Nadie da duros a cuatro pesetas. O euros a sesenta céntimos, en la versión menos antigua. Y del mismo modo, los coches eléctricos no son la solución definitiva a las consecuencias medioambientales de la movilidad a combustión. Los coches eléctricos también tienen sus afectaciones al medioambiente. Y no nos referimos sólo a lo que cuesta producir la energía eléctrica que llega a los cargadores.
La mayoría de coches eléctricos que circulan en la actualidad funcionan con baterías de iones de litio. Pero el litio no es un material eterno. Todo lo contrario. Es muy escaso en comparación con otros elementos. Y ello hace que, si su precio ya es alto, se dispare en los próximos años.
Sí es cierto que el litio se puede reciclar. Pero el proceso es caro. Y no existen suficientes plantas para reciclarlo todo correctamente.
Pero el problema a la escasez del litio lo puede solucionar la sal común que tienes en casa. Porque la sal contiene sodio, el protagonista de estas líneas. El sodio puede ser una forma de abaratar los coches eléctricos.
El sodio es un metal alcalino del que hay grandes cantidades en la tierra. Se estima que el 2,6% de la corteza terrestre es sodio. Se puede encontrar en minerales o en el agua. Y su precio es muy barato. Y constituye el componente principal de las baterías de iones de sodio en las que algunas empresas ya han empezado a investigar.
Este material no solo es más barato. Su vida útil es mucho mayor a la del litio. Después de 4.000 ciclos de carga y descarga su capacidad se mantiene en el 94%.
El problema que le juega en contra es que el sodio tiene menos densidad energética que el litio. Esto se traduce en autonomías menores. Algo que podría interesar a quienes realizan trayectos cortos por ciudad a diario y tienen un cargador en el hogar, pero no a quienes acostumbran a hacer viajes largos. Muy probablemente pronto se le podrá sacar más rendimiento al sodio. La pregunta es si será suficiente para instalarse en el mercado y sustituir a las de litio. Todo ello sin descartar que puedan convivir, en función de los usos que se le pretenda dar al vehículo.