Nueve años ya sin la sonrisa perenne de Txutxi Aranguren
21 de marzo de 2020: noveno aniversario del fallecimiento de Txutxi´ Aranguren. El que fue jugador del Athletic Club y entrenador rojiblanco y del Alavés, entre otros clubes, fallecía un 21 de marzo de 2011, apenas asomando la primavera de forma repentina a los 66 años. Un infarto cercenaba la vida del exleón que disputó 247 partidos con el Athletic durante trece temporadas, entre 1962 y 1974, en las que marcó 4 goles y consiguió 2 Copas del Rey, del entrenador del juvenil del club entre los años 1976 y 1978 y del director deportivo de éste hasta junio de 1994.
En ElDesmarque Bikaia queremos rendir tributo a su memoria recordando la firma que le dedicaba en 2016 Samuel Agirre:
Dedicatoria: A José Luis Artetxe, 'caído' el 19 de marzo de 2016. A Nico Estéfano, fallecido el mismo día. A Estéfano, sí, cómo no hacerlo… si fue mi entrenador en el Club Portugalete donde tan profunda huella dejara; si con él ganamos el 'Trofeo Hierro', 1979, campo de Mallona, dos goles a uno frente al ´Llodio´ de entonces. Al pasar a su lado, le saludé con un "Agur!" que le hizo desviar su mirada buscando mis ojos mientras me correspondía con un gesto de "¡Perdón!", otro "¡Agur!" muy caluroso…y esa sonrisa sempiterna que causaba envidia y admiración. Era él. Aranguren. Jesús Aranguren Merino. Lateral derecho que jugaba por la izquierda en aquel once de lujo que los niños de mi generación aprendimos de memoria…
Entre los tres palos, de portero, el 'Txopo', es decir, "Iribar es cojonudo y como Iribar no hay ninguno". En la retaguardia, defensa de tres para Sáez, Etxebarria y Aranguren. Repartiéndose el trabajo en el centro del campo, Igartua y Larrauri, el 'Zapatones'. Y en la delantera, el lujo, el talento, el 'quinteto de la muerte', muerte para el equipo rival, porque ellos, a día de hoy, siguen vivitos y coleando…y que Dios me los conserve por muchos años: Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y Rojo 'polvorilla'.
Jesús Aranguren Merino. Hijo de Goya, mujer que compartió chapa y pucheros con la tía Licesia en el Hotel de Portugalete, 'de los pobres' llamado, no en vano era intención del indiano Manuel Calvo Agirre ayudar a los menesterosos con los beneficios del local cuando el edificio se empezó a levantar luego de su regreso de Cuba donde había hecho fortuna con los 'Ingenios' del azúcar de la caña.
'Txutxín', cariñosamente llamado, nació en Portugalete el 26 de diciembre de 1944. Tenía, pues, Txutxi Aranguren, 66 años la mañana del saludo. Una sonrisa perenne y estaba más sano que una lechuga. Era un juvenil de 17 años cuando, procedente de las categorías inferiores del Sestao Sport, debutó con su Athletic en el Arcángel, feudo del Córdoba (1 a dos goles para el Athletic).
Luego de trece temporadas defendiendo el escudo rojiblanco, y sin que nadie osara a toserle para retirarle de su puesto, a petición propia, el club invalidó su carné de futbolista, tan sólo eso, porque colgar las botas no hizo. Con ellas puestas, y un chubasquero rojo protegiendo su cuerpo de un ligero sirimiri, lo vi yo en el año de su retirada, desde el balcón de la Casa de los Sueños, una tarde, evolucionado sobre el verde en compañía de la plantilla del Club Portugalete.
Emocionado por su carácter legendario, llegué a pensar, cosa no extraña viéndole donde le veía, que había venido a La Florida para entrenar al equipo gualdinegro en el que un día yo había jugado…o jugaría. Mi gozo, en un pozo. Muy altas eran las miras de Txutxi Aranguren. Y su mundo, tan ancho y largo como el del 'Capitán Tan': Cantera de Lezama, Bilbao Athletic, Deportivo Alavés, Real Sporting de Gijón ("Gracias, Txutxi, por hacerme debutar", habría de decirle Luis Enrique a su entrenador al enterarse de la dolorosa noticia de su muerte), R. C. Recreativo de Huelva, Cartagena F. C., R. C. Deportivo de la Coruña, C. D. Logroñés, Athletic Club, Levante U. D. , F. C. Cartagena. Deportivo Alavés B., donde se retiró (para estar día y noche al lado de su esposa, muy delicada de salud) gozando de una edad insultantemente joven para un entrenador de fútbol.
