con cierta premura en unas cuantas ocasiones y le propuso un jeroglífico inicial al equipo azulgrana que no acertó a controlar hasta un buen rato. Para entonces, con Júnior desbordado por la banda izquierda, el Barça había sobrevivido entre el poste y, otra vez, Ter Stegen.
El palo repelió la primera ocasión, en un centro de Mario Hermoso que tomó camino a la portería por el despeje fallido de Júnior; en la segunda el portero surgió con otra parada de esas que tienen hasta algo de milagro cuando paró lo imparable con el tacón izquierdo, cuando el remate también de Hermoso, parecía gol o gol... salvo para el sensacional guardameta alemán, el mejor ya entonces.
Fue crucial para sostener al Barcelona en un momento más que comprometido, del que salió de repente, casi sin intuirlo, cuando el mexicano Héctor Herrera emborronó su imponente encuentro con su único fallo; un balón perdido que no terminó en nada mas porque Rakitic conectó un remate flojo cuando divisaba sólo a Jan Oblak.
Más allá de la ocasión, fue un punto de inflexión. Ya no se sintió el Atlético tan certero con su plan. Ni táctica ni ofensivamente. Y el Barcelona recuperó instante a instante algo de su figura, a través de la posesión, pero también de la profundidad, de las apariciones de Messi y del reencuentro con el remate: Luis Suárez voleó fuera primero; Piqué cabeceó al larguero después.
Y, entre medias, Ter Stegen lo salvó otra vez, a un testarazo de Morata. Su intervención, de nuevo decisiva, reafirmó unos reflejos al alcance de muy pocos, de casi nadie, cuando el partido era un vaivén sin ninguna certeza y cuando Griezmann, abroncado cada vez que contactó con la pelota, pasaba inadvertido. Al descanso, 0-0.
Todo estaba ya equilibrado. En esa calma tensa que supone tener enfrente a Messi, más en la creación, casi como un centrocampista, que en torno al área o en la definición, bien vigilado por el Atlético, que también demostró argumentos para sentirse capaz de hacer daño al contragolpe, de nuevo con Héctor Herrera al mando.
No había noticias ni de Griezmann ni de Luis Suárez. Tampoco de Joao Félix. La posesión y las ocasiones, aún esporádicas, eran del Barcelona; la resistencia del Atlético, ya más incrustado atrás. Lo intentó Messi y lo paró Oblak, con más apuros de los que le proponía el tiro del argentino. También atajó un contragolpe del uruguayo.
Más expuesto el Atlético y más ofensivo el Barcelona, el partido había cambiado. Simeone recurrió a Vitolo, pero reemplazó a Joao Félix, cuando el encuentro y la amarilla de Correa presuponían otra elección como sustituido. El técnico recibió pitos del público, que estalló de verdad cuando Mateu Lahoz entendió que una falta de Piqué con pinta de amarilla -ya tenía una- no merecía tal sanción. Luego, quizá, compensó cuando no amonestó a Vitolo por una entrada.
Aún quedaba un cuarto de hora. Un mundo en un partido que podía ganar cualquiera. Lo demostró de nuevo con otra ocasión de Morata, a punto del 1-0, cuando ya todo se movía en el filo de un error o de un acierto. Sin imprudencias, pero sin renunciar a la victoria y sin Piqué, golpeado en una rodilla y sustituido a ocho minutos del final.
Y no hay nadie que acierte más en el fútbol mundial que Messi, que conectó con Luis Suárez en la pared y definió el choque, como tantas y tantas veces. Es el líder del Barcelona y de la Liga.