Pelotari Mikel Goñi
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Sábado 17 de octubre de 2015. En el frontón Bizkaia, ubicado en el barrio bilbaíno y minero de Miribilla, Juan Martínez de Irujo y Mikel Urrutikoetxea se encierran en una jaula de cuatro y medio de largo por el ancho reglamentario ese que nunca cambia.
Lo estoy leyendo y no me inmuto. Tampoco siento que nada se me remueva por dentro. Y eso que los ´pájaros´ que, el uno al otro, pretenden desfigurarse a picotazos son de cuidado. Irujo: actual campeón del ´acotado´; Urrutikoetxea: rey en vigor del manomanista…
No sé muy bien lo que me pasa, pero me preocupa mi desafección al deporte nacional de mi tierra vasca. Me enganché a él con Julián Retegi, el ´Leñador de Erasun´. Aquellas finales de solsticio de verano frente a Ladis Galarza y Joxean Tolosa. Y enganchado a su orgullo, ardor, arrojo, talento y clase me arrastró hasta perderlo un día de vista en el ´Artza´ de Bermeo.
Me quedaba Titin, el ´Augusto´ emperador, y a él me aferré, aunque fuera riojano y futurible del PP. Y cuando todo parecía perdido, la naturaleza se desató trayendo a la pantalla de la televisión de mi casa, como un ciclón, a una suerte de Sansón, forzudo, sí, pero hábil como nadie por haber sido capaz de cambiarle, mediando engaño, a David mano por onda y pelota por piedra. Un genio. Lo tenía todo. Esa derecha que hacía pequeño el largo de la cancha. Esa izquierda demoledora. Ese encanto. Ese tirón. Ese meterse a la gente en el bolsillo y llevarla de festival en festival llenando siempre frontones. Me encantaba Mikel Goñi. Me fascinaba el pelotari de Oronoz-Mugaire. De naturaleza desatada se ha hablado. Pero un buen amigo de primeras me alertó: Es un ´elemento´ que no tiene el control de sí mismo; un frágil juguete que más pronto que tarde se romperá. Ladrón de sueños, le llamaba a mi amigo. Déjame soñar, le reclamaba. No me despiertes, le suplicaba.
Hazte a la idea, chaval, me sermoneaba: Mikel Goñi no tiene futuro, y su presente se está apagando. Y, para mi disgusto, resultó tener razón el agorero. El tiempo, en plazo breve, toda entera se la dio. Mal asesorado, y peor acompañado, Mikel Goñi se fue difuminando entre la niebla de su valle de Baztan luego de días de farra, noches sin sueño, partidos suspendidos por su empresa, Aspe, para evitar el bochorno de perder con un ´saldo positivo´, y desidia total en los entrenos.
Cómo es posible que desperdicie tanto talento, me decía, que tire por tierra el gran contrato que le ofrece la vida, que le haga ascos a tan digna profesión. Él es así, me contestaba mi amigo. Y los que como Mikel Goñi son no tienen cura, si acaso un sacerdote que les dé la extremaunción al final de sus días de pelotari… El tiempo, el implacable, el que pasó, a Mikel Goñi le dio de bofetadas, a mi amigo, la razón, y a mí… una huella muy triste en el corazón me dejó. La última vez que lo vi fue en un ´bolo´ de Sestao. Jugando contra un chaval, él, que lo había sido todo. Mientras Aimar Olaizola y Martínez de Irujo siguen bregando, Mikel Goñi como un personaje del literato euskaldun Anjel Lertxundi ha terminado. Como Domingo, el marido de Marcelina, el apostador de ´Hamaseigarrenean, aidanez´.
Un hombre joven tumbado en el suelo de una campa. Boca arriba. Coge aire. Pecho inflado. Sobre su vientre saltan y saltan los que al Aconcagua y a la Patagonia van con la intención de conquistar el fin del mundo. Conquistó Mikel Goñi Martikorena un día mi corazón. Pero también lo ha destrozado. Casa de los sueños. La Florida. Portugalete. Luis Mari Pérez, ´Kuitxi´. Periodista.