Un grupo de investigadoras del Hospital General Universitario Gregorio Marañón ha descubierto que desde el embarazo el cerebro de la madre experimenta cambios anatómicos relacionados con la neuroplasticidad -capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a las nuevas situaciones-.
Dicho trabajo ha comparado el cerebro de 110 mujeres en el tercer trimestre de su primer embarazo con el de mujeres que nunca habían estado embarazadas. De esta forma han constatado que el cerebro de las futuras madres ya era anatómicamente muy diferente antes de que naciera el bebé.
Esta línea de investigación deriva de un estudio anterior en el que dichas investigadoras demostraron que la anatomía del cerebro de las madres a los tres meses posparto es diferente de la que tenía antes de quedarse embarazada por primera vez.
Además se determinó que cuanto más cambia el cerebro, mejor es el vínculo entre la madre y el hijo; cambios que persisten, al menos, hasta los seis años posparto.
El reciente estudio, publicado en la revista Nature Neuroscience, ha corrido a cargo de las científicas Susana Carmona, María Paternina-Die y Magdalena Martínez, del área de investigación Neuromaternal del Hospital Gregorio Marañón.
Tras el primer mes posparto volvieron a evaluar a las 110 participantes y vieron que algunos de los cambios cerebrales producidos por la gestación revierten mientras que otros no.
Este estudio también tuvo en cuenta el tipo de parto por lo que observaron que los cambios que suceden entre el tercer trimestre de embarazo y el primer mes de posparto son diferentes en función del tipo de parto.
En resumen, las mujeres que tuvieron una cesárea programada mostraron unos cambios cerebrales diferentes a los observados en mujeres que tuvieron un parto vaginal o una cesárea de emergencia.
Esto sugiere que el trabajo de parto, independientemente de si este acaba en cesárea o parto vaginal, influye en la neuroplasticidad materna.
En el aspecto neuropsicológico también se ha constatado que cuanta más ansiedad tiene la madre durante el embarazo, peor es la experiencia de parto. Esto significa que una peor experiencia de parto se asocia con un mayor estrés durante el posparto, y este a su vez, se asocia con más síntomas de depresión y peor vínculo con el bebé.
Este estudio ha permitido identificar que estos tres procesos -embarazo, parto y posparto- se caracterizan por mecanismos de neuroplasticidad diferentes, y que es necesario evaluar cómo cada uno de ellos afecta al cerebro de la madre.
Sin este conocimiento previo, no se podrá construir modelos sólidos que ayuden a predecir, prevenir y tratar patologías perinatales como la depresión posparto, un trastorno que afecta a casi 1 de cada 5 mujeres.