Las islas Galápagos te hacen odiar a las cabras
Visitar las islas Galápagos te empuja a odiar a algunos animales, pero casi más a los hombres. Sé que la expresión chirría, pero tiene su explicación. Este archipiélago volcánico es uno de los pocos, poquísimos reductos existentes en todo el planeta, donde uno puede mantenerle la mirada fija a un animal sin que éste salga huyendo despavorido. Incluso habitualmente se pierde el reto de la mirada. Esto es así porque durante mucho tiempo, hasta hace un par de siglos, las islas han estado alejadas de cualquier ruta marítima, lo que permitió que floreciera una fauna y flora autóctonas que inspiró al joven Charles Darwin a pensar que la particular evolución que presentaban las especies isleñas debían tener alguna explicación posible. La teoría de la evolución, obviamente, era la respuesta. No en vano ha sido considerada la mejor idea que ningún ser humano ha tenido jamás como producto de una observación naturista.
En fin, la llegada del hombre trastocó el paraíso. Los piratas casi acabaron con la población de las pacíficas e inmensas tortugas Galápagos (son terrestres y no marinas), también diezmaron la presencia de lobos marinos, cuya piel era desgraciadamente apreciada. Ahora existe una conciencia de que el archipiélago al completo es un inmenso parque natural único que debe ser preservado. Existe un control más o menos estricto para controlar la llegada de las llamadas especies invasoras, que suponen el mayor de los peligros. En Galápagos no existen grandes depredadores: por eso han proliferado las iguanas marinas, multitud de aves, tortugas, cangrejos ermitaños... Gracias a la inconsciencia del hombre, han llegado inoportuno perros, gatos, cabras, caballos, hormigas...
Pongo un ejemplo. Las cabras compiten con las tortugas por el mismo alimento vegetal y además les roban zonas de sombra necesarias para las segundas. Los gatos que se asilvestran acaban comiéndose los huevos de otras especies. De los perros ya se pueden imaginar... En fin, se ha hecho todo tan mal y sin medir las consecuencias que hemos llegado al punto opuesto de tratar de monitorizar el número de especies invasoras para que no se multipliquen e incluso terminar con ellos. Claro que en los supermercados también se vende comida para perros y gatos y yo vi varios de ellos en los mismos centros de crías de tortugas, donde se lucha para que no desaparezca unas especies endémicas.
Con las plantas pasa tres cuartos de lo mismo. Uno vez algunas colinas muy verdes y piensa que se ven muy lindas. Error. La zona debería ser más yerma, al ser de origen volcánico y no darse por naturaleza algunas plantas de rápido crecimiento. El hombre las ha traído en barcos. En algunas islas se ha sembrado bananas y cosas así. El resultado es que el panorama vegetal no es el mismo que en el origen. Y lo perdido rara vez regresa. Siempre lo digo: cuando se va a un sitio hay que tratar de dejarlo como uno se lo encontró. Nos hemos vuelto a (casi) cargar un paraíso en la Tierra.