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Carta abierta a Iñaki Zubizarreta
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Carta abierta a Iñaki Zubizarreta

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Kuitxi

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Con la carta terminada, y luego de enredar en google, me he hecho sabedor de que Iñaki Zubizarreta (aunque evitando los hechos más escabrosos) ya había hecho pública, en diferentes medios y momentos, su infancia tortuosa. Sucede que yo lo desconocía. Nadie es perfecto.

Esta tarde, domingo 11: uno más uno son dos, mientras hojeaba y ojeaba, más de lo segundo que de lo primero, el Correo en el bar que por mi modo de ser y ser tratado me corresponde, me he topado en la sección 'Ciudadanos' con un reportaje de citas que tanto podría estar ubicado en 'Sociedad' como en el apartado de 'Deportes'. El director del diario sopesó la circunstancia y se decantó por las páginas primeras a fin de darle a la persona protagonista un hueco de excelencia y delicado.  Primero, fue la fotografía de la persona lo que atrajo mi atención. En segundo lugar, y luego de asimilar el pie de foto o las primeras líneas del trabajo, al reparar en el nombre y el pasado (deportivo en este caso) del 'personaje', me hice una composición de un escenario con pasado y un jugador de Basket entregado de lleno a realizar el 'trabajo' encomendado por su entrenador: "Imponte en la pintura, Iñaki; haz valer tu físico en favor del equipo para robar y salir de estampida al contraataque, o recuperar en cancha ajena para darle al equipo tiempo y valor".  Baloncesto. Caja Bilbao. Aquellas tarde-noches vibrando de sudor en la sauna del pabellón de 'La Casilla'. Iñaki Zubizarreta. Por fin. Pivot de 207 centímetros y una ingente cantidad de kilogramos. Zaragoza. Valencia. Un etcétera hasta la isla bonita (La Palma), con vuelo de vuelta para atrapar los últimos rebotes en un 'Colegio' de Bilbao.  Hace falta valor. Y lo tenias. Yo te vi. Te veía. Tú figura era imponente. A nada que obedecieras mitad y un cuarto las consignas de tu entrenador, números muy altos. Una carrera por delante. Te realizaste como deportista. Lo que desconocía era lo terrible de una infancia que hoy, por enésima vez, has dado a conocer a Bizkaia entera. Por experiencia propia te digo, Iñaki Zubizarreta, que vomitar es un acto que sana el cuerpo y purifica el alma.  Getxo. Andramari. La bruja de Blancanieves. Fredy Kruweg. Pesadillas...No, ni cuento ni sueños. Realidad. Cruda y dura. Tortura diaria en un paraje de ensueño. Gritas y nadie te oye. Hablas y nadie te escucha. Recurres a tu profesora-tutora como tabla en un mar violento. El psicólogo, cómplice, se alía con tu presunta educadora. En casa le restan importancia a lo que es y sucede. Nadie le pone nombre. Las cosas sin nominar no existen. Que denunciar. A quién y dónde.   Un callejón sin salida... y a la entrada, caras pintadas, son de guerra, el enemigo brutal. Te hacen de todo. Incluso de lo innombrable. Cuesta imaginar tu estado de indefensión tomando en cuenta tu poderío físico  portentoso. Eras un niño. Y encima, el miedo, libre, te ata de pies, manos  y voluntad. Perdido y solo. Para eso me trajeron al mundo, te preguntas. Podría ser tarde cuando a ti mismo te interrogas. Al borde del precipicio. Literal.   Así como Artxanda tiene dos rombos, La Galea es el picadero por excelencia de los 'vírgenes suicidas'. Con luz o de noche. Jugándote la vida, ahorros inclusive, al todo o nada de los pétalos fríos y húmedos de una margarita. Salió "no me tiro". Te salvaste de la muerte porque así lo quiso la diosa griega Fortuna, la Ocasión la pintaban calva, pero tú no te agarraste al mechón, será, sería, fue... porque aquel 'rebote' no era para ti.  