La 'tristeza infinita' por Javier Uría
Fue un momento muy triste. De una "tristeza infinita", como la definió el por entonces entrenador Félix Sarriugarte en el plató de Canal Bizkaia. Javier Uría, presidente del Athletic Club de Bilbao, falleció el miércoles 18 de junio del año 2003. Lo hizo después de librar una dura lucha contra el cáncer de garganta que padecía desde aproximadamente dos años atrás, casi el mismo tiempo que llevaba de presidente de la entidad.
Desgraciadamente cumpliendo su sueño de fervoroso athleticzale, ser presidente del Athletic, la salud le abandonó. Uría, de 41 años, casado y con tres hijas, había intentado compatibilizar el tratamiento de su enfermedad, que nunca ocultó, con sus responsabilidades laborales y deportivas; lo que hizo que en ocasiones y durante diferentes periodos, como ocurrió en sus últimas semanas, desapareciera de la vida social del Club.
Empresario de profesión, exalcalde de su pueblo natal, Zeberio, y vicepresidente de la Cámara de Comercio de Bilbao, accedió a la presidencia del Athletic Club en junio de 2001 para sustituir a su excompañero de junta José María Arrate.
Su fallecimiento implicó, según los estatutos del Club, que la presidencia fuera asumida hasta la conclusión del mandato, en 2005, por uno de los vicepresidentes, como fue el hoy residente en Cánada, Ignacio Ugartetxe.
En aquellos días sombríos, en la sede del club, el palacete de Ibaigane, ondeaba la bandera del Athletic con un crespón negro. Hasta allí se acercaron numerosos representantes del Club y de la sociedad vizcaína.
Tanto el entrenador del primer equipo, el alemán Jupp Heynckes, como el entonces capitán, Julen Guerrero, llegaron a la sede, adonde también se desplazaron el director deportivo de la entidad, Andoni Zubizarreta y el adjunto a la presidencia del club, José Ángel Iribar, además de otros miembros de la por entonces Junta Directiva.
El diputado general de Bizkaia, Josu Bergara, y el predecesor de Uría en el cargo, José María Arrate, también se personaron en el lugar. Todos tristes y sobrecogidos, se había ido demasiado pronto, un hombre joven que apenas pudo cumplir su gran sueño.