Dos copas del 'Generalísimo' como jugador; como entrenador: educador, ascensor, apagafuegos y revulsivo. Dicen que buscaba la brisa, el salitre y el yodo del mar en favor de la salud de la madre de sus hijos.
El 21 de marzo, por la mañana, acudió al Hospital de Cruces con su esposa, que estaba muy mala, la pobrecita. Su esposa, su querida esposa, la mujer por la que aceleró su retirada de los banquillos, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, y Txutxi Aranguren cumplió a rajatabla el juramento hecho en el día de su boda.
Cruces. Maldita palabra. Si cuando le saludé la mañana del domingo anterior al día 21 de marzo él me hubiera dicho, Samuel, el 21 voy con mi mujer al Hospital de Cruces, le podría haber alertado del serio riesgo que corrían, así su esposa como él. Por qué, me habría preguntado, qué mejor sitio que un hospital para mejorar la salud de mi amada, Ya, pero es que Cruces no es en realidad un hospital, es, y te lo digo porque lo he sufrido recientemente en mi cuerpo y en mi mente, un Laberinto, un Laberinto en toda regla, un Laberinto como el que Dédalo, arquitecto afamado, y, a la sazón, padre del desgraciado Icaro, construyó en la isla de Creta para hostigar, someter e incluso matar, uno a uno, al culto pueblo ateniense que sabía de geometría, aritmética, matemáticas y filosofía.
Pero es que lo que tú me cuentas, Samuel, es mito y no historia, Ya, mito, sí, pero es que los mitos, como nunca mueren, son capaces de matar de manera sutil y sibilina. No vayas, Txutxi, el Laberinto es un callejón sin salida. En el Laberinto sigue el Minotauro haciendo de las suyas. El Minotauro, ya sabes, ese monstruo, esa bestia con cuerpo de hombre y horrible cabeza de toro.
Pesan, por asesinato, muchas causas sobre él. Y, además, ni tú eres Teseo ni tu mujer se llama Ariadna. Si acaso un club (Club, palabra inglesa, se traduce al castellano como ovillo)…en tu mano y en la puerta…y el hilo que se desmadeja arrastrado por el nudo que le hiciste a ella en uno de los dedos de su mano mientras se adentraba en las entrañas de una cueva mortal…
Ya es tarde. No se puede hacer nada. Y de alguna manera, o quizás de todas las maneras, me siento culpable, Y cuando hablo de culpa, no lo hago en un sentido figurado: soy culpable de esa muerte por haberle perdido el rastro más íntimo, el familiar, al jarrillero Aranguren luego de que se difuminaran los fastos del Centenario del Club Portugalete. Si mi apego hubiera sido perenne, habría tenido más de una oportunidad de decirle a este ilustre jarrillero que a Cruces, más que a curarse, va uno con pensión completa pagada para acelerar el proceso de su propia muerte.
Ella es la que estaba enferma, cierto es. Pero es tal la influencia negativa que ese puto hospital tiene en el ser humano, que uno puede ir de visita…y terminar saliendo con los pies por delante dentro de un féretro con una cruz claveteada.
Como es el caso si cambiamos la visita por una cita o una urgencia. De repente, mientras a ella la trataban, se sintió mal. Pero mal, mal. Un fuerte dolor en el pecho. Las venas son ríos que bajan con agua roja y muy gruesa. El corazón que no da abasto. El corazón que se para. Se detiene el reloj.
Día 21 de marzo, Laberinto de Cruces, por la mañana. En vano intentan los médicos reanimar al futbolista Aranguren. Se les va de las manos; se les muere en los brazos, Dios, tanto amor…y no poder hacer nada contra la muerte: una sombra de hombre y de toro a la vez, una risa diabólica, el Minotauro ha vuelto a matar en el Laberinto de Cruces: ¿a qué esperamos, camaradas, para dinamitar el hospital?...
¿Cuántos muertos más debemos poner encima de la mesa para armarnos de valor y liquidar al Minotauro?...Si esperamos que Teseo y Ariadna nos hagan el trabajo sucio, seres humanos, como Txutxi Aranguren, con una salud de hierro y unas ganas tremendas de seguir regalando sonrisas por doquier, seguirán cayendo sin una causa aparente…
La luctuosa, la terrible noticia corre como la pólvora incendiada y, amén de instalarse en los mentideros de la Villa, se expande por todo el planeta fútbol colonizando estadios con los corazones rotos de todos los aficionados al fútbol propietarios de una pizca de sensibilidad. Sus dos hijos, abatidos.
