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El Fuenteovejuna de Leo Messi
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El Fuenteovejuna de Leo Messi

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Alejandra Herranz
Gesto de Leo Messi, ante la debacle en Champions frente al Liverpool de Klopp (Foto: EFE).
Gesto de Leo Messi, ante la debacle en Champions frente al Liverpool de Klopp (Foto: EFE).

En tiempos pandémicos de coronavirus, jamás pensé que habría algo más poderoso en efecto que el propio protervo. Me refiero a un burofax.

Bueno, a dos. Uno, el que envió Quique Setién al FC Barcelona diciendo que no se da por despedido, ya que no medió instrumento de derecho laboral alguno. Otro, el más importante, el que envió Leo Messi a la Junta Directiva del Barça diciendo que se rompió el amor de tanto usarlo para prometer.

Resulta curiosa la situación terminal a la que llegó el gran emblema de La Massía culé, Leo Messi: el jugador más importante de la historia del ejército desarmado de Catalunya, como llamó al FC Barcelona uno de sus forofos más ilustrados, el fallecido escritor Manuel Vázquez Montalbán.

El palmarés de Messi es, cuanto menos, alucinante. Tiene 6 balones de oro y 6 botas de oro. Ha sido una vez FIFA World Player y otra más FIFA The Best y ha sido balón de oro mundial. Se ha coronado 6 veces como Pichichi de LaLiga Santander y otras tantas de la Champions League. En dos ocasiones ha sido elegido mejor jugador de Europa y 7 veces MVP de LaLiga.

Leo Messi maniobra ante dos jugadores del Athletic Club de Bilbao (Foto: LaLiga).
Leo Messi maniobra ante dos jugadores del Athletic Club de Bilbao (Foto: LaLiga).

Sigo, que para sus 33 años su CV es dilatado. En el club de su vida: el FC Barcelona, tiene el récord de haber marcado 603 goles y de haber sido parte de los equipos que ganaron 34 títulos; 10 de LaLiga, 4 de Copa de Europa, 3 de Mundial de Clubes, 6 Copas del Rey, 3 de Supercopa Europea y 8 de Supercopa de España.

Con la selección argentina su palmarés es acotado: un Mundial Sub-20 en 2005 y un Oro olímpico en Pekín 2008. Añado, también, el subcampeonato en la Copa FIFA del Mundo Brasil 2014. Porque justamente ese mismo año, Josep María Bartomeu asumía la presidencia del Barça tras la renuncia de Sandro Rossell. Bartomeu también había sido integrante de la Junta Directiva presidida por Joan Laporta.

No conozco personalmente a Leo Messi; apenas podría decir que aprendí a leer sus gestos en el campo y en las pocas ruedas de prensa que ha dado en estos años. Aun así, puedo decir algunas cosas. Es un grandísimo jugador al que le quedan unas 3-4 temporadas de rendimiento.

Leo Messi con cara de frío en un entrenamiento de la selección de Argentina.
Leo Messi con cara de frío en un entrenamiento de la selección de Argentina.

No es carismático: su liderazgo es silencioso, pragmático, de goles, asistencias y jugadas espectaculares en el campo. No tiene alma de capitán: no arenga, sólo se limita a cumplir y más que cumplir. Es emocional: necesita de los mimos. Es clánico: se mueve con su familia y su gente. Se le toma así o se le deja.

Tampoco Bartomeu es carismático ni tiene alma de capitán. De hecho, llegó a la presidencia del Barça casi por defecto.

Sin embargo, pese a sus diferencias, los destinos de Messi y de Bartomeu están más unidos de lo que parece: a ambos les llegó el final de ciclo.

Messi se cansó de promesas de equipos competitivos durante las últimas 4 temporadas y de una dirección deportiva errática. Por otra parte, se nota que ha pasado el tiempo y ya no tiene la velocidad rompedora de antaño. Juega más retrasado en el campo y muy solo: porque su velocidad de ver la jugada no es acompañada por los demás, en un equipo donde el mediocampo sufre de ausencias desde las salidas de Ronaldinho, Deco, Xavi e Iniesta.

En este contexto, fue creciendo la alargada sombra de Messi. La del capricho de rodearse de jugadores con los que pueda conectar en el campo. La de volverse un hombre fuerte del vestuario con los peores tics de levantar o bajar sus pulgares a entrenadores y jugadores.

Leo Messi celebrando uno de sus muchos goles marcados (Foto: LaLiga).
Leo Messi celebrando uno de sus muchos goles marcados (Foto: LaLiga).

Su sombra crecida se ha solapado con las vanas promesas directivas de cantos de sirena. Y todo lo bueno que tenía -que tiene- terminó por resumirse en un burofax de despedida.

Hoy Messi enfrenta su propio Fuenteovejuna: un conflicto social al seno de Can Barça, entre sus múltiples partes interesadas; Junta Directiva, socios, simpatizantes, plantilla, cuerpo técnico con Ronald Koeman a la cabeza, medios de comunicación, redes sociales. Poderosos y oprimidos, todos se han unido para expresarse sobre el burofax de Messi y conjeturar sobre su futuro inmediato.

Una Junta Directiva debilitada contrata nuevo entrenador sin miras de proyecto de futuro, sino de gestión de este presente porque en marzo de 2021 habrá elecciones en Can Barça. Un mal diseño.

Koeman llegó en 2007-2008 al Valencia con la función de limpieza generacional en la plantilla. Tengo la sensación de que su cometido en el Barcelona es parecido; y que Messi, en este contexto, pinta muy poco como puntal de una nueva promesa de equipo capaz de ganar nuevos títulos.

Entonces, Messi buscó la salida en un burofax: la manera más formal y definitiva de sentar su posición y su decisión de irse. ¿A dónde? Donde el dinero de fichajes lo permita; y donde su clan acepte como destino común. Posibles escenarios: el Manchester City, el Inter de Milán, el París Saint Germain o el Internacional de Fútbol de Miami en la MLS estadounidense. Problemas: la cláusula de rescisión de 700 millones de euros y el sueldo de 100 millones al año.

Imagen de la estrella argentina Leo Messi lamentándose en Mestalla (Foto: EFE).
Imagen de la estrella argentina Leo Messi lamentándose en Mestalla (Foto: EFE).

El affaire Messi dejó en evidencia otro problema mayor, que trasciende a Can Barça e inclusive a LaLiga: que el fútbol profesional está sobredimensionado y que la cadena de intermediación no va a cobrar fortunas como antes del coronavirus. Toca un ajuste acorde a los tiempos pandémicos: de las fichas de los jugadores, de sus salarios, de las comisiones de los agentes e intermediarios, de las televisaciones y de las plataformas de Internet que transmiten los partidos.

Con Messi se va no sólo el emblema del FC Barcelona, sino también el de LaLiga. Ya nada será igual: lo que parecía imposible, aquella nada, es una realidad. El ciclo se cierra para todos, con suma nostalgia por el futuro.

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