A día de hoy, todo el mundo se ha dado cuenta que Taylor Swift mueve masas. A sus seguidoras más fieles se las conoce como "swifties" y harían lo que fuera por pasar un rato con la artista. De hecho, muchas de estas se han dejado sus ahorros en conseguir una entrada para verla cantar en el Santiago Bernabéu en alguna de las dos fechas disponibles -29 o 30 de mayo- e incluso algunas hoy repiten de nuevo.
El fenómeno fan no es algo que haya creado la estadounidense ni mucho menos, ya que mismamente en el deporte de élite es una cuestión que está a la orden del día. Sin embargo, es difícil hacer entender a una persona que no es fan de nada o de nadie qué sentimientos y emociones afloran, en este caso en una "swiftie", el simple hecho de escuchar a tu ídolo diciendo "hola". La neuropsicóloga clínica, Alba García, define el fenómeno fan como "una intensa devoción y admiración que una persona siente hacia una figura pública, como un artista, deportista, equipo o incluso una serie".
¿Qué hay detrás del fenómeno fan? ¿Llorar por un gol de tu equipo de fútbol o por ver cantar en directo a a tu ídolo es "cosa de adolescentes"? La realidad es que el fenómeno fan no es algo tan banal como mucho piensan, sino que el cerebro es el que está detrás de todo esto y es el responsable de que muchas personas se vuelvan locas por algo o por alguien hasta puntos inimaginables.
"Cuando una persona se convierte en fan, se activan en su cerebro varias áreas relacionadas con la recompensa y el placer. El núcleo accumbens, una región clave en el circuito de recompensa, se activa, liberando dopamina, que es el neurotransmisor asociado con el placer y la satisfacción", explica la experta en neuropsicología. A lo que añade que, "además, las áreas del cerebro relacionadas con la emoción y la memoria, como la amígdala y el hipocampo, juegan un papel muy importante creando emociones positivas con la figura o el objeto de admiración".
El hecho de vivir en directo un evento de tu ídolo, como es el caso del concierto de Taylor Swift, "puede provocar una intensa respuesta en los fans"; y no sólo el evento en sí mismo, sino también las horas e incluso días previas al mismo, "la anticipación y la experiencia en sí pueden aumentar los niveles de dopamina, generando una sensación de euforia", añade la misma.
Además de esta emoción por ver en directo a tu ídolo, "el sentimiento de pertenencia y conexión con otros fans en el evento puede aumentar la liberación de oxitocina, conocida como la hormona del amor y la vinculación, reforzando así los sentimientos positivos hacia el ídolo y la comunidad de fans".
El fenómeno fan, en su justa media, no hace mal a nadie, sin embargo, cuando este se lleva al extremo y comienza a interferir en la vida diaria y en el bienestar de una persona, se convierte en algo negativo. La obsesión excesiva por algo o alguien, el gasto desmedido de dinero por conseguir una entrada, la negligencia en las responsabilidades personales o laborales o incluso la incapacidad de diferenciar entre la realidad y la fantasía son comportamientos que dejan ver el lado oscuro del fenómeno fan.
Los extremos nunca son buenos, y en el fanatismo tampoco. Estas conductas pueden llegar a tal límite que incluso pongan en peligro su vida o la de su ídolo como por ejemplo a través del acoso hacia la figura pública o hacia otros fans o la agresión a personas que pueden ser un peligro para su ídolo.