Se habla mucho del ferrocarril; pero, en España, la mayoría del transporte (más del 90%) se realiza por carretera. En el resto de la UE, la media es del 70%. La demanda de profesionales es, por tanto, amplia y constante, pero no siempre se encuentran camioneros disponibles y bien formados. ¿Por qué? Pues porque, para serlo, hace falta disponer de dinero, estar dispuesto a pasar largas temporadas fuera de casa y asumir incomodidades y riesgos.
Para conducir un camión hace falta el permiso C y, también, el CAP (Certificado de Aptitud Profesional) obtener uno y otro puede llegar a costar, incluso, más de 4.000 euros.
Los camiones no son baratos: una cabeza tractora pesada puede llegar a costar 100.000 euros, y, en un contexto de incertidumbre sobre sistemas de propulsión como el actual, la flota envejece. A menudo, los nuevos camioneros se ven obligados a trabajar con camiones de hasta más de 15 años. De hecho, en España, el 16,7% de la flota de camiones tiene entre 20 y 30 y el 9,8% más de treinta. Sólo el 4,1% tiene menos de un año. Vehículos más viejos equivalen, siempre, a menos seguridad y comodidades.
Más allá de los edulcorados relatos que el cine y la TV trasladan sobre la vida de los camioneros, hay que tener claro que conducir uno de estos vehículos equivale a pasar mucho tiempo fuera de casa y dormir poco y mal. Un camionero que trabaje en el ámbito del transporte urbano puede ganar unos 1.500 euros brutos y otro que cubra rutas nacionales, en torno a 2.000 brutos. Los que se encargan de transporte internacional ganan más: cerca de 3.000 en ocasiones. También hay que tener en cuenta que llenar el depósito de un camión puede salir por cerca de 2.000 euros y eso, si el camionero es autónomo, lo paga él.
Para conducir un camión creo que hay que tener cierta capacidad de sacrificio. Me parece una profesion dura y donde la soledad es la principal compañía. Para alguien con muner e hijos tiene que ser muy duro.