La bollería industrial es bien conocida por todos. Aunque la composición de esta puede ser muy variada, generalmente aporta al organismo un gran aporte calórico al estar compuesta de harinas, grasas, azúcar y diversos aditivos, detalla la Fundación Española de la Nutrición (FEN).
Junto con los refrescos, las galletas, las salsas, los helados, etc., la bollería industrial forma parte del grupo de los productos ultraprocesados. Al ser un tipo de alimento rico en grasas e hidratos de carbono, su consumo puede suponer un exceso calórico. Por tanto, si se incluyen en la dieta, deberá hacerse con moderación y de forma esporádica, advierte la FEN.
Su cómoda y rápida manera de consumir, teniendo en cuenta que se compra lista para comer, hace que el 30% de los niños, niñas y adolescentes desayunen habitualmente bollería industrial, según referencia el último estudio de PASOS de la Fundación Gasol.
En los últimos 50 años la alimentación ha cambiado drásticamente, teniendo en cuenta que los ultraprocesados han ido ganando protagonismo frente a las comidas caseras. Aunque los primeros en incorporarlos a su dieta fueron los países occidentales, ahora ya están presentes en casi todas las partes del mundo, evidencia un artículo británico.
Un estudio realizado a la población brasileña demostró que todos aquellos, independientemente de la edad, que tienen un alto consumo de alimentos ultraprocesados en sus hogares tienen un 37% más de probabilidad de padecer obesidad que los que consumen menos.
La investigación fijó una media de 564 kilocalorías de alimentos ultraprocesados diarios al referirse a los brasileños con un consumo alto, frente a las 220 kilocalorías de los que consumen en menor medida.
Dado que los alimentos ultraprocesados tienen una alta densidad energética, son hiperpalatables, es decir, se comen por placer y no por hambre, y son pobres en micronutrientes, proteínas y fibras, el consumo elevado de estos productos está asociado con un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas tanto en la infancia y como en la edad adulta.
Además de la obesidad, antes mencionada, la diabetes de tipo 2, la hipertensión, el síndrome metabólico o los trastornos alimentarios son otras de las enfermedades con las que se asocia el consumo excesivo de bollería industrial, según lo detallan en tres investigadores canadienses en un estudio.
Una de las medidas básicas que propone el estudio es poner el foco en la prevención desde el inicio de la vida, ya que una vez que se desarrollan las enfermedades crónicas por la acumulación de años de una mala alimentación, protagonizada sobre todo por el consumo excesivo de ultraprocesados, ya no hay vuelta atrás.
No obstante, la salud mental tampoco se libra. Una reciente investigación, llevada a cabo por científicos españoles, ha demostrado que el consumo de bollería industrial, así como de otros ultraprocesados, se asocia con síntomas depresivos.
Teniendo en cuenta que el auge de los ultraprocesados ha provocado un aumento mundial de la obesidad y de las enfermedades crónicas, es importante empezar a cambiar nuestros hábitos en el día a día e ir incorporando alternativas a la bollería industrial.
Algunas de las opciones que propone la FEN son: