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Bizi Ametsa: Copas con mascarilla

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Oscar Lezameta

Cada vez que juega el Athletic Club me pongo la misma mascarilla. De esta manera conjugo la pesadilla que nos toca vivir con la apelación a cualquier cosa que me sirva de amuleto. Entre todas las que tengo -y ni se me ocurre llevar otra desde que me equipé con una docena la última vez que estuve en el Botxo- hay una que me acompañó en la Supercopa y en el partido contra el Levante UD. Ya, vale, que esas son milongas sinsentido, como si lo que lleva en la jeta un artaburu por las calles de Huelva tiene que ver con el resultado de un partido de los leones.

Vale, se lo compro pero… Era el mes de enero del año 2005. Con la radio de fondo estábamos escuchando en Almería un partido en San Mamés contra Osasuna. Después de la tunda de tres goles que nos llevamos, poco después del descanso mi aita dejó la sala y se sentó en la cocina, en una silla que estaba junto al microondas.

En una de estas me soltó: “Desde que me he sentado aquí, el Athletic lleva dos”. Los otros dos los escuchamos juntos, so pena de muerte inmediata si tenía la ocurrencia de levantarse. Ni al servicio lo dejé ir al pobre.

El campo de San Mamés listo para acoger un partido del Athletic Club en plena pandemia (Foto: LaLiga).
El campo de San Mamés listo para acoger un partido del Athletic Club en plena pandemia (Foto: LaLiga).

Vivimos en la época más alocada que conozco...

Rostros sin cara por la calle, personas a las que no conozco y con una extraña sensación de que todo es hostil. Los que nos dedicamos a contar cosas, estamos exhaustos, agotados de trabajar en unas condiciones extremas y con la sensación de que todo acerca de lo que has escrito en estos últimos doce meses, lleva la palabra pandemia o coronavirus en el texto y créanme que es cierto hasta en alguien como yo que se ocupa de temas económicos.

Todo gira en torno a eso, con la certeza de haber perdido mucho y con infinitas ganas de recuperar lo que fuimos, de volver a aquellos preparativos de hace un año cuando preparábamos con detalle la kalejira en Sevilla.

Lo poco que nos ha servido para gritar a pulmón, sin ser conscientes de que mis vecinos deben estar convencidos que comparten bloque con un degenerado, ha sido estos últimos meses con el Athletic. A pesar de que no podemos acompañarles en el campo, no les voy a decir que he recuperado la sensación, recién levantado, con el café y el primer cigarrillo todavía en la boca, de tener ese bendito nerviosismo porque es un día especial. No la he recuperado, porque jamás la perdí.

La curiosa imagen de Iago Herrerín con la mascarilla en Lezama (Foto: Athletic Club).
La curiosa imagen de Iago Herrerín con la mascarilla en Lezama (Foto: Athletic Club).

Vuelvo a tenerla y la tendré dos veces dentro de poco. Me tiene sin cuidado contra quién juguemos y no voy a dedicar ni un solo segundo a pensar qué final quiero ganar. Disfrutaré cada minuto, orgulloso de mi equipo por haber llegado hasta aquí y por cómo lo ha hecho, ahora y desde hace tantísimos años. No es desprecio a nadie, es que esos dos días de abril, para mí sólo existen los míos.

Quiero volver a sentir esas noches especiales, esos días en los que nada fuera de ese partido tiene sentido. Cada cual tiene sus aficiones y hace más de medio siglo que decidí que esta era la mía. No espero que nadie la entienda, aunque sí compartiré con mi hermano Aitor, los mensajes de primera hora de “ene ama, estoy pasado de nervios” y sinsorgadas por el estilo, excusas para pasar lo mejor posible las horas que nos quedan hasta que todo empiece y todo se acabe con, ojalá, esas llamadas imposibles como la de la última Supercopa en la que estuvimos un minuto al teléfono y no nos dijimos nada, sólo lloramos.

Estoy seguro que mi aita estará por ahí arriba con esa sonrisa con la que nos recibía cuando llegábamos de San Mamés y habíamos ganado. Estará sentado en la misma silla con la esperanza de saltar de ella con los brazos en alto y decirnos a mi hermano y a mi que “estáis como cabras” cuando bajábamos las escaleras de casa a punto de matarnos y nos arrodillábamos en el suelo tras una victoria.

Yo pondré de mi parte todo lo que tengo. Estoy cerca, muy cerca. Apenas a 90 kilómetros de mis chavales, una distancia lo suficientemente corta como para que me oigan si ganan. De momento, les anuncio que mi mascarilla de la suerte está lavada y lista para ser utilizada esos días. Ya hemos hecho lo más difícil.

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