Pasó la tormenta. La tempestad. Cayó el diluvio. Lluvia que se fue aminorando hasta convertirse en ese Sirimiri tan nuestro. Ya fue dicho que el sol tanto sale para justos como injustos. Que la lluvia no hace distingos. Crecías viendo cómo se mojaban y se ponían morenos aquellos que te habían acosado, hasta casi reventarte el craneo, y tu, preso de la ley del silencio.   Seguir vivo era ese sitio de la cancha desde el que toman impulso los que han sido llamados para saltar, elevarse, habrías querido rasgar con las uñas de tus dedos la nebulosa puerta de los cielos. Pero era un balón el objeto de tu deseo, o de tu entrenador, obedecer a tu 'superior' suponía agarrarte al clavo ardiendo que todos hemos tenido alguna vez en la vida delante de las narices. Sucede que no a todos se nos hace visible. Vivir. Jugar a baloncesto. Que los partidos se sucedieran.   Que el tiempo pasara eran hechos gozosos que te iban alejando de aquel lugar de los hechos que jamás fueron tachados de "punibles". De esos seres humanos que si se habían movilizado había sido para partirte la cara, y no para jugarse la cara por ti. Es duro comprobar en carne propia que el niño es lobo para el niño.
Pero terrible hasta lo sumo es que tu profesora y su psicólogo hagan causa común para que se haga creíble la paradoja que se usaba de paradigma en la Clase de Redacción de la Facultad de Periodismo: "Un hombre ha mordido a un perro". Y se lo creían. Y lo daban por bueno. Y te lo hacían tragar como ruedas de molino.  José Marti, encarcelado y obligado al forzado trabajo a pesar de una edad casi tan corta como la tuya, le decía en carta a su madre: "Vivo: porque debo ser más fuerte que todo obstáculo y todo dolor". Y a tu madre, si de verdad hubiera podido entenderte: "Mirame, madre / y por tu amor no llores / si esclavo de mi edad y mis doctrinas / tu martir corazón lleno de espinas / piensa que nacen entre espinas flores.."     Espinas, todas; flores: aferrarte al balón capturado como si en ello te fuera la vida. Que te iba. Admirarte desde mi localidad. Saltar contigo. Pero vibrar sin ti. Porque, a pesar de tanto tiempo pasado, la procesión, la tuya, iba por dentro: por la noche, ojos cerrados, antes de que te atrapara el sueño, sentías la espalda como fustigada, desde el cuello hasta las nalgas, gotas, sudor frío creías, pero era sangre. Tentado para llevarte la mano a la espalda. El sueño surgia. El aliado. El guerrero amigo de tus noches.  Como has podido aguantar tanto tiempo. Como callado. Guardándote el secreto. Como si a la tumba. Alguien tuvo que aparecer. O tú mismo, que desnudaste el alma para que se vieran las terribles heridas y cicatrices de tu cuerpo. Tan de moda tatuarse. Tú que viste tanto cuerpo de hombre desnudo. Dibujos. Promesas. Sueños cumplidos. Tu cuerpo inmaculado. Estigmas esquivos.   La vida sigue. Alto. Tiempo muerto. Y así todos a tu alrededor. Sin pizarra. Palabras sinceras. Unos ojos limpios. Quiero ser ejemplo para el que sufre como yo sufri. Quiero impartir la docencia sin libros ni deberes para casa. Amarás al prójimo como a ti mismo. No le hagas a él lo que a ti no te gustaría que te hicieran. Lo dijo el Enviado. Insuperable. Todo está escrito.   Se trata, de ahora en adelante, de que cada cual escoja el tipo de juego con el que sanar y no dañar, con el que amar y no sembrar ni una nimia semilla susceptible de convertirse en ortiga. Que todo sean rosas. Aunque al olerlas uno se pinche. Que nos embriague su olor sin necesidad de tener que explicarle al mundo que sentido tiene el sentido del olfato.  Vas por el camino correcto, Iñaki Zubizarreta.   Zorionak!... Izan untsa!
Un artículo para ElDesmarque Bizkaia de Luis María Pérez 'Kuitxi'. Periodista, montañero y exfutbolista del Club Portugalete

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  1. Iñaki Zubizarreta

    ‌Tu carta me ha emocionado,desde el primer párrafo la piel erizada. Solo te puedo dar Un GRACIAS DE TODO CORAZÓN...!! Si algún día coincidimos me encantaría darte un abrazo. Con cariño. Iñaki Zubizarreta

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