Al Athletic le inundan las dudas a las puertas de la semifinal

A la naturaleza no le son indiferentes las desgracias de los seres humanos. Conocedora de lo que sucedería al día siguiente, el primer día del mes de abril amaneció con una notable bajada de las temperaturas, el cielo se afeó de manera exagerada, y las nubes empezaron a descargar una lluvia muy triste que acabaría empapando cualquier  atisbo de esperanza.

El frío y la lluvia, cual plañideras, acompañaron en todo momento a los leones en ese 'Tour por el monte Calvario' que fue en esencia la áspera batalla que el calendario les obligó a librar contra el aguerrido ejército que comanda Quique Sánchez Flores.

El técnico del Getafe llegaba a San Mamés luego de haber esparcido en su discurso las numerosas virtudes del Athletic Club. Quique y Ernesto, entrenadores que se han mirado a los ojos antes y después de haber jugado sus equipos a 'cara de perro'. Quique Sánchez Flores conocía perfectamente al Athletic de Valverde. Sabía a lo que jugaba. Y que su colega no era hombre de sorprender con variantes de lujo ni a su propia parroquia. "Estos son mis principios; y si no gustan, sepan los fieles de la 'Catedral' que, al menos hoy, no tengo otros".

Fidelidad desde la grada. No enturbiar la ceremonia porque no es elegante airear que, eso parece, hay alguien, al menos en tardes como la del primer día de abril, que da la impresión de no saber 'de la misa la media'. Y si lo sabe, si el que escribe está equivocado, hoy era el día de sacarle de su error, llegar hasta la orilla con la victoria mojada a tres días vista de que en San Mamés se desatara la tormenta perfecta.

Con Iñaki Williams y Berenguer en las bandas, "abrir el campo" pretendía Valverde. Sucede que Quique, estando al corriente de la tendencia a la 'apertura del campo' de su colega, se encargaba de 'cerrarlo' enviando dos emisarios por banda y cabeza. Recibía Iñaki, sí. Era controlar el balón el internacional por Ghana y saber que, al alzar la mirada, se encontraría con un rival, o dos, e incluso un tercer vigilante por aquello de la cobertura. Y cuando Iñaki conseguía 'irse', el límite de su osadía no le permitía sino ganar la línea de fondo. Desde ella, trazar líneas paralelas y horizontales con el esférico.

El resto, lo que sus asistencias conllevarían, no dependía de él, sino de los que desde los dos banquillos hilvanaban las hechuras del partido. Mientras Sánchez Flores poblaba de defensores la zona caliente del área, cuatro, cinco, seis, qué se yo, del Athletic, un único, por claro, referente, otro segundo, difuso por aquello de la distancia que le separaba de su compañero. El resto, como si la fiesta del remate y el gol no fuera con ellos. Así las cosas, a resultas de las asistencias del mayor de los Williams, la zaga 'azulona' se entregaba, hasta hincharse, al 'arte' del rechazo, del despeje.

Balones por la línea de fondo. Córneres cedidos. Lo mejor que les podía pasar; lo peor para el Athletic. Dirigirse a la esquina para posar la pelota en el espacio debido. Allá donde el palo bajo. Cuando el banderín se convierte en un trapo de color blanco. Paz. No agresión. Rendición.

El Athletic se ha acomodado hasta la resignación. Pasa el tiempo, y el equipo, cuando se trata de dañar a balón detenido, se ha convertido en la metáfora perfecta de un Sísifo que, en vez de acarrear pedruscos, se ha reconvertido en el Iker Muniain de turno y esos compañeros que suben al remate como para fingir que pretenden causar daño a su rival.

Fue tal la falta de roce, que Iglesias Villanueva no tuvo ni siquiera la tentación de mostrar tarjetas. Partido de guante blanco porque no se 'repartió cera'. Sin 'cera', el perjudicado fue Valverde, que deseaba una combustión que no se produjo. Un fuego que no surgió. No hay  llama que le dé calor, que lo ilumine. Y que de todo ello se derivara un Athletic ganador. Ni por asomo. Ni de lejos.

Hacía tiempo que no veía un Athletic del todo desarmado por su rival. Un Getafe que fuera dueño absoluto del partido. Se buscaba un prólogo de lujo para la semifinal de Copa, y nos encontramos con un partido que nació muerto y muerto murió. Si, al menos, el deceso hubiera quedado en la más estricta intimidad. Pero no. Jagoba Arrasate lo vio.

¡Cómo no ver al Athletic al que se habría de enfrentar en busca de una plaza en la final de Copa! Como buen entrenador, como persona discreta, para él el Athletic "está vivo". En Tajonar lo saben todo, pero es gente muy discreta y no dicen nada: "será mejor así". Athletic. Athletic geuria. Por sexta vez, en tan poco tiempo, poder acariciar la Copa, ese 'Santo Grial' en el que se conserva la sagrada sangre de 'Pitxitxi'.

• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista