La marca estadounidense de coches eléctricos Fisker, que en su día se perfiló como la gran rival de Tesla, ha declarado su bancarrota. La compañía ha anunciado su intención de poner a la venta sus activos en un esfuerzo por reestructurar la enorme deuda que ha acumulado. Esta quiebra era una muerte anunciada: Fisker llevaba tiempo agonizando por la falta de liquidez necesaria para pagar a sus acreedores. A pesar de sus esfuerzos, incluyendo una drástica reducción del precio de su SUV Ocean –el único modelo que tienen en el mercado–, la compañía no ha logrado estabilizarse.
En un intento desesperado por ganar mercado, Fisker redujo el precio de la versión tope de gama de su SUV Ocean, conocida como Extreme, a 37.499 dólares, lo que representó un descuento del 39%, equivalente a 24.000 dólares. El Ocean es un SUV eléctrico de cinco puertas y 4,77 metros de longitud, también disponible en algunos países europeos. La versión más asequible cuenta con 275 caballos de potencia, tracción delantera y una autonomía estimada de 440 kilómetros. La versión superior, con dos motores, uno en cada eje, desarrolla un total de 550 caballos de potencia, acelera de 0 a 100 km/h en 3,9 segundos y ofrece una autonomía de casi 580 kilómetros por carga.
El pasado 18 de marzo, Fisker anunció que había conseguido un compromiso de 150 millones de dólares en financiación de un inversor existente, condicionado a un acuerdo con un gran fabricante de automóviles. Sin embargo, este acuerdo no se materializó. Consecuentemente, Fisker despidió a parte de su plantilla y detuvo la fabricación de coches antes de declararse en bancarrota.
Actualmente, Fisker cuenta con activos valorados entre 500 y 1.000 millones de dólares y pasivos de entre 100 y 500 millones de dólares. Según el expediente judicial, la empresa tiene entre 200 y 999 acreedores. En 2023, Fisker produjo más de 100.000 vehículos, menos de una cuarta parte de su previsión, y entregó solo 4.700 unidades. Además, la Administración Nacional de Seguridad del Transporte en Carreteras ha iniciado una investigación por ciertos incidentes de seguridad reportados por propietarios del Ocean, añadiendo otra capa de complicaciones para la empresa.
La compañía ha manifestado su intención de acogerse al capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos, alegando que, al igual que otras empresas del sector de vehículos eléctricos, ha enfrentado obstáculos macroeconómicos y de mercado que han afectado su capacidad para operar eficientemente. Fisker está en conversaciones avanzadas con partes interesadas para financiar su deuda actual.