La familia del Athletic, derrotada. Amable se nos viene abajo porque acaba de perder a un gran compañero, al que había aprendido a querer con tanto roce como provoca la convivencia intensa de dos presidentes al alimón. El templo religioso que acoge el funeral (la iglesia de San Ignacio) presenta una entrada hasta la bandera que ondea en lo más alto del cielo de la Catedral. A punto de reventar la iglesia, taquillas cerradas, cartel de “No hay billetes”, ni revendedores que tengan la desvergüenza…
Es la despedida de Txutxi. El último partido de Aranguren. Perfecto. Su labor callada. Su fútbol sencillo pero tremendamente eficaz. Partidazo. Y así lo reflejarán los medios de comunicación en sus diferentes soportes. Al Cielo se va por la izquierda porque el fútbol lo inventaron los ingleses.
Y en el Paraíso, quién…y el presidente Uría, y directivos, y Zarra, Pitxitxi, Gainza, Eskalza… Una liga como la de la Tierra. Partidos cada domingo y en abierto. Uría preside, Txutxi Aranguren entrena, Panizo crea y Pitxitxi y Zarra golean. Es el Athletic. Ese otro Athletic: el Athletic de los ausentes…
Irreversible la tragedia. No hay vuelta atrás para devolver a Txutxi la vida. Y cuando uno cree que la existencia ya se ha cobrado lo suyo con creces, zas, la guadaña, zas, el Minotauro, zas, el apartado final de aquel contrato leonino que firmó la esposa de Aranguren al nacer: muere ella al de pocos meses dejando en una triste y dolorosa orfandad a dos hijos que no aciertan a entender qué cosa mala han hecho ellos para merecer semejante castigo…
La noticia del óbito no tuvo, ni por asomo, el mismo eco que el adiós repentino y sorpresivo del futbolista, y eso, señoras y señores, no le hace ni pizca de gracia a Jesús Aranguren que está en los Cielos, Era mi mujer, el tercer componente del matrimonio que formábamos: ella, yo… y el amor que nos unía.
No hay amor en la tierra, acaso, quizás, tal vez en el Cielo… si es que el Cielo existe. A él se aferran los dos hijos de Aranguren, que se sintieron, sobre todo Borja, arropados con los mensajes de condolencia y solidaridad que les llegaron desde Cartagena, club en el que el míster Aranguren dejó más huella que los elefantes de Anibal de Cartago cuando pisaban nieve en su intento de atravesar los Alpes para trasladar a Roma la guerra cruel que libraban contra el imperio romano…
Apenas tardé en ingresar en la Casa de los Sueños. Desde ella, apoyados mis codos en el alfeizar ruinoso de una de las ventanas, agucé mis oídos para escuchar el chupinazo que habría de dar inicio a las Fiestas de San Roque. Nada oí, sin embargo, el ruido no me llegaba; nada vi, empero, el humo de la pólvora del cohete suspendido en el aire.
De una crónica a escribir no tenían noticias ni mi deseo ni mi voluntad. ¿Crónica?...¿Qué crónica?...Si no hay apuntes en el papel ni imágenes en mi memoria…Estaba a punto de renunciar a mi derecho a la escritura…cuando se hizo en la calle un silencio sepulcral, y todo lo que en ella había y tuviera movilidad se quedó paralizado, dormido: los coches, detenidos; las ramas de los árboles, bien tiesas; los perros parecían disecados…y las personas, estatuas de sal.
Fue entonces, la diligencia del tiempo detenida por completo, cuando una voz que desde las alturas procedía me llegó hasta el fondo de mi alma. Era su voz, una voz con sonrisa incorporada, la voz inconfundible de Txutxi Aranguren. Si entonces él a Núñez: "Apúntame eso, Txato"; si hace dos años Agustín Benito al futbolista desaparecido: "Apúntame eso, Txutxi"; ahora era él, por segunda vez en su vida, haciéndome llegar a mis oídos su famosa cantinela: "Escríbeme mi crónica, Samuel". Y fue así que su ruego, sacudiendo mi pereza, encendió en mí el más ferviente de los deseos. Extraído de la crónica "ESCRÍBEME MI CRÓNICA, SAMUEL"
Por Samuel Agirre, Periodista y Socio del Athletic Club.