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Interrogantes en el Deportivo

Interrogantes en el Deportivo

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Foto autor
Carlos Rosende
Futbolistas del Deportivo contra el Athletic (Foto: Óscar Cajide).
Futbolistas del Deportivo contra el Athletic (Foto: Óscar Cajide).

Los jugadores del Deportivo entienden la idea de juego trabajada por Cristóbal Parralo en Abegondo y perciben que, trasladándola como deben a los partidos de Liga, pueden dar el salto de calidad que tanto se ansía en la grada y en los despachos, pero sufren a la hora de ponerla en práctica, sobre todo cuando el entrenador se ve obligado a alinear a futbolistas menos habituales. Del Dépor que plantó cara al Atlético –y perdió– al Dépor que sumó un punto ante el Athletic hay un mundo, en negativo. Aunque la plantilla es larga, no abundan las piezas aptas para encajar sin roces en el molde del míster, por lo que solucionar el rompecabezas a corto plazo se antoja una tarea compleja.

Ante los hombres de Ziganda, el nerviosismo blanquiazul trascendió al comportamiento errático de un solo defensa, sino que guardó más relación con la escasa fiabilidad del equipo como bloque. La ausencia de un especialista en la recuperación tiene que ser compensada con mayor orden con y sin balón, menos distancias entre líneas y una presión coordinada en campo rival que ponga en aprietos al contrario, tres de las señas de identidad del estupendo Fabril que construyó Parralo. Sin ese equilibro, el Deportivo se define como un equipo vulnerable y caótico cuando corre hacia su propia portería, un caramelo para los ataques de la inmensa mayoría de los rivales en Primera.

Fede Valverde:

La aparición de Fede Valverde como mediocentro puede servir de salvavidas para cortar la hemorragia blanquiazul por delante de la defensa. Su abanico de recursos es realmente amplio: tiene ritmo, desparpajo, soltura, agilidad, potencia, un buen rango de pase, piernas largas para robar y no discute el esfuerzo, todos ellos ingredientes que bien mezclados posibilitan que el internacional charrúa oposicione a convertirse en el hombre que marque el ritmo del equipo. Las dificultades de Pedro Mosquera para reencontrarse con el futbolista que a todos nos maravilló a las órdenes de Víctor Sánchez del Amo y las dudas que continúa ofreciendo Guilherme, sancionado contra el Athletic, invitan a darle una oportunidad a Valverde como timón. A tenor de lo visto durante las primeras trece jornadas, hay poco que perder y mucho que ganar. Y el oficio se aprende jugando. 

Raúl Albentosa:

Horas después del partido, no son pocos los que señalan a Raúl Albentosa, con dificultades para gestionar la posesión de la pelota e incómodo a la hora de defender a campo abierto, pero lo cierto es que el zaguero valenciano no posee atributos que se ajusten al fútbol que quiere implantar su entrenador. No mezcla bien en un equipo que considera indispensable posicionarse a 40 metros de la portería, porque su calidad defensiva brilla dentro del área, no alejado de ella, donde además la concatenación de errores termina por minar la confianza de cualquiera.
Albentosa se vacía en los entrenamientos, es un jugador respetado y querido por la plantilla y su actitud y predisposición para agradar es incuestionable, nada se le puede reprochar en ese sentido. Fallos puntuales al margen, el ex del Málaga posee virtudes difíciles de aprovechar si el Deportivo insiste en la idea actual, y sus compañeros tampoco se lo ponen demasiado fácil. El pase cómodo hacia atrás desde la medular, las dificultades de los centrocampistas para ofrecer soluciones por delante de la pelota y la vigilancia de Aduriz sobre Schär propiciaron que el de Alcira se viese obligado a golpear en largo y con su pierna izquierda, la menos hábil, durante todo el encuentro. Una tortura.

Adrián López:

No es el más rápido ni el más fuerte, no es un delantero centro goleador, ni un extremo que desborde por velocidad ni tampoco el clásico mediapunta que luzca en el último pase, pero nadie entiende el juego como él en esta plantilla. Los jugadores del Deportivo le dan la pelota y saben que la recibirán de vuelta y en ventaja, porque el asturiano comprende lo que el equipo necesita en cada momento. Cuestionado por su carácter, o la teórica ausencia del mismo, el punta propiedad del Oporto no necesita pegar tres gritos, hacer cuatro aspavientos o pegar dos patadas para llamar la atención. Si las lesiones no se ceban con su condición física, Riazor lo disfrutará y sus críticos no tendrán más remedio que reconocer la valía de un futbolista diferente a los demás.

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