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El Barça mordió el polvo, su propio polvo, ante el Athletic
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El Barça mordió el polvo, su propio polvo, ante el Athletic

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Kuitxi Pérez

En Sevilla. En La Cartuja. Final de la Supercopa. FC Barcelona es el rival. Ha hincado la rodilla en la hierba. Ha mordido el polvo. Su propio polvo. Esa ceniza que se ha esparcido por los cuatro rincones del campo. Jugadores fantasmagóricos. Desde su condición incorpórea lo han hecho. Medicina homeopática. La que no mata. Pero, al mismo tiempo, la que prolonga la agonía de los seres menores, "sólo a su goce ruin y medro atentos, y no al concierto universal".

A ese que el Athletic daba con el solo de trompeta de Asier Villalibre. "La la lara lalara... Athletic Club!". Toda la plantilla convertida en piña. Peña. La única que, junto a la del Club Portugalete, ha sido capaz de abducirme a fin de convertirme en socio. Y sin embargo... No. Esta vez no estoy dispuesto a que le robes horas a mi sueño. Domingo. Nueve de la noche.

Ya son ganas de joder. Pretendiendo ser breve. No estoy por la labor. La de glorificarte. La de rendirte pleitesía. Te quitaste de encima al Real Madrid a costa de las lagrimas de Marcelino. No se le quería. En la lista de los negacionistas no estaba escrito mi nombre. No se daban cuenta de que, como trasfondo, estaba la conversión de un entrenador.

Así celebró el Athletic la Supercopa en La Cartuja de Sevilla.
Así celebró el Athletic la Supercopa en La Cartuja de Sevilla.

Poco tiempo ha bastado. Ya era de los nuestros y la gente no lo sabía. Lagrimas al viento de La Rosaleda. Justas. Las necesarias para regar el tiesto en el que terminarían creciendo dos  'jacintos rosados'. Junto al busto de Pitxitxi, uno; el segundo, al lado de la efigie de Piru Gainza. Habías derrotado al Real Madrid. Y sin embargo...

Se te pedía más. Ya en la final, por qué no ganarla, pregunta dirigida a este hombre menudo, a este menudo hombre. El que confiesa que "creo en el destino". Ya podías haberlo confesado a priori. Para, ya con la certeza de la victoria, enfrentarme al partido con ese sosiego que te permite picar fruta con nata en vol sobre bandeja escorada a la derecha de una cama. No lo dijiste. Callabas.

Y, con tu silencio, esa angustia que se le mete en el cuerpo a uno y no lo desaloja así que queden segundos para que Gil Manzano nos diga a todos que "este cuento se ha acabado". Placer al final de la partida. Euforia que no contengo porque no tengo vecinos a los que violentar con mis gritos, con mis aplausos, con ese pedirle a Villalibre que, tumbado en el suelo, tarjeteado el que lo tumbó, se demore a sabiendas de que las asistencias saldrán sin que él se tenga que retirar a la banda.

El Athletic Club sumaba su tercera Supercopa, esta vez llegó en La Cartuja de Sevilla.
El Athletic Club sumaba su tercera Supercopa, esta vez llegó en La Cartuja de Sevilla.

Ha sido empezar a rodar el balón y ponerse mi corazón en un temblor. Caballo desbocado. Presa soy de una angustia que, si tuviera el suficiente valor, la echaría de mi vida para siempre. "No sé si es el fútbol o el Athletic lo que me gusta, lo que yo amo". Se dijo con motivo de alcanzar la final de seguido a derruir la Casa Blanca donde dormita Florentino. No bastaba la proeza.

Había que asaltar la Masía como si se tratara de  la fallida intentona aquella de Fidel en el Cuartel de Moncada. Que por intentarlo no quede. Y, ya fuera la suerte de un modo o del otro, declarar orgulloso, con la cabeza bien alta, "La historia me absolverá". Lo sabías, Marcelino, lo sabías, 'cabronazo'. Y ni una sola palabra de tu boquita cerrada. Podrías haberlo hecho, y sin embargo...

Cuarenta minutos de angustia culminada con el gol en contra que llegaba por esa banda siniestra de la que se apropia Jordi Alba para asistir a los suyos con pases de la muerte a mansalva. Tanta angustia y para esto. A ti me dirijo, Athletic. A ti. A ti que no necesitas demostrarme nada porque en tu sola existencia me regocijo. No te pido que juegues.

Es mas, auséntate de todas las competiciones para siempre, que yo, desde esta 'casa de los sueños', me basto y sobro para mantener con fuego el pebetero legendario que ilumina eso que un rotativo francés dio en llamar 'Caso/a Unico/a en el mundo'.

Mikel Vesga y Lekue le echan un ojo al trofeo de la Supercopa.
Mikel Vesga y Lekue le echan un ojo al trofeo de la Supercopa.

Aprietas, Athletic, pero no ahogas. Y es que, sin ese empate meteórico no sé yo que habría sido de mí con tanto tiempo por delante. De Marcos tuvo que ser. El que Marcelo Bielsa aleccionó para que atacara los espacios con saña. "Con diez años de menos habría matado". No te regodees en la nostalgia. Porque, ya entonces, en aquel pasado glorioso, sabías que "con diez años de más" seguirías matando al servicio del Athletic.

Que termine el partido. Que no haya prolongación. Ni siquiera penaltis. Moneda al aire y que sea lo que Koldo Agirre quiera. Ya lo quiso e su día. Pidió cara, pidió cruz, y si de canto se hubiera clavado en el barro la moneda, la suerte, a nuestro lado. Y no es ya que no termine. Otra vez Jordi Alba. Por la izquierda. Demasiado cruel. Resultado para un final. Eso parece. Sólo Marcelino en calma. Porque él sabe de la saña invertida por Asier Villalibre a la hora de fusilar a Ter Stegen. Nos vamos a la prórroga. Merece la pena tanto sufrimiento. Es pregunta. Dímelo tú.

Calla el entrenador del Athletic. Vino a servir. Y son sus jugadores los que le sirven. Iñaki Wuilians. El zarandeado. El 'vago'. El que 'no jugaría ni en Segunda'. Tapando bocas en el nombre de Marcelino. Violentando la parte superior del palo largo. Por la escuadra. Casi. Como si su disparo se hubiera diseñado utilizando tecnología informática. Dos goles a tres. Toca sufrir. Seguir sufriendo. Merezi ote? Athleticzalea izateak sufrikarioa dakar. Podría renunciar a ser del Athletic. Y con ello, al deseo, al querer, al amar. Podría y sin embargo...

Celebración por todo lo alto tras batir al FC Barcelona de Leo Messi y cía.
Celebración por todo lo alto tras batir al FC Barcelona de Leo Messi y cía.

Comentaba con Víctor, el del 'Lolo', que no era de recibo que, semana a semana, se dijera que "hay que proteger a Messi de los tacos de sus rivales". A él, sí ¿Y a los demás? Y resultó que, a punto de finalizar la sesión de la Cartuja con el triunfo del Athletic, quién y Messi golpeando con su puño derecho la cabeza noble de Asier Villalibre. Lo que el ojo no ve. El de Gil Manzano, que andaba a lo suyo, siguiendo de cerca la que habría de ser la última jugada del Athletic, y el 'canto del cisne' del Fútbol Club Barcelona antes de morir.

Lionel Andrés Messi Cuccittini, luego de la canallada cometida, tres fotos suyas, dos de perfil, una de frente, en los archivos de todas las comisarías. En su mano estaba aceptar la derrota como siempre lo había hecho. Por su memoria desfiló toda una carrera plagada de éxitos. Hacer o no hacerlo. Ser, seguir siendo caballero, o convertirse en un macarra, en un matón a salvo por tanto guardaespaldas a los que puede pagar de trueno.

Casi veinte años en la cresta de la ola. Sin haber sido expulsado. Retirarse impoluto o con su vestimenta impregnada de estiércol. Lo que le hizo a Villalibre no tiene nombre. Muy infeliz se debe sentir este hombre para mancillar su larga carrera en un solo segundo. Él sabrá por qué. De retirarse entre loas y brazos y cabezas que se humillan en la grada de su Coliseo, a hacerlo 'fichado' por esa ley que se encarga del juego limpio.

Asier Villalibre toca la trompeta en la celebración sevillana del Athletic Club.
Asier Villalibre toca la trompeta en la celebración sevillana del Athletic Club.

"No. Esta vez no estoy dispuesto a que le robes horas a mi sueño", comenzaba. Y un par de ellas ya me ha hurtado este Morfeo que juega en mi contra. Siempre me lo propongo. Pero cuando media el Athletic, de fracaso en fracaso. De tumbo en tumbo. Algo bonito. Algo hermoso te mereces. Angustiado. Y cuando el Athletic marcaba, sin inmutarme. Como si no acertara a la hora de hacer justicia con este 'ente no material' para el que pido sea convertido en 'Patrimonio de la Humanidad'.

Hoy es muy tarde, y aunque mañana no habrá que madrugar, ¡viva la vida / que buen lugar / para morar! "Quien resistirá", dijo aquél, "quien sabe la distancia / entre la gran Sumeria / y el Dorado aquel". Aquél porque fue ayer. Dorado como dorada y adorada es la Copa con la que Iker Muniain, abrazado a ella, duerme en la habitación de un hotel al que le dirán siempre "Cartuja". 'Cartujazo', Athletic. Tú me haces sufrir. No sabes cuánto.

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