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Chicos malos del fútbol: bandoleros, drogas e intentos de asesinato
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Chicos malos del fútbol: bandoleros, drogas e intentos de asesinato

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Á.Borrego
Ponce, drogas, bandoleros y soldados.
Ponce, drogas, bandoleros y soldados.

El fútbol actual dista mucho de la esencia que generaba aquella época antigua, añeja, vintage. Una manera diferente de vivir la vida, donde el deporte rey estaba muy lejos de los focos, los sueldos millonarios o las grandes estrellas. En las entrañas de la historia del balón y detrás de los regates, también hay relatos de bandoleros, de drogas, tiroteos, alcohol, robos e incluso intentos de asesinato.

Anécdotas como el atraco a mano armada de Semedo, las adicción a las drogas de Maradona, la relación de las mafias con futbolistas italianos, el abuso del alcohol de Gascoigne o las pistolas y la protección de las favelas a Adriano. Historias que tienen un elemento en común, no son nada al lado de las que le contamos aquí.

Una de esas historias es la que ahora os contamos en ElDesmarque, inspirada en los brillantes relatos de @eibarsestaoX. Para instaurar el contexto cabe remontarse a 1934, a orillas del Segura, en Murcia. Allí vivía un desgalichado adolescente cuyo mayor logro era el de correr detrás de una pelota.

Un tipo que tenía peculiar hasta el apodo, que lo describía a la perfección: Pinocho. Aquel hombre vivía de la calle. Ahí hacía su vida, con pequeños hurtos que le permitían eludirse de la pobreza con picaresca y comer cada día. No obstante comenzó a pagar su actitud fuera de los terrenos de juego. En ese año fue detenido por primera vez, por protagonizar un escándalo público. Y de las calles, al campo de fútbol, el único elemento que le mantenía alejado de la delincuencia, pues ya se hacía notar en su equipo de La Alberca. Precisamente gracias a su peculiar manera de vivir se dotó de un fútbol diferente, canchero, atrevido.

Peor o mejor, tenía una capacidad innata de hacerse notar. Tanto para la policía, como para los ojeadores. Tal era su calidad que incluso lo reclutó el Real Murcia, un oasis que permitía a su vida real soñar con un futuro mejor, digno.

Y en estas historias hay tantas casualidades como anécdotas que las hacen única. Una serie de contratiempos provocaron que el 10 de noviembre de 1935 debutase con el primer equipo pimentonero. Ahí estaba Pinocho, en un Real Murcia-Elche que estrenaba la división de plata. Un día que estableció el paralelismo más idéntico a su vida, de emociones fuertes. Apenas un partido le bastó para anotar su primer gol, que finalmente no tuvo continuidad pues únicamente disputó un partido más.

Soldados republicanos en la Guerra Civil.
Soldados republicanos en la Guerra Civil.

Y si agitado fue su debut, más lo fueron los sucesos posteriores. La Guerra Civil estalló en el país y como en la mayoría de equipos, se produjo un éxodo de jugadores a sus lugares de origen. El Real Murcia se reorganizó en el campeonato de Levante, donde Pinocho ya estaba asentado en el primer equipo.

Pero el fútbol nunca fue lo suyo. La calle era su sitio y allí volvió. Esta vez, a defender sus ideales combatiendo a favor de la Segunda República. Ni siquiera ahí encontró su sitio, pues acabó en la cárcel por robar armas a su propio bando.

Camión dirección Puerto de la Cadena.
Camión dirección Puerto de la Cadena.

Pero no hay ningún lugar del que Pinocho no pudiera salir. Tras su estancia en la cárcel, condujo el camión que llevaba cada noche a los presos sublevados al Puerto de la Cadena, donde eran fusilados por la brigada del Amanecer. Terminó la guerra y volvió a ser detenido, esta vez para ser internado en el campo de concentración de Albatera, en la Vega Baja del Segura, donde los falangistas fusilaban a su gusto... Volvió a escapar.

Pinocho: de los hurtos en la calle al Real Murcia, para luego defender la Segunda República, acabar en la cárcel y convertirse a bandolero

La dictadura lo dejó sin trabajo, sin casa y casi sin familia. Ingredientes suficientes para crear un cóctel de ideales. Así es como se dedicó a ser Bandolero. En compañía de unos amigos, Pinocho se escondía en distintos lugares de la huerta murciana y como los murciélagos, aprovechan la noche para comer. Cuando el sol caía, se licenció en robos con violencia, atracos a mano armada y alterar la seguridad ciudadana.

Imagen de bandoleros antiguos.
Imagen de bandoleros antiguos.

Ese desorden lo convirtió en objetivo número uno de la 'inteligencia' de la Guardia Civil. Los cuerpos policiales siguieron de cerca su pista, desvalijando varios domicilios hasta que en un atraco a un banco fue atrapado. Como si de una historia de vaqueros se tratara, en el tiroteo fue el 'malo' el que perdió y falleció en el acto.

La Guardia Civil cumplió su trabajo, encontró y acabó con uno de los personajes más temidos de la sociedad murciana. Tal fue así que incluso se ocultó en la historia del Real Murcia. Una entidad que volvía a recuperar su sitio en el fútbol español...

Mientras el cuerpo de Pinocho se reducía a cenizas, el Real Murcia volvió a la élite tras vencer al Cádiz en mayo de 1940. Una gloria efímera, pues apenas un año más tarde acabaron colistas. Pero como resume su historia, el conjunto pimentonero siempre se levanta.

Del primer bandolero a las drogas, robos e intentos de asesinato

Un año después, el Real Murcia pudo protagonizar la hazaña más épica de la historia del fútbol español. En su mano, la posibilidad de hacer descender al Barcelona en la promoción. Un sueño que se quedó en sólo eso. El conjunto culé le endosó un 5-1 a los pimentoneros, devolviendo su realidad a la división de plata.

Ponce, en el Real Murcia (Foto: @eibarsestaoX)
Ponce, en el Real Murcia (Foto: @eibarsestaoX)

En ese mismo año nacería otro de estos personajes que se merecen un lugar de la historia del deporte rey. Su nombre, José Luis Ponce, un enamorado del balón. Toda una vida ligada al Real Murcia que se lastró cuando el delantero alcanzaba la mayoría de edad, marchándose a firmar al Águilas. Precisamente en su estreno disputó un amistoso entre ambos equipos, con los que jugó una parte cada uno. Marcó en los dos.

Su rendimiento llamó la atención del Orense, que le ofreció 2.500 pesetas. De ahí al Albacete, Inca o Constancia entre otros. Un periplo por el fútbol de bronce que llamó a las puertas de un histórico. 800.000 pesetas pagó por sus servicios el Elche, que le permitiría debutar en la élite cubriendo a Gento en el Nuevo Chamartín.

Pero lo suyo era viajar. Probó fuerte en Toronto, a las órdenes de Kubala, en un fútbol que denominó como "frío, donde el partido se inicia tras una extraña cuenta atrás".

No se adaptó, volvió a España, probó suerte en el Barcelona, Córdoba y Calvo Sotelo antes de volver a casa. Allí, en el Real Murcia, cambiaría su vida para siempre. Igual que la de Pinocho.

Si bien en el campo alcanzó los mejores días de su carrera, en la vida diaria dio con sus huesos en la humillación más absoluta. De disfrutar en la élite y con su familia, a las infidelidades y las drogas.

Pastillas de Centramina.
Pastillas de Centramina.

Precisamente por eso su técnico, Mesones (recuerden este nombre), decidió prescindir de sus servicios en la 73/74. El motivo, sus excesos con un medicamento puntero por aquel entonces, la centramina. Una pastilla que cambió su vida por siempre y que utilizó como remedio a todos sus males. Una droga derivada de las anfetaminas, que alteraba sus estados de ánimo, los nervios.... ¡Sin receta médica!

Su vida cayó en picado y se marchó a Francia para luego volver a España... Previo paso por Andorra. Allí se armó con una metralleta General Motors Vietnam de 30 milímetros y un revólver Smith & Wesson, que más tarde escondió en el coche.

Felipe Mesones
Felipe Mesones

¿El motivo? Estaba claro, asesinar a Felipe Mesones. El hombre que 'arruinó' su carrera. A final de verano lo intentó por primera vez. Planeó el atraco al Banco Central de Murcia e incluso llegó a entrar pistola en mano, pero el ir y venir constante de la gente noqueó sus posibilidades. Lo volvieron a intentar y volvieron a fallar.

Entonces fijaron un nuevo objetivo... Y lo consiguieron. Ataviados con peluca y disfrazados, obtuvieron un millón de pesetas del Central. Lo suficiente para pagar deudas y engancharse a esta nueva droga. Pero segundas partes nunca fueron buenas.

En diciembre entraron ocultados bajo un pasamontañas en la Caja Rural de Orihuela. Los plantes no salieron bien y el director los delató... "¡A por él, es un arma falsa!". Ponce le golpeó y rápidamente se marchó a coger 200.000 pesetas pero al intentar huir, un hombre lo golpeó con una silla y perdió el equilibro.

Recorte de periódico sobre el atraco (Foto: @eibarsestaoX)
Recorte de periódico sobre el atraco (Foto: @eibarsestaoX)

Entre el sonido de la alarma y la inminente llegada de la policía, Ponce abrió fuego a los cristales y logró escapar apuntando a todo el que se cruzaba con él. Logró alcanzar el coche que les esperaba y más tarde prendieron fuego al vehículo.

Una escena que vieron unos testigos, curiosamente ataviados con camisetas del Real Murcia. Ponce se quitó el pasamontañas y se marchó en su Volkswagen. Ahí empezó la investigación de la policía. El objetivo, una chica rubia y un sujeto de unos 30 años de complexión atlética y con una herida en la mejilla.

Esa misma Navidad, los servicios policiales descubrieron que el vehículo era propiedad de Ponce y fueron a apresarle.

En plena Navidad la policía de Murcia descubre que el vehículo mencionado es propiedad de Jose Luis Ponce y acuden en su búsqueda. No estaba en su casa. Se marchó a pasar la nochebuena en Córdoba con la familia de su mujer, pero la policía lo seguía muy de cerca.

La Guardia Civil: "Si Ponce lleva una herida en la mejilla lo detenéis. Si no, contadle que habéis ido a felicitarle las Pascuas"

Las instrucciones eran claras: "Si Ponce lleva una herida en la mejilla lo detenéis. Si no, contadle que habéis ido a felicitarle las Pascuas". Ese momento no llegó en nochebuena pero sí el día de los inocentes. Quién lo iba a decir. Ponce fue detenido, acusado de robo con violencia y asalto a entidad bancaria.

Antigua prisión de Carabanchel.
Antigua prisión de Carabanchel.

Él reconoció su culpabilidad y se marchó a Carabanchel a cumplir una condena de seis años. En prisión trabajó en el supermercado, ejerció como profesor y esa buena condena, además del arrepentimiento, le valió para rebajar su condena.

Un periplo clave en su vida. Y en la de Mesones. El fugitivo jamás se olvidó del que fuera su entrenador durante toda esa etapa. La vida de Mesones corrió peligro pero la prisión le valió a este protagonista para pensar, olvidarse de las drogas e iniciar una nueva vida.

Una historia con final feliz. Al contrario que Pinocho. El primer bandolero y el primer ladrón (intento de asesinato incluido) de la historia del fútbol español. Relatos detrás de los focos, impregnados del barro de la segunda y tercera división, alejados de los millonarios sueldos de ahora y donde la pobreza sumía a cada una de las personas del país. Otra cara del fútbol, el más puro, el que trae historias únicas.

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