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El viento, ese enemigo que arrasa el fútbol a su paso
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El viento, ese enemigo que arrasa el fútbol a su paso

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Foto autor
Kuitxi Pérez
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

Desde que la televisión se ha convertido en 'tsunami' que inunda con fútbol hogares y bares, el viento 'no vende'. Porque es fútbol de ricos. Clubes que exhiben estadios amurallados. Con tribunas cubiertas. Y hasta el techo llega a ser retráctil para evitar el agua, la nieve y el granizo. Ni un resquicio, pues, para que el aire enrabiado que es el viento sea capaz de modificar hasta el peinado de diseño de los futbolistas. Muerto el viento, se acabó la zozobra de los jugadores.

Ese miedo a que, al levantarse, dedo mojado sacado a la calle por la ventana, el viento haya de ser enemigo que distorsione el juego de la partida. Desde que el fútbol que se vende, vende, paga y se compra es el de los clubes poderosos, el viento es un fenómeno meteorológico que, diríase, hubiera desaparecido. Desde casa no se siente. E incluso en los campos grandiosos el viento ha perdido su poder. Pasando a ser leyenda o mito en boca de viejos y niños adeptos a sus 'equipos pobres'.

Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

Con motivo del Portu vs Leioa [1 - 0] en La Florida, el viento salió a colación recuperando el prestigio de antaño. Cuando el aficionado de Bizkaia acudía a jalear al equipo de su pueblo. Cuando el único 'grande' que merecía la pena era el Athletic Club. Cuando la Liga de 'los grandes' se reducía a los resúmenes nocturnos de 'Estudio Estadio'. Cuando la Regional era la 'segunda' y la 'primera'. Cuando existía una categoría 'Preferente'. Cuando la Tercera era puro lujo. Y hasta cuando la Segunda B era una quimera en la mente de los ilustrados.

Fútbol de gabardina. Puro en los labios del hombre maduro. Centenario Terry ["es cosa de hombres"] en el paladar y la garganta. Pipas y piñones para los niños. "¡Hay fanta y cocacola!". Nadie  impedía que la mujer, ya mayor, joven o niña, ingresara en el templo que era La Florida. Y sin embargo, ¿cuántas mujeres vieron mis ojos durante aquellos años que se medían por temporadas?

Y es que, por entonces, se hacían gracia a sí mismas ridiculizando a "once tipos que corren detrás de un balón vestidos en calzoncillos". Y en el barrio, en este bendito barrio llamado 'La Florida', mientras los chavales nos pasábamos las 'horas vivas' disfrutando partido tras partido en el espacio infinito de las campas, ellas, las niñas...¿dónde estaban?

Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

La mujer, la de hoy en nombre de la de entonces, debería hacer un severo ejercicio de autocrítica. Porque jugar a fútbol era gratis y estaba al alcance de tod@s. Y andar en bici. Y correr. Y subir al monte, a la cumbre del monte, para sentir el placer que provocan las gotas frescas de sudor resbalando por las mejillas luego de surgir en las fuentes de la frente. Para que un Club de fútbol sintiera la necesidad de crear una 'sección femenina', se requería la presión de una demanda fuerte y sincera.

Recuerdo Gallarta y su maravilloso instituto al que llegué rebotado desde mi Portugalete hostil. Dos años de vida tenía el Centro. Mixta era el aula. Chicas a mi lado. Temblando. Yo. Era yo  el que temblaba al lado de esas mujeres que tomaba por seres angelicales.  Y a la hora del recreo, nosotros, a la plaza de abajo. A jugar un partidillo. Mientras, ellas... ¿dónde estaban las mujeres mientras nosotros rompíamos zapatos jugando a fútbol? ¿Por qué el chico, sí, y las chicas, no?

La 'igualdad de género', al menos en lo deportivo, estaba en sus pies. "Once hombres en calzoncillos corriendo detrás de una pelota". Flaco servicio el que la mujer se hacía a sí misma. Me acuerdo, eso sí, de un partido de la selección vizcaína femenina jugado en La Florida. Estaba presente. No había viento. Barro, sí. Bendito barro. 'Hijos del barro' se les dice a los futbolistas jarrilleros de aquella época. Eran las mujeres las futbolistas. Ni una mujer recuerdo sentada en el graderío. Tribuna desde que, luego de cimentarse en la tierra, columnas de metal sostuvieran un techo de frágil tejavana para que el público no se mojara.

Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

¿Viento? Vayamos con el viento. O que el viento nos lleve. Nos alce hasta el corazón de La Florida. Que es su estadio. Inaugurado en los años veinte. L@s mi@s lo vieron nacer. Y renacer después de la mal llamada 'guerra'. Antón, Leandro, Lucio, Guiller Agirre, José Gallastegi segando a guadaña la hierba de la General para ganarse el alimento de sus vacas. Viento. Si Noé, de lluvia, ellos, de viento. Viento que llenaba de nueces allá donde el nogal; de castañas, bajo el castaño. Hojas de hierba en el otoño. El paraíso poético que Walt Whitman se olvidó de cantar. Tal vez porque el fútbol no estaba en boga en su 'gran América'.

El campo de La Florida que de niño yo veía no era un vergel. El que de pisarlo mis piernas se cansaron era siempre un deterioro. Irregular. Calvas. Duro en lo seco. Barrizal en la tormenta. Que estuviera duro y, mientras el juego, que lloviera como si fueran pajitas de agua. Un poco más que el sirimiri. Hasta ahí. Pase de mí el viento. Y si se queda, que sople con esa violencia propia de los dioses.

Eolo se dijo. Sigue soplando, cabrón. Cuánta malicia. Qué ganas de jodernos el partido que con tanto mimo habían preparado durante la semana nuestros entrenadores: Santamarina, Martín Susilla, Manolo Aresti, Nico Estéfano, Gonzalo Gaztañaga 'Lalo', Zamorita, Iglesias, Pascual, Manuel Varela Pernas 'El Caparaz'. Tanto amor por el fútbol... y no poder hacer nada contra el viento. Bueno, sí. Algo se podía...

Sabedores de que, históricamente, el viento busca con alevosía la portería de las 'viejas casetas' [Los Llanos], táctica sencilla ante cualquier intento de elaboración del juego. "Golpear en largo". Ahora, sí: "buscando la portería como si de una diana de tratara". A partir de ahí, portero en apuros. Y si córner, toque seco y duro. Abierto. Al punto de penalti. Una vez sobrevolando el círculo de cal, que el viento ponga el resto, que envenene la pelota. Poco más. Tratar de llegar al descanso con ventaja. Para que, en el segundo acto, viento en contra, ese tratar de avanzar como con bolas de plomo enganchadas al tobillo con grilletes, el sufrimento cobrara sentido.

Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

Si algún motivo para el aplazamiento o la suspensión ha tenido un partido de fútbol, era el viento. El "viento de La Florida". Denominación de origen. Hubo sidra. Hubo txakolí. Los días de viento olía raro. Así como el incienso en los entierros, la soja de Aceprosa unida al rito mortuorio que en esencia eran aquellos partidos de fútbol que el viento destrozaba con el ensañamiento propio de un Panteón heredado de un imperio ajeno.

Y como el pico Serantes no era un volcán. Como sobre La Florida no lloverían cenizas devastadoras. Era el viento el elegido para derruir el templo viejo y poder, así, erigir la tribuna de la modernidad. De noche. Para no ser visto. Ni denunciado. Que no hubiera mas testigos que la Luna muda, y las estrellas, que no dejan de tiritar, frioleras ellas.

La gente se despertó sobresaltada. Sabían que no era sueño. Se imponía el autoengaño. Si habría que ver las consecuencias, que fuera con la mente bien despierta. Me levanté pronto. Me acerqué. Y lo que vi fue espantoso. El abuso del viento. Su crueldad. Su sed de venganza. Algunas de las columnas que sostenían la tribuna, arrancadas de raíz, posadas sobre las gradas, de arriba abajo. Y de la techumbre, qué decir, violenta fue a chocar contra la casa de Manolo el utillero.
La aplastó. Aquella casa donde había vivido Pepín, el 'Barbero de La Florida'. La misma que se erigió para ser vestuarios  en tarde gloriosa de la reinauguración aquella en la que jugó el Athletic y Ortiz de Mendibil ofició de árbitro de lujo.

Destrozada. Entre las ruinas, un perro me miraba. Sin ladrar. No había razones. Nadie murió. Los inquilinos no estaban en casa. Milagro. Casualidad. La muerte pasó de largo. "Todos salieron ilesos / del sable de un Dios cabrón / el campo / al salir el sol / era el ejemplo de un caos / provocado por la destrucción"...Fin de una época. Inicio de otra. Poco antes del cataclismo, el Club Portugalete había vivido tres años seguidos en Tercera División.

Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.
Impactantes fotos de la Tribuna de La Florida tras el ventarrón.

En su tercer ejercicio, la directiva puso el equipo en manos de Víctor Llopis. Luego de Ricardo Moreno. Después de Emilio Martínez. Llopis llegó a La Florida pleno de ilusión. No completó su contrato. El Club lo destituyó. A la postre, una decisión desacertada. Colocaron en el banquillo a 'un tal Uriarte' que no hizo sino observar, indolente, como el Portu regresaba a esa Preferente tan conocida como odiada.

Regresaría Víctor Llopis a La Florida. Con el Zorroza. Con el Deusto. En 'La Base', consiguió el ascenso de los morados a la Tercera División, dejando al Portu de 'Primi' con la 'hiel' en los labios. Con el Deusto, escenificó sobre el verde de La Florida "La rebelión de los 'pobres'': Luis de la Fuente versus Víctor Llopis. El combate del siglo escondido en una guerra cruel.

Con vestuarios nuevos. Con la coqueta tribuna erigida. Con altos y robustos pinos custodiando las pantallas de la publicidad. Guardaespaldas del campo. Obstáculo. Piedra contra la que el viento tropieza. Una. Dos. Tres. Enésimas veces. Para que el ser humano no sea el único que tropieza dos. En el Portu - Leioa, el viento pretendía volver por sus fueros. Ni comparación. Puertas al campo, Ea, Ea! Para que el viento no sea ese que todo lo arrasa a su paso. El viento. Del fútbol, su enemigo. El enemigo brutal.

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  1. José Manuel

    La casualidad ha hecho que hoy yo, el hijo de Manolo "el utillero" lea esto. Y se me encoge el corazón recordándolo, porque si que estabamos en casa. O en lo que quedó de ella, osea nada. Pero efectivamente la muerte pasó de largo. Y no solo delante de nosotros, sino también de todos los animales que teníamos, a los que tampoco les pasó nada. Mi enhorabuena por la crónica. Se lo estoy leyendo a mis padres, que creo les gustará. Porque aunque aterrador, es también un recuerdo de nuestra vida, y de los buenos momentos que allí pasamos. Un saludo y gracias.

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