Una pachanga en San Mamés
Después del traspié ante el Betis, el Athletic Club recibía en casa, San Mamés, a la SD Eibar por la jornada décimoséptima de la LaLiga Santander. El equipo bilbaíno llegaba con ansia de redención en su templo: de ganar, se hubiera puesto en posiciones de Champions League en la clasificación liguera. En cambio, el equipo eibartarra arribó a Bilbao con ansia de salir de esos puestos que miran al descenso a segunda.
Al final, resultó un partido de solteros contra casados, sin que pudiera definirse cuál equipo era el de solteros y cuál el de casados. Lo que en argot de calle es una pachanga: se armaron dos equipos de barrios distintos, pero de la misma zona, y se pusieron a jugar, a darle al balón para pasar la tarde.
Por momentos, el partido Athletic-Eibar, que terminó en empate sin goles, también se asimiló a un entrenamiento de fútbol playa por la cantidad de toques con la cabeza que dieron los jugadores de uno y otro equipo.
El encuentro, sin mucho más para decir, salvo que el Eibar fue más en la primera parte y el Athletic mejoró en la segunda, dejó algunos otros elementos para tener en cuenta.
El primero: la roca que es la cabeza de Raúl García. Dos jugadores chocaron con ella y uno quedó con el pómulo maltrecho (Burgos) y el otro (Bigas) tuvo que salir porque quedó doblemente conmocionado.
El segundo: las modificaciones de Garitano tras la derrota ante el Betis. Quitó a Sancet, puso en su lugar a Unai López y en lugar de éste, a San José. El equipo perdió frescura y se volvió casi pusilánime, algo que se notó en el campo. Hacía tiempo que no se veía un Athletic así, ni que fuera el modelo de Caparrós.
El tercero: Ibai (que entró al comenzar la segunda parte por Córdoba) no es un jugador para no tener en cuenta, para tenerlo confinado al banquillo. Ojalá tenga más oportunidades. Lo mismo para aquellos otros que no son tenidos en cuenta (yo insisto con Unai Núñez) porque, si bien juegan once, siempre se pueden hacer cambios en las segundas partes.
El partido, con tanta expectativa previa, pasará al olvido. O no: se integrará en la memoria de lo que hay que mejorar. Dijo Garitano al final del encuentro que no se iba conforme. No es para menos: ¿A quién le puede gustar tener un equipo de primera, con una plantilla que tiene un valor de 225 millones de euros y que ha jugado a la pachanga?
Alejandra Herranz, periodista y blogger
@aleherranz