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Hígado graso, la consecuencia de la obesidad infantil: una enfermedad que no se daba en niños

Niño con una mano llena de patatas fritas (Freepik)

La obesidad en edades tempranas es un problema que en la actualidad ya atañe al 30% de los niños y adolescentes españoles, una condición que aumenta el riesgo de padecer hígado graso. Ante esta realidad, los hepatólogos advierten que se trata de una patología que hace una década era casi inexistente en estas edades y que a día de hoy sufren el 3% de los niños españoles.

El hígado graso es una enfermedad silenciosa caracterizada por la acumulación de grasa en las células hepáticas que tarda años en dar la cara, motivo por el que los expertos hacen hincapié en la importancia de prevenirla, sobre todo en edades tempranas; puede presentarse como hígado graso alcohólico o no alcohólico -no está relacionado con el consumo de alcohol-.

En niños, las pruebas de diagnóstico no son tan fiables

El gran reto de esta afección, al igual que ocurre con otras enfermedades, es su diagnóstico ya que, además de que sus síntomas son muy variables, sólo se manifiesta cuando el hígado presenta un daño elevado.

Aunque las pruebas de detección han mejorado y simplificado enormemente la capacidad de diagnóstico, en el caso de los niños no se muestran tan fiables y precisas como en personas mayores.

Los expertos señalan que el diagnóstico temprano, especialmente en niños y jóvenes, es esencial para su recuperación, teniendo en cuenta que un cambio en la dieta y en la actividad física a tiempo en pacientes con enfermedad hepática metabólica revierte la enfermedad en más del 80% de los casos.

Primeros casos en niños de 6 años

“La irrupción de esta enfermedad en niños de 6-8 años es un fenómeno tan preocupante como inédito, ya que la prevalencia del hígado graso siempre se ha concentrado entre los 40 y los 80 años. La aparición de una prevalencia de hasta el 3% en menores de edad augura una verdadera eclosión de esta patología en adultos”, explica la doctora Rocío Aller, secretaria científica de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH). Entre los menores esta afección alcanza su mayor nivel de prevalencia ente los 10-12 años, mejorando en la adolescencia gracias a los mayores niveles de ejercicio físico.

“Es duro decirlo, pero estamos fabricando enfermos. Si no cambiamos los hábitos de consumo y los estilos de vida, la obesidad y la tasa de diabetes se va a multiplicar y, con ellas, las de prevalencia del hígado graso”, indica el doctor y presidente de la AEEH, Manuel Romero.

El problema fundamental del hígado graso en un niño es que es un factor predictivo de riesgo para el desarrollo de complicaciones en la edad adulta que pueden ir desde una fibrosis avanzada hasta una cirrosis que requiera un trasplante hepático. El riesgo cardiovascular y la posibilidad de tener un infarto o un ictus a lo largo de la vida adulta también es otro de los riesgos posibles.

En esta misma línea, esta enfermedad también puede progresar en la vida adulta a cáncer extrahepático y aumentar el riesgo de cáncer de páncreas, de colón y de mama en las mujeres.

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