La involución defensiva del Cádiz
"El equipo no se parece en nada a lo que hemos construido en todo este tiempo. Sé que hay gente a la que le gusta esto y que patrocina este tipo de juego, pero yo no. La identidad del equipo no es la misma y el culpable soy yo porque soy el entrenador". Son palabras de Álvaro Cervera después del partido contra el Zaragoza y muestran su enésima decepción con el rendimiento defensivo de su equipo. ¿Qué está pasando?
Es un hecho evidente que el equipo no es el bloque que el gusta al entrenador cadista y en el partido de ayer fue demasiado palpable en el primer tiempo. Hasta en tres ocasiones se puso el rival mano a mano con Cifuentes y eso es algo insólito con Cervera en el banquillo.
Esta situación le lleva a encajar más goles de lo que sería aconsejable y a tener permanentemente la sensación de no controlar los partidos. Ya no se juega a lo que quiere el Cádiz y ahí tiene mucho que perder.
La falta de Garrido. Está claro que no todo se solucionará con el regreso del vasco, pero es una realidad que él es capaz de abarcar mucho campo en la medular y que su capacidad en el corte le da mucho oxígeno al equipo. Además, contagia a sus compañeros de ese ansia por defender que en este momento brilla por su ausencia.
Los laterales. El Cádiz está echando de menos la sobriedad de otros tiempos. La coincidencia en el campo de Carmona y Matos no ha funcionado en esta campaña y se echaba de menos la presencia de Correa y de Brian Oliván, los dos laterales más fiables de la plantilla.
Los extremos. En este equipo es fundamental la ayuda colectiva y cuando ocupan las bandas jugadores como Machis o Manu Vallejo las piezas no terminan de cuadrar. El equipo se rompe en muchos momentos y eso facilita las cosas al rival.
Los pivotes. En el armazón del equipo cadista, el puesto de mediocentro es fundamental y no es ningún secreto que ahí Cervera sus preferidos son Garrido y José Mari. Son los que le garantizan el posicionamiento correcto y la lectura idónea para saber cuándo presionar y cuándo recular. Sin ellos nada funciona igual.