Desafío BrusELAs: Cuarto Grito para la esperanza

“Cuando la ELA entró en mi cuerpo, no sabía dónde se metía”. Estas sabias palabras pertenecen a Jaime Lafita, cuerpo y alma de Dale CandELA, asociación sin ánimo de lucro que lucha por dar visibilidad a la Esclerosis Lateral Amiotrófica, recabar fondos para su investigación y apoyar a los enfermos que la padecen.

Y la verdad es que esta afirmación no podía ser más acertada. Porque esta cruel enfermedad no solo se ha topado con un luchador incansable. Se las está teniendo que ver con el pelotón que le sigue, que le seguimos, en cada una de las hazañas que marca en su calendario.

El pasado viernes la convocatoria era sencilla y, a priori, en “petit comité”. Acompañar a Jaime en su salida a conquistar la cumbre más llana pero tal vez la más tortuosa: la sede de la Unión Europea en Bruselas. El cuarto de los “Cinco gritos por la ELA” impulsados por diferentes asociaciones. Pero, como en todo lo que surge de Dale CandELA, se superaron las expectativas con creces.

Y es que todo lo que toca Jaime se convierte en oro. Su forma de reivindicar el derecho a la vida contagia, y su forma de mirar a la cara a la enfermedad supone un ejemplo a seguir para todos los que tenemos la inmensa suerte de conocerle. Y esos dos pilares fundamentales en los que se basa su actitud hacen que cada reto sea el reto de todos, y que cada grito retumbe en todas nuestras gargantas.

Sobre las 15:00h un pelotón de más de 100 ciclistas partía desde la casa de El Boss, atravesaba Getxo custodiado por una multitud alentadora y llegaba al Club Marítimo del Abra entre vítores y aplausos. Allí, en un escenario bien conocido por Jaime, se sucedieron los honores que los héroes merecen.

Un Aurresku de Honor y una emocionante despedida por parte del coro getxotarra Biotz Alai, daban el pistoletazo de salida a una travesía sin precedentes.

190 millas de navegación a vela hasta La Rochelle, y 900 km en bicicleta tándem hasta Bruselas. Un desafío único prescindiendo del motor, mostrando así a la ELA la capacidad del ser humano de conseguir lo que se proponga, incluso despojándose voluntariamente de lo que ella arrebata sin compasión.

A las 18:00h de la tarde el reloj marcaba la hora de la despedida en el Puente Colgante. Más de 80 embarcaciones de todo tipo (veleros, zodiacs, yates, traineras e incluso alguna tabla) devolvían la vida a una Ría demasiado desierta en el último año, y empujaban cargadas de ilusión al velero liderado por Jaime Lafita hasta Punta Galea, punto en el que comenzaba la travesía hasta el sur de Francia. Una imagen al más puro estilo Gabarra del Athletic Club del 83 y 84 que, sin duda, quedará para siempre en nuestras retinas.

Cuando el nivel de emoción disminuya, y el nudo en la garganta se afloje, debemos seguir gritando. Hay que conseguir dar el grito más fuerte. Hay que conseguir que se invierta más en investigación. Hay que conseguir una cura. Por todos esos valientes que ponen un pie en el suelo cada mañana con pocas fuerzas pero con toda la actitud. Por todos los enfermos de ELA. Por nuestro Jimmy Lafeet.