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Bene, ma non benissimo

Bene, ma non benissimo

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Mihajlovic, el vestuario de San Paolo, los alrededores de Trigoria, Antognoni, Comisso y Montella.
Mihajlovic, el vestuario de San Paolo, los alrededores de Trigoria, Antognoni, Comisso y Montella.

Me gusta el fútbol italiano. No es ningún secreto para cualquier persona que me conozca personalmente o para todos aquellos que me sigan en alguna red social. Mucho antes de tener la suerte de vivir en un país tan fascinante como Italia ya el gusanillo del calcio me picó.

Si me tuviera que remontar al momento en el que sentí ese definitivo flechazo, tendríamos que irnos hasta el año 2003. Ese curso hice la Primera Comunión y uno de los regalos que recibí aquel día y que, debido a mi constitución física, aún conservo, fue una camiseta del Milan. 

Ya antes de aquel mes de mayo de hace ya dieciséis años, el que escribe era un auténtico apasionado del fútbol internacional. No sólo del italiano, de todas las ligas habidas y por haber.

Inzaghi celebra un gol ante el Ajax.
Inzaghi celebra un gol ante el Ajax.

Las populares guías de Marca eran objeto de estudio exhaustivo sobre todo en la parte dedicada al fútbol foráneo. Al no disponer de los pertinentes canales de pago en los cuales se retransmitían las ligas internacionales, acudía a casa de algún familiar para ver el típico encuentro de Serie A programado para el domingo a las 15 horas. Más tarde comencé a leer. Leía muchísimo y aprovechaba el acceso a la red que tenía en aquella época para interesarme por lo que sucedía fuera de las fronteras, pero aquella camiseta marcó en cierto modo mi futuro. 

Italia, en cuanto a fútbol se refiere, pasaba por un buen momento y esa prenda me hizo unirme de algún modo sin ni siquiera haberlos visto en directo, a aquellos jugadores que vestían de rossonero. Ya con la carrera en periodismo comenzada y con mayores facilidades para seguir la Serie A, empecé a escribir en no pocas páginas web sobre el fútbol que a mí me apasionaba. También a participar en podcasts y con las limitaciones de tiempo que vienen acompañadas de la transición hacia la edad adulta, había que elegir y (cómo no) me quedé con el fútbol italiano.

Cavani celebra un gol con el Palermo.
Cavani celebra un gol con el Palermo.

No obstante, pese a esta peculiar declaración de amor que, con el paso del tiempo me llevó a pasar un curso viviendo en Italia, a ver un derbi milanés en San Siro y a enamorarme y desenamorarme de jugadores y clubes, soy consciente de que el fútbol italiano tiene, como todo, aspectos que me agradan más y aspectos... con los que hay que, desgraciadamente convivir. De ahí el título de este texto ('Bene ma non benissimo' vendría a significar algo así como bien, pero no súper bien).

Italia y su fútbol enganchan

Aprovechando diversos acontecimientos sucedidos en las últimas semanas en el fútbol italiano paso a argumentar lo que comentaba.

Me gusta la pasión con la que se vive el fútbol en Italia. Me encanta, me apasiona. Sin embargo en Italia sigue habiendo demasiado odio en las gradas. Sirvan como ejemplo los cánticos racistas recibidos por parte de Lukaku en Cagliari en la segunda jornada (ya los recibió Kean la pasada temporada) o los sufridos por Kessié el pasado fin de semana en Verona (mil veces reincidente).

Cierto que no sólo hay racismo en las gradas de Italia, pero es que allí, incomprensiblemente, se justifica. Ocurrió con Bonucci y ocurrió con el Hellas Verona que señaló que los cánticos iban dirigidos al árbitro por su actuación. Al menos ha tenido la reprobación de no pocos clubs...

Y no sólo hay racismo hacia jugadores de raza negra, sino también hacia habitantes del sur de Italia, algo a lo que están acostumbrados por desgracia en Nápoles.

Me gustan los líos sin aparente sentido que por cuestiones cotidianas se forman en Italia, pero que, a la vez, provocan ciertas dosis vergüenza ajena. Como si en la popular serie de televisión Manolo y Benito ocurriese, la pasada semana nos encontramos de forma simultánea con la carta escrita por Carlo Ancelotti en la que se mostraba indignado por el estado de las obras de San Paolo (en concreto por los vestuarios finalmente arreglados a tiempo) y las quejas de algunos jugadores de la Roma por los baches que hay en los alrededores de Trigoria -ciudad deportiva del equipo giallorosso-.

En relación con lo que explicaba en el primer punto, me gusta lo ruidoso de las gradas en Italia. Ya sea en estadios con gran aforo o en pequeños estadios de provincia. Poco a poco se vuelven a llenar cada vez más las gradas, pero los cánticos y desplazamientos en masa siempre se han sucedido a lo largo de todo el país. Pero no puedo soportar que el movimiento ultra manche a algunos clubes y que haya división de clases entre los aficionados. 

Este lunes ha sido noticia la detención de varios aficionados (ultras) de la Juventus que chantajeaban al club. No es propio de una institución tan grande y de un país que pretende quitarse la fama que lo persigue de jugar siempre al borde de la ley.

Zaniolo ante Leiva y Milinkovic Savic en el Roma-Lazio,
Zaniolo ante Leiva y Milinkovic Savic en el Roma-Lazio,

Me gusta el rumbo que está tomando la Serie A. Y aquí no hay 'peros'. Sus equipos están siendo capaz de invertir, mayoritariamente, con cabeza y de volver a atraer a estrellas de nivel internacional. Sus entrenadores son reconocidos en Europa y sus jóvenes valores futbolísticos comienzan a comandar a la Azzurra tras ausencias destacadas en grandes campeonatos. Todo ello revierte en un aumento del poder competitivo en competiciones europeas y una consiguiente mejora general del nivel de la Serie A.

A ello hay que añadir las, para mí, positivas (aunque siempre hay excepciones) llegadas de propietarios ajenos a los clubes. El último Rocco Comisso a la Fiorentina. Estridencias (véase Ferrero o Preziosi) las hay, sino no estaríamos hablando de Italia, pero casos como los del Málaga, Valencia (con matices) o el Racing de Santander son ahora difíciles de imaginar en el fútbol italiano.

Steven Zhang, presidente del Inter de Milán, junto a Infantino y Zanetti.
Steven Zhang, presidente del Inter de Milán, junto a Infantino y Zanetti.

Me gustan los gestos sinceros de sus futbolistas. Como el de los jugadores del Bologna, que tras remontar un partido que parecía perdido al Brescia, acudieron al hospital a celebrar la victoria con su entrenador, un Sinisa Mihajlovic que está en tratamiento para superar la leucemia.

En fin, si no me gustaran tantas cosas (y las que me dejo en el tintero), no estaría aquí escribiendo más de mil palabras sobre el fútbol italiano, ¿no?

Tal y como dirían los italianos, "questa è una malattia che non va più via" (esta es una enfermedad que ya no se va).

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