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Bajo la mirada de imponentes cactus y entre el aplastante y ardiente calor del desierto de Arizona, la ciudad de Phoenix (EEUU) continúa creyendo. Lo hacen en unos Suns que afrontan el más difícil presente en la final de la NBA: tienen que derrotar a los Bucks sin margen de error.
Los de Milwaukee ya acarician el anillo. Marchan 3-2 en la eliminatoria sobre unos Suns que fueron (y son) el equipo revelación de esta temporada. Lo tenían de cara con el factor cancha a favor y un prometedor 2-0 con el que iniciaron la serie final. Pero los de Chris Paul y Devin Booker cayeron en tres partidos seguidos y este miércoles deberán ganar sí o sí en Milwaukee para forzar un séptimo y definitivo encuentro, ya de vuelta en Phoenix.
Los Suns nunca han ganado el título de la NBA y son la franquicia más antigua (1968) que nunca ha logrado el campeonato. Los Bucks del imponente Giannis Antetokounmpo se han erigido como un obstáculo tremendo. Sin embargo, nadie en Phoenix tira la toalla. Ni jugadores ni aficionados. Todos en los Suns se han acostumbrado a conseguir hazañas casi milagrosas.
Los de Phoenix fueron en la temporada 2018-19 el peor equipo de la Conferencia Oeste (19 victorias y 63 derrotas). Sólo dos años después se han colado en la final dejando fuera, entre otros, a los defensores del título, Los Angeles Lakers de LeBron James.
Los de Monty Williams se la juegan todo ya a una carta: ganar en Milwaukee y traer de vuelta a Phoenix a los Bucks. Sería un colofón maravilloso para una temporada inesperada.