Carlos Ciria
Zaragoza, 27 ene .- Lorena Borja es una zaragozana de 18 que no entiende el significado de la palabra "adversidad"'. Se enamoró del baloncesto cuando era una niña y no paró de jugar hasta que las lesiones le obligaron a despedirse de las canchas, aunque más que un adiós fue un hasta pronto, porque su amor por este deporte la condujo hace dos años a las aulas de la Federación Aragonesa de Baloncesto (FAB) para enfundarse el uniforme de árbitra. Ahora ultima sus estudios de 2º de bachillerato y sigue disfrutando en la pista como la primera y única colegiada gitana en España.
Cuando era una niña siempre fue de las más altas del equipo, lo que le permitió afincarse bajo el aro, en la posición de pívot y, así, seguir los pasos de Pablo Aguilar, uno de sus ídolos. Por desgracia, con el paso de los años, las lesiones le jugaron malas pasadas. Las sucesivas molestias en los dedos y en la muñeca le obligaron a sustituir el balón por el silbato, explica en una entrevista con Efe.
"No sé qué me llevó a dedicarme al arbitraje. Siempre he tenido a los árbitros como figuras idealizadas gracias a mi primer entrenador, que los veía como personas que imponían autoridad, y eso me gustaba", cuenta Lorena.
La labor de los colegiados es una de las más criticadas cada fin de semana, y fue una de las preocupaciones de sus padres cuando se enteraron de la noticia. "Al decirles que quería hacer el curso de arbitraje mi padre se quedó asombrado, pero al rato ya comenzó a interesarse, y no me puso ningún problema. Mi madre tampoco, pero ella me advirtió de que tendría que tener cuidado porque iba a escuchar cosas que no me gustarían", comenta.
Los comienzos fueron "duros", aunque su sonrisa refleja que todo el esfuerzo mereció la pena. Lorena tuvo que lidiar con los miedos provocados por esas "inseguridades" características de la falta de experiencia y también, aunque en menor medida, con la posibilidad de ser discriminada, reconoce.
"Lo pasé muy mal al principio, nunca había estado tan observada, bajo tanta presión, y en una ocasión tuve que detener un partido. Incluso pensé en tomarme un descanso, pero Carlos Peruga (árbitro profesional de ACB y director de arbitraje de la Federación Aragonesa de Baloncesto), me dijo que no por mi propio bien, porque sabía que ese miedo se iba con la práctica, además contaba con el apoyo de la Federación y, por supuesto, con el de toda mi familia", destaca.
El tiempo fue el mejor aliado de Lorena, quien poco a poco fue cogiendo soltura y, después de dos años en las pistas, se ha asentado como la primera árbitra de baloncesto gitana del panorama nacional.
Un trayecto en el que apenas ha encontrado obstáculos que le impidieran cumplir un "sueño" impartiendo justicia en las canchas de alevines, benjamines y, de vez en cuando, en algún partido de categoría júnior.
Ser la pionera en España es presión "de la buena". "Por un lado está bien porque puedo animar a otras chicas a seguir mi ejemplo, que hagan lo que deseen sin importar los factores en contra, pero, por otro lado, es triste porque de tantas chicas solo estoy yo, y eso es lo que quiero cambiar para que puedan participar", explica.
Lorena Borja representa a la perfección el término "nadar a contracorriente", algo que lleva inscrito en su código genético porque fue su padre, Manuel Borja, quien le enseñó que no existen barreras, y ella aprendió la lección desde bien pequeña.
"Siempre me ha dicho que cuando era joven, mientras sus amigos estaban haciendo gamberradas, él se dedicaba a estudiar, y yo sigo su ejemplo. Me ha hablado de la importancia de impartir justicia, y soy quien soy gracias a él", cuenta. Ese mensaje caló muy hondo en la personalidad de Lorena y definió su futuro: "Quiero ser policía nacional".
Ese fue el sueño frustrado de su padre y ella lo quiere hacer realidad, asegura, para reconocer después que es una 'friki' de todas las series y documentales sobre policías, y ya enfoca su carrera con destino a la academia para obtener la placa que desea.
Sus padres entienden y respetan su decisión, aunque le han aconsejado hacer una "carrera más tranquila". Sin embargo, Lorena, fiel a su estilo, sigue braceando a contracorriente.
"Al igual que el arbitraje, ser policía es mi vocación, mi sueño. Mi padre me dice que antes de ir a Ávila (municipio en el que está la academia) continúe con una carrera para poder aspirar en el futuro a altos rangos de la policía", subraya.
No sabe cuándo sucederá pero sabe que será "duro", aunque ya está acostumbrada a luchar contra las adversidades. Por el momento Lorena quiere seguir pugnando contra ellas en las canchas ayudada por su silbato, y quién sabe si la ACB llamará a sus puertas.