Mi primera vez en San Mamés: Pañuelos a Manolo Sarabia
Cuando uno ya se hace viejuno no está fácil sacarle rendimiento a la hucha de los recuerdos. Pero en fin, agitándola con fuerza alguno caerá por la rendija. La verdad es que no podría confirmar cuando fue la primera vez en la que acudía a ver un partido en San Mamés.
Tengo un runrún de que fue alguna competición de juveniles de aquellas de la radio de Sarita 'Maratón' Estévez, pero obviamente me impactaron las dimensiones de la vieja Catedral, el arco y sobre todo la hierba. Su fulgor verde y su olor a recién regada a conciencia.
Si hablamos propiamente del Athletic Club, tengo dos cosas que me vienen de forma recurrente a la mente. Por un lado es una goleada al Hércules de Alicante, que pese a algún paradón tremendo de su portero, Amador, se llevó cuatro goles en Bilbao. En esos tiempos eso se daba casi por sentado según quien fuera el equipo visitante.
Fue en 1979, y veo nítido cual mañana de primavera, que diría mi amigo Jaime Ugarte, que hubo un gol olímpico. Un tanto de córner, obra de Juan Carlos Vidal, que llevaba unos pocos minutos en el césped tras salir de suplente. Aunque la historia dice que en la planilla del árbitro se lo anotaron al meta herculano en propia puerta.
El otro instante grabado a fuego de San Mamés fue en un vibrante Athletic-Real Madrid.
La 'Pantera rosa' la lía goleando al Real Madrid
Y también, ya es casualidad, bruñido a cincel por otro hombre que saltaba al campo como relevo. Ahora,... qué tipo aquel de Gallarta, era un artista pinturero que ni Rodin o Bernini. Era enero del 80. Hace 40 años ya. Allí salió a la banda un tipo desgarbado. Entonces no había ni internet, ni móviles, tan sólo una tele y en blanco y negro,... Conocías a los jugadores por oír la radio y por las fotos del periódico.
Pues de repente, como os decía, apareció un león largo y flacucho que en la primera pelota que tocó regateaba a varios jugadores merengues, incluido al portero, Mariano García Remón, para subir el 3-0 al marcador que entonces, año 80 del siglo XX repito, era aún un tablero de madera.
Mientras afloraban pañuelos por toda la grada los críos que allí estábamos en pleno delirio pegando botes nos preguntábamos: '¿Y ese de dónde ha salido? ¿Ese quién es?'. Los más entendidos nos dijeron a unos limacos de abriguito y apenas 40 kilos en la báscula: "¡Es Manolo Sarabia!". Desde ese día, en el patio del cole, yo quería ser como él.
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