Hace una década, los vehículos diésel dominaban las carreteras europeas. Sin embargo, esta tecnología han llevado a su declive. Entre otras cosas, el escándalo del Dieselgate y la creciente presión de las instituciones que defienden el medio ambiente. Marcas como Volvo han decidido dejar atrás el diésel, como evidenció al retirar el último modelo con este tipo de motor, un Volvo XC90 con motor turbodiésel de cuatro cilindros y dos litros.
Este motor era parte de la familia VEA, desarrollada internamente por Volvo, representando uno de los pocos motores diésel desarrollados por la marca sueca en sus 97 años de historia. Aunque el primer diésel de Volvo se remonta a 1979, el reciente retiro del XC90 marca el fin de una era, ya que la marca sueca ahora se enfoca en la electrificación.
El compromiso con la electrificación se estableció en 2017, cuando el entonces CEO de Volvo, Hakan Samuelsson, anunció que la marca detendría el desarrollo de motores diésel y se centraría en la tecnología eléctrica. Este punto de inflexión se ha materializado con la interrupción de la producción de motores diésel y la detención del desarrollo de motores de gasolina.
Para 2030, Volvo tiene como objetivo ser una marca completamente eléctrica. Está por ver si lo conseguirán, pues otros fabricantes se pusieron metas y han tenido que cambiarlas. Aunque lo cierto es que ya han incursionado con éxito en el mercado de vehículos eléctricos con modelos como el EX30 y el XC40 eléctrico EX40. Gracias a ellos, Volvo actualmente ocupa el tercer lugar en ventas de vehículos eléctricos en Europa, solo superado por Tesla y BMW.
La decisión de Volvo de abandonar el diésel y centrarse en la electrificación marca un hito en la industria automotriz. A medida que avanzan hacia un futuro completamente eléctrico, Volvo se encuentra en una posición destacada para liderar la transición hacia una movilidad más sostenible en Europa y más allá.