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La nueva revolución en los carburantes de los coches pasa por el amoníaco

Motor de hidrogeno de Toyota
Leire Lobato

Actualmente, podemos comprar coches con motor diésel y gasolina, así como coches que funcionan con gas licuado del petróleo (GLP) y gas natural comprimido (GNC). Además, también empiezan a surgir los primeros modelos que funcionan con hidrógeno. Una serie de opciones de combustible para modelos de combustión interna a la que podría sumarse el amoníaco.

Aunque en el pasado llegó a utilizarse algún vehículo específico que funcionaba con amoníaco,  actualmente no existen coches que funcionen con este producto. Y tampoco se conocen planes de los fabricantes para lanzar uno.

El amoníaco se postula como combustible neutro

No obstante, la presión de Italia y Alemania sobre la Unión Europea por la fecha establecida (2035) como límite para vender coches de combustión interna, ha abierto la posibilidad de utilizar el amoníaco como combustible alternativo y neutral, tal y como exige la UE.

Aunque se ha explorado la posibilidad de utilizar hidrógeno como combustible para vehículos, el amoníaco ha recibido menos atención por parte de los fabricantes de automóviles. Pero hay que tener en cuenta que, como el hidrógeno, también pueden ser producidos con procesos sostenibles utilizando energía renovable. Además, el tratamiento, transporte y almacenamiento del amoníaco son más seguros que los del hidrógeno.

La mayor eficiencia se consigue al mezclarlo con hidrogeno

Además, aunque como te hemos dicho no hay planes por parte de ningún fabricante de explotar esta posibilidad, sí es cierto que se han realizado estudios sobre el uso de este combustible en motores pequeños. Aunque los mejores resultados se han obtenido en motores que funcionan con una mezcla de amoníaco e hidrógeno. Y se ha detectado que las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por estos motores son significativamente más bajas que las de los motores diésel o gasolina.

Además, se ha demostrado que es posible crear motores alimentados por amoníaco con relaciones de compresión de alrededor de 10:1, con inyección directa y encendido por bujía. Es decir, como si fuera un gasolina o un diésel convencional.

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