A la atención de Gaizka Garitano

No me gustaría que mis comentarios sobre el Athletic Club suenen a crítica, sino como una ayuda -desde mi modesta opinión- para que sigamos siendo un equipo que con jugadores de la casa se mantiene en Primera división año tras año. Ya en otras ocasiones he aplaudido a todos los responsables de semejante hazaña: desde entrenadores a directivos y presidentes.

La era Garitano se ha caracterizado por buscar en sus planteamientos como base mantener la puerta a cero. y en líneas generales se ha conseguido aunque sacrificando el futbol de ataque. Pero yo me he preguntado siempre como un exjugador que ha ocupado posiciones defensivas o de corte defensivo puede ayudar a un jugador o a un equipo a fabricar fútbol.

Si tú no sabes matemáticas cómo puedes enseñarlas. Gaizka Garitano y Patxi Ferreira eran defensas, y no parece sencillo que puedan educar a jugadores como Muniain, Aduriz o Williams a buscarle las cosquillas al contrario.

A mi juicio un equipo debería tener siempre entrenadores de doble corte, defensivo y ofensivo, al menos en los entrenamientos, y si es en el campo mejor también.

Otra de las cuestiones a destacar es el de la ubicación de los entrenadores durante los partidos. Todos los que han tenido la oportunidad de jugar al fútbol habrán pisado un banquillo, y aunque ahora los tiempos han cambiado y los campos ya no presentan esos abombamientos para achicar el agua de los campos de antaño, habrán podido comprobar que seguir un partido desde esta posición es muy difícil, y que en realidad parece más un desahogo para el entrenador que una ayuda a los jugadores.

Incluso hay localidades en las gradas donde tampoco se aprecia el despliegue de los jugadores ni el movimiento general del equipo, que debe ser el que marque las correcciones necesarias para afrontar el partido.

¿No sería interesante que uno de los dos entrenadores vea el partido desde el palco y se comunique con el entrenador por el móvil o por radio para comentarle las correcciones?

No es un planteamiento nuevo desde luego pero me gustaría saber porque no se ha instaurado como norma. Sé que Valverde con su segundo, Jon Aspiazu, lo practicaba durante el primer tiempo y luego lo trasladaban en el vestuario durante el descanso a sus jugadores. Entiendo que es más emocionante estar abajo, pero no sé si es lo mejor para el equipo.

¿Qué nos pasa con las jugadas ensayadas?

No nos sale una bien. Mi sugerencia es que fichemos un entrenador de baloncesto para que nos las prepare, ellos si están acostumbrados a las estrategias, al pick and roll y otro tipo de jugadas que quizá trasladadas al fútbol puedan dar buenos resultados.

Puede incluso que nos venga bien un entrenador de baloncesto como táctico para los planteamientos de los partidos… y por supuesto para plantear los córners a ver si así logramos rematar alguno; arte en la que históricamente hemos destacado y que ahora tenemos olvidada y que me viene como anillo al dedo para introducir mi último comentario: el juego de cabeza.

Es una técnica que se está olvidando posiblemente motivada por la aparición de los campos de hierba artificial desde las primeras edades, una superficie donde “cuesta” más caerse.

Antes el fútbol se practicaba en arena tanto en los campos de fútbol como en la playa y hasta era placentero caerse. Realmente no habrá una única razón para que se juegue tan mal con la cabeza,... y ya no hablo solo de los delanteros sino de defensas y centrocampistas. que a veces son incapaces de dirigir un pase con la cabeza a dos metros de distancia.

Propongo que el Athletic intente recuperar esta modalidad, que por otra parte podría darnos excelentes resultados porque a la mayoría de los equipos les pasa lo mismo y ya lo dice el dicho, el tuerto es el rey en el país de los ciegos.

Por supuesto si queremos obtener resultados habría que practicar desde pequeños, como el resto de habilidades, por lo que habría que destinar un tiempo específico -desde las primeras categorías- para conseguir un resultado aceptable.

El fútbol tal y como está de especializado requiere sacar el máximo provecho a cada detalle, y si queremos estar ahí no nos queda otro remedio que ponernos a la faena.