Manipulación para la ciudadanía

Ese debería ser el nombre real de la asignatura. Además, del latín “ducere”, educar significa “conducir… por el camino que me conviene”. Por tanto, educar y manipular es lo mismo, pero no es igual. La diferencia está en el descaro con que se haga. El pobre chaval que lleva desde que nació oyendo a papis y profes la eterna serenata del “esto es para ti, esto es por tu bien”, cuando llega a la adolescencia empieza a cuestionar quién es realmente el depositario del bien, quien recibe la educación o quien la impone. Esto se llama despertar el sentido crítico y, lo siento por los papis y por la administración, pero yo procuro hacerlo con mi alumnado, pues de lo contrario no me creería la profesión que padezco. ¿Sedición? En cierto modo. En la medida de mis posibilidades. Me parece una de las ofrendas más caritativas que puede hacerse con la humanidad: mostrarle y demostrarle la elevada cima de la desvergüenza de sus gobernantes. ¿O aquí solo van a poder ser sediciosos los catalanes? Sin sedición no hay libertad, y el librepensamiento exige la superación de los márgenes educativos impuestos en casa y en la escuela: cuna y taller del subordinado, del esclavo, del borrego, del siervo y del tonto.

El otro día me enseñan mis alumnos el libro de “Manipulación para la ciudadanía” que le han “emprestado” para este curso. Y en el anexo de la primera unidad te plantan un maquiavélico extracto de la DUDH, para que los chicos sepan que existe una carta de derechos universales e inalienables… (que a la hora de la verdad no sirve para nada). Me pregunto por qué seleccionan esos artículos. La respuesta es sencilla. La veo rápido entre el estupor y la cólera: se trata de evitar que acudan al texto íntegro de la DUDH y lean textualmente los artículos que no vienen en su libro, por ejemplo, el 7 (todos somos iguales ante la ley), el 14 y el 15 (relativos al derecho de asilo y cambio de nacionalidad), el 17 (derecho a la propiedad privada y colectiva) y todos los comprendidos del 21 al 30, precisamente los que hacen referencia a todos los derechos que se han recortado o anulado en los últimos años, como el trabajo, el salario digno —con las vacaciones pagadas—, el bienestar, la vivienda, la educación, la salud…

— ¡Coño!, exclamo en voz alta al entender de pronto el por qué de tal extracto.

— No diga palabrotas, maestro —me objeta una alumna.

— ¡Hostias, lo siento! —me disculpé con la clase —pero es que acabo de resolver el entramado… Anulad la actividad que acabo de pediros para la semana que viene y, en su lugar, haced esta otra mejor…

Y escribo en la pizarra: Buscad el texto íntegro de la DUDH y comentad críticamente los artículos que van del 21 al 30, especialmente los que, a vuestro juicio, no se cumplan, indicando el cómo y el por qué de su incumplimiento, e ilustrándolo con ejemplos reales que encontréis en vuestro entorno.

Por desgracia, la actividad es tan fácil que, por el mismo motivo, se les puede convertir en exceso abundante. Con que la trabajen a medio gas se quedan sin tiempo para preparar los exámenes de la primera evaluación (o del curso entero).

Derechos humanos… El problema es que la mayoría de los chavales de esa edad ni siquiera sabe que existió una galaxia remota llamada “derechos de los trabajadores”, porque cuando abrieron los ojos al mundo los ciudadanos de a pie de este país ya éramos una reverenda mierda a merced de dos gaviotas, con el sello y la rúbrica del BCE y el FMI. Y ahora quiere la administración que yo les venda una Declaración de Derechos que se burla de la inteligencia de esa parte de la humanidad que aún cree que los derechos equivalen a su contenido. Pues no. Me voy a limitar a explicarles que los derechos los violan, quebrantan o pasan por el forro —según el gusto de cada administración y Comunidad— los mismos que cobran por su vigilia y salvaguardia, y que no les pasa nada. Que los poderosos usan la DUDH de papel higiénico y la Constitución de servilleta (sin el 155, claro, que es uno de los pocos artículos de los que se sirven para imponer una autoridad que moralmente ya no tienen).

Yo soy profesor de filosofía y tengo —como deontología primera— el deber de estimular el sentido crítico de mis alumnos para que sean capaces de liberarse de la manipulación ideológica encubierta y de los prejuicios dogmáticos. Así que no tengo más cojones que ir a delito de sedición por clase que doy. O al menos, lo intento. Lo que no he hecho ni haré nunca será venderle —a la juventud por cuyas aulas pase— el mismo papel mojado que nos venden a nosotros con la etiqueta de “democracia”, que no se la cree ni el que la inventó. Y como me llamen de la Audiencia Nacional de Puerta Tierra, ya está el Rubio cantando “Si caminito de Alaska”, que entre el Bizco y Harry Potter nos han hecho saber cuál es el mejor camino. Total, el repertorio ya está casi listo…

EL RUBIO (en Alaska esperando a que lo llame Ferreras)