Se precisa míster con experiencia en ventas
Se activa la alerta roja en la costa coruñesa pero al Deportivo el fuerte oleaje le lleva afectando varios meses. Y es que el ambiente está muy tormentoso en el deportivismo. Van ya catorce jornadas sin ganar. El conjunto herculino es un equipo a la deriva, naufragado en el pozo del descenso a Segunda B tras el doble intento de salir a flote por parte de dos marineros: Juan Antonio Anquela y Luis César Sampedro.
El primero era muy de refranes y le pega muy bien aquello de “donde hay patrón no manda marinero”. El segundo parece más de promesas, que el tiempo dirá si se cumplen o no. Quizás, el actual técnico blanquiazul se adapte más al perfil buscado después de la gran cantidad de entrenadores que han pasado por el Dépor en los últimos años, aunque tampoco quiere decir que sea el acertado.
Es todo un misterio el conjunto de cualidades que debe poseer un entrenador para cuajar en el Deportivo. Desde el despido de Fernando Vázquez, ninguno supera la prueba y ya van unos cuantos. Sin embargo, Anquela me ha dado una pista en la entrevista concedida esta semana a La Voz de Galicia. El jiennense comenta muchas cosas pero la que más me ha llamado la atención es la siguiente afirmación: "Me dicen: Es que no vendes''. Y continúa: “Yo vendo realidad, pero en todos los sitios he llamado al pan, pan y al vino, vino. Pero te dicen: Dale una vuelta porque tienes que ilusionar. Y yo, a veces lo hacía. Y volvería a hacerlo si supiera que eso era lo mejor para el Deportivo”.
Leo, vuelvo a leer y me pregunto: ¿Será que ningún entrenador se ha quedado en el Dépor porque no saben vender? ¿La clave de sus fracasos será que no tienen experiencia previa en ventas? Pero ¿Vendiendo qué? ¿Ilusión? Si la respuesta es afirmativa entonces entiendo que ninguno encajase con el perfil buscado porque la ilusión no se vende, se transmite.
La ilusión se consigue también a través de resultados positivos. Tampoco se compra, no es un bien tangible. Y, por supuesto, tampoco se juega con ella, con la ilusión de una afición que no es tonta y que ve la realidad cada fin de semana sobre el césped. Por lo tanto, lo que falla, no son los ‘vendedores’ que se contratan para sentarse en el banquillo sino la calidad del producto comprado previamente para ilusionar a un deportivismo que percibe que le han timado.
