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Ser entrenador no es para cualquiera. Hasta podría decirse que haber sido un buen jugador no es condición necesaria y mucho menos suficiente para ser un buen entrenador. Ya lo dijo don Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos: “Ser técnico es lo más difícil del mundo. Es como si trazaras una raya: el técnico está de un lado y, del otro, está todo lo demás; directivos, periodistas, ayudantes, jugadores, médicos, afición… Y si hay que echar a uno, pues no hay duda. Siempre es el culpable”.
El entrenador, el director técnico, el coach, el míster, es, acaso, la figura más sencilla para buscar responsables de un todo. Como apuntó Di Stéfano “El técnico está para ordenar, marcar y dar una tónica, pero tampoco se puede hacer siempre lo que diga él. Se tiene que adaptar a los elementos que dispone”. Sin embargo, la experiencia indica que, nada más llegar a un club, los entrenadores no hacen más que pedir refuerzos para su plantel sin tener en cuenta a la plantilla disponible.
Como jugador en activo, Diego Armando Maradona fue sosías de entrenador antes de graduarse como tal. El pibe que había anhelado ser líbero, último hombre, porque ésa era la posición que le permitía tener la visión completa y el control anticipado de la jugada, había terminado en el mediocampo como “10”, por izquierda y arengando a todo su equipo, al que se cargaba a la espalda. Era un patrón de campo de juego; tenía ascendencia, capacidad de liderazgo.
Un día le alcanzó el final de su carrera como jugador, en medio de su lucha particular con su adicción a la cocaína que había empezado a consumir en 1982, militando en el FC Barcelona. Sin estudios, sin instrucción, con mucho tiempo libre por delante y lejos de aquel rectángulo de césped en el que había sido feliz, ¿y qué hacer?
Acaso pensó en su ascendencia, en su capacidad de liderazgo cuando jugaba y sus compañeros en los equipos donde se desempeñó le seguían en las buenas y en las malas. ¿Por qué no ser entrenador?
Pero él era Maradona, ¿Cómo iba a estudiar para ser entrenador? Él era un director técnico nato, no necesitaba un cartón certificándolo como tal. Entonces se puso a dirigir, sin más.
Su primer equipo fue el extinto Mandiyú de Corrientes, donde llegó en dupla con Carlos Fren -quien sí tenía título oficial de entrenador- en la temporada 1994-95. Juntos pasaron a Racing Club de Avellaneda en la de 1995-96. Sin pena ni gloria: el banquillo, la gestión del vestuario y el trabajo en los entrenamientos, no era lo mismo que darle al balón en la cancha.
Pasaron los años, pasaron los jugadores. Maradona se alejó de las canchas para atender otras cuestiones de su poliédrica existencia. Pero regresó al fútbol por todo lo alto: en 2008, para dirigir la selección argentina en tránsito hacia la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, que ganaría la selección española. Sus acólitos le vitorearon. Sus enemigos le abuchearon. Las almas racionales separaron la paja del trigo, lo bueno de lo malo, y trataron de comprender aquello de que haber sido buen jugador no era condición necesaria ni mucho menos suficiente para ser un buen entrenador.
En 2011-12 iniciaría su aventura en los Emiratos Árabes Unidos, dirigiendo al Al-Wasl. Lo invitarían a irse por motivos técnicos, además de los malos resultados deportivos y de las aspiraciones del club a largo plazo. Regresaría en 2017-18 a este país, para dirigir durante 11 jornadas al equipo de segunda división Al-Fujairah.
En 2018-19 recalaría en la liga mexicana. Concretamente, en los Dorados de Sinaloa, acaso su mejor etapa como entrenador. Estuvo a punto de ascender con su equipo a primera división, pero perdió las dos finales. Ya andaba con sus rodillas maltrechas. Su paso por el estado de nordestino de Culiacán, sede del cártel de Sinaloa, reavivó los memes y las suspicacias sobre su consumo de cocaína y alcohol.
La temporada 2019-20 le sorprendería en Gimnasia y Esgrima de La Plata, un club que no ha ganado ningún campeonato de liga en la Argentina desde 1932, cuando el fútbol se hizo profesional.
El 4 de septiembre de 2019, un día antes de asumir como entrenador del primer equipo, tiró su primer dardo contra el archirrival Estudiantes de La Plata: “Ustedes saben que hay una yunta enfrente que me tiró de los huevos para abajo y ésa no se la perdono a nadie”, en alusión al presidente pincha Juan Sebastián Verón, con quien estaba enemistado desde su último partido en Sudáfrica 2010.
Maradona se sentía en “la mitad más uno” de La Plata: Gimnasia como el equivalente local de su Boca Juniors. “Del Lobo y de Estancia Chica me va tener que sacar la gendarmería”, apuntó, cuando repitió como presidente tripero Gabriel Pellegrino, su valedor. Gimnasia se salvó de descender a segunda división y Maradona, que había renunciado, continuó como DT tripero.
El día de su cumpleaños número 60, Maradona apareció en el Bosque platense, donde Gimnasia tiene su cancha. Era la primera jornada de la fase de grupos de la Copa de la Liga Profesional y Gimnasia superó por 3-0 a Patronato. Maradona llegó al campo sostenido por dos personas, que sus piernas ya estaban imbéciles, de necesitar bastones de apoyo para andar. Se le vio deteriorado, balbuceante, lábil, perdido. Fue el final de su carrera como entrenador.
El 3 de noviembre de 2020 fue intervenido quirúrgicamente de un hematoma subdural. Dejó la clínica y lo trasladaron a una casa en el Tigre, donde ocupaba una habitación con una cama matrimonial y poco más. Murió solo, de un paro cardiorespiratorio el 25 de noviembre de 2020. En esa soledad inmensa de morir solo. Pero, Ave Fénix al fin y al cabo, resucitó ante el mundo como el D10S del fútbol que fue.