Carnaval top secret
Una de las mayores incomodidades que me brinda el trato diario con la gente se deriva del hecho de tener que tratar a tanto anormal como si fuera normal. Cualquier animal doméstico te lo pone más fácil en ese sentido. Mi vecino tiene un perro con el que hablo de carnaval cuando me lo encuentro por la escalera, y comulgo con él en más asuntos que con algunos antifaces de oro. Anteayer, entre ladridos me dijo:
—¿El decorado que ha colgado el tontopolla ese en twitter es vuestro?
Yo, que me fío del perro como si fuera mío, le dije la verdad:
—Aro, Nerón, pero no se lo digas a tu dueño.
—A mi dueño le importa tres carajos una foto de las puertas de tierra. Además, él es de los que todavía escucha el carnaval por la radio; dice que así pilla mejor la música y la letra, que es lo que le gusta. Que el teatro, en Broadway.
Flipé con el perro. Le prometí traerle un hueso del que colgó la foto, y me senté en la terraza a ver la puesta de sol cuando, de pronto, la tortuga que tengo encima de la máquina del aire, en su Tacita de Plástico, gaditana como ella sola, sacó su cuello del caparazón al límite de sus posibilidades, como si estuviera copiando en un examen, y me susurró al oído:
—Rubio, en verdá el que la ha liao toa ha hecho tu coleguita, el comparsista ese que dijo en twitter lo de “todo mi apoyo para ti y para tu comparsa…” citando sendas cuentas de twitter, ¿a que hí? Jajaja, ¿tu apoyo…?: Jajajajaja…
—Cierto, Teo, era un secreto a voces, pero voces que no sonaban hasta que sonó la suya. Se trataba de levantar de nuevo el temporal calmado, de que el sunami cambiara de dirección, a ver si así pasaba lo que pasó. Y pasó.
No me pude ni enfadar porque Teo, mi tortuga, tiene una risa cachonda de esas que contagian al más soriano. Y dándose cabezazos contra el plástico de la Tacita, desternillada de su propia risa, insistía en lo neuróticos que nos volvemos los carnavaleros cuando llega nuestro ramadán.
—¡Estáis fatal, eh, Rubio! Luego habláis del fanatismo rociero, de la yihad cofrade y de los muertos del Patronato, pero cualquier gaditano con las entendederas en su sitio habrás de comprender que del 24 al 28 de febrero lo intente por Booking en Sicilia (o incluso en el Polo Norte).
En esto, una gaviota de Cortadura, el único animal del PP con el que me hablo, se posó en la baranda de mi terraza. Y mirándome de reojo me preguntó enojada:
—Rubio, ¿pa ti quién es más cabrón, el que hace una foto de lo que no debe, el que la pasa porque no se atreve a subirla, o el que finalmente la sube?
—Mira, Cospedalita, eso no es tanto una cuestión de malas ideas —que también las hay— como de retraso mental traducido en infantilismo crónico, lo que en Madrid se llama “gilipollas” y aquí “carajote”, como ha dicho antes tu amiga Teo: TONTO en el resto de los países de habla hispana. Morbo aparte, colaborar en una putada de ese tipo, te puede traer consecuencias irreversibles de diversa consideración. Por ejemplo. El operario de Crearte que hizo la foto y la pasó ya sabe que ha perdido su trabajo. Están las cosas como para eso. El comparsista que la lió en twitter con toda su mala intención maquillada de increíble solidaridad, aunque retiró el tuit, pronto supo que lo del “apoyo” viniendo precisamente de él no había colado, y que había perdido a un compañero de fatigas para el resto de su vida. Los que fueron pasando la foto hasta que llegó a los archivos del payaso que la subió, cuando cante nuestra comparsa, tendrán que agachar la cabeza, aunque sea interiormente. Y el payaso que la subió, ahora no sabe si prefiere entregarse o esperar a que lo cojan, que está al caer. Todo por no ser capaces de tener las manitas quietas, como los niños chicos, que cuando los sorprendes y les riñes seriamente te sacan el pucherito.
—¿Y a qué viene tanto secreto, que parece el COAC la Comunidad de los Magos? —preguntó con anfibia impertinencia Teo, la tortuga cachonda.
—A mí no me mires, Teo. Tú sabes que yo no soy fanfarrón, pero el secretismo tipo FBI chungo del carnaval me parece excesivo. Hasta no hace mucho, El Pantera dibujaba los tipos de las agrupaciones y se exhibían en bares y escaparates prestigiosos de la ciudad. Las últimas semanas se ensayaba casi a puerta abierta. Y luego, con las buenas comparsas, el Falla se ponía boca abajo, la gente compraba sus discos, más que ahora, y no paraban de actuar en todo el año.
—¿Entonces, la deformación del carnaval se puede considerar una involución social producto de la deshumanización tecnológica, o simplemente una consecuencia más de la demencia senil de ese viejo Patronato que se resiste a abandonar? —preguntó Cospedalita batiendo alas de adiós.
—Buena pregunta, aguda pescadora de mis pesares —le dije encogiéndome en la baranda como un definitivo interrogante. Consultaré con Onfray a ver qué deduzco de su elocuencia. Pero lo único que está claro es que si la voluntad popular de transformar el carnaval tiene como principal obstáculo la alegación pertinaz desde la embriaguez y la arteriosclerosis mental y la oposición sistemática de cinco concejales que pretender convertirse en la llave de veintisiete, lo que aquí está en peligro no es el COAC sino la ciudad. Y —al margen del carnaval— eso es lo más grave y temible de todo esto. Aunque esto lo explicaremos mejor otro día. Hoy nos toca brindar por lo de anoche.
JUAN CARLOS ARAGÓN
Juan Carlos para mi tan cantón es uno como otro con lo bonito q es el ver la puesta en escena y llevarte la sorpresa d "que traerán este año" ¿ con qué magia nos sorprenderán d nuevo? Q le den a mamarla ellos son los q pierden
Compararon y yata!!!!