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Japón acoge uno de los Juegos Olímpicos más esperados de la historia después de una pandemia mundial que ha traído (y sigue trayendo) en jaque a todo el planeta.
Por primera vez en la historia habrán pasado cinco años entre unos Juegos Olímpicos y otros. Rio 2016 dejará paso a Tokio 2020... en 2021. La pandemia de coronavirus obligó al COI a aplazar la gran cita del deporte mundial y, ahora, a una semana de comenzar, repasamos los pros y los contras de ese cambio.
La realidad es que no ha cambiado mucho a nivel pandémico. En Japón (y especialmente en Tokio) la situación es alarmante, con una cantidad de vacunados insignificante, por lo que el gobierno se ha visto obligado a declarar el estado de alarma y obligar a disputar todas las pruebas a puerta cerrada. La imagen será histórica a la par que triste... la gloria se alcanzará en silencio.
Es difícil encontrar algún beneficio a un aplazamiento que no ha hecho más que posponer la realidad y dejar el problema para más adelante. Japón no ha hecho los deberes y eso ha hecho que los de Tokio 2020 sean los juegos más tristes de siempre. No hay solución al alcance y lo que antes era una fiesta, con la villa olímpica como centro, ahora será un desierto.
Los deportistas están obligados a abandonar las instalaciones en cuanto terminen sus respectivas pruebas y los contactos entre atletas serán mínimos. De Juegos tendrán solo el nombre y el prestigio de ganarlos, pero la experiencia y la vivencia se va a ver muy mermada. Además, muchos de los deportistas que tenían plaza para 2020 se han quedado fuera en 2021 o llegan en un estado de forma mucho peor.
En situaciones excepcionales, medidas excepcionales, y es por ello que cuesta ser crítico con un COI y un país japonés que seguro que han tratado de hacerlo lo mejor posible, pero la realidad es que no se ha conseguido nada con el cambio de fecha. Al menos hay Juegos, que es más de lo que podíamos soñar hace un año.