Aquí no se rinde nadie
La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Había hace años un periodista por esta tierra, un tanto peculiar pero que en el fondo era un buen tío, que trataba de convencerme sin cesar de que ciertos esfuerzos de un jugador albiazul sobre el césped no eran más que poses de cara a la galería: “lo que da son simples carreritas demagógicas para llevarse el aplauso fácil de la grada y lo peor es que la gente le aplaude a rabiar cada vez que lo hace”, me taladraba una y otra vez hasta querer hacerme entrar en ‘su’ razón. Yo le respondía siempre con una negativa total y le argumentaba que es que ese jugador en cuestión era así, que se mataba por cada balón aunque supiera, nada más salir a esprintar, que no iba a llegar nunca a él y que, además, contagiaba al resto de compañeros a hacer lo mismo, cosa que era más que positiva, por cierto. Jamás nos convencimos el uno al otro, claro.
Ni sé ni me atrevo a exigir el esquema o los jugadores que debe utilizar el bueno de Pavón ni en Alcorcón ni en el resto de las finales que de aquí a junio le quedan al Decano, pero simplemente ese pasito adelante que ha dado el equipo de salir a morder al rival (o a intentarlo, al menos) desde el minuto uno ya me merece el mayor de los elogios. Sí, es lo mínimo que se le exige a unos profesionales que viven de esto y a un cuadro como el recreativista, cortito y con sifón, pero es que, con la excepción de los pocos meses con Carlos Ríos, aquí llevamos casi una década jugando ‘a verlas venir’, a darle siempre la iniciativa al rival por muy débil que éste sea y echándole garra sin miramientos sólo cuando el marcador se pone en contra.
Posiblemente el partido ante el Racing se ganó más por casta que por juego, aunque la última media hora del Decano fue más que aceptable. Y esa casta la adora el que está en la grada, cansado de problemas, historias y medianías. Una grada, por cierto, que celebró el gol de Caye y la victoria con un sentimiento muy especial (de ese que sólo entienden los que aman a este equipo en las buenas y en las malas) por el halo de esperanza que suponía el triunfo y por todo lo que acontece alrededor del club, que duele y mucho. Ellos lo tienen muy claro: aquí no se rinde nadie. Pues eso: que este escudo hay que salvarlo. Sea como